Viajes a través de mapas antiguos y fotos modernas

Cambios. El Museo Nacional trajo novedades a sus galerías

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En el Museo Nacional de Artes Visuales se abrieron dos exposiciones: "Paseo en mapa", de cartografía antigua auspiciada por la Embajada de México, y "Philippe Ramette", muestra fotográfica auspiciada por la Embajada de Francia.

A los aficionados a la cartografía los espera un festín en el museo. Es la extensa muestra de mapas antiguos (mejor dicho, de reproducciones fotográficas de ellos) que ha llegado mediante la Embajada de México y que alude al período de la emancipación americana pero también a los tres siglos de colonialismo español, portugués y británico en el continente, a través de viejos diseños geográficos que abarcan el siglo XVII y el XVIII, llegando a las inestables fronteras de los nuevos estados durante el XIX. Eso se complementa con pantallas digitales donde el visitante puede accionar algunas secuencias que ilustran los viajes comerciales entre las Filipinas, América Central y la península ibérica, o el desfile de próceres mexicanos, entre otros. Puede ser especialmente útil para estudiantes.

Quienes disfrutan el estudio de los mapas podrán deleitarse con el distorsionado contorno que mostraba Sudamérica en atlas de hace 300 años o la denominación de mares y territorios conquistados, donde figura el Uruguay mucho antes de recibir su nombre. La técnica de la cartografía se desarrolló lentamente hasta alcanzar la precisión que tiene hoy, basada en los métodos de proyección capaces de extender sobre una superficie plana lo que en el planeta es un mundo esférico. El sector más interesado del público puede sucumbir a la curiosidad que despiertan esos mapas desplegados en el primer piso del museo del Parque Rodó, acompañados por algunos aportes de otros museos locales (Histórico, Naval) en instrumentos antiguos (sextantes, cronómetros) y valiosos documentos, incluido el texto de la Convención Preliminar de Paz de 1828, impreso en seda.

Una concurrencia menos aficionada a las cartas geográficas, empero, habría agradecido un criterio más didáctico para la selección, que permitiera seguir con otra claridad la transformación del mapa físico y político de Latinoamérica desde los virreinatos y capitanías hasta la configuración moderna, de manera de retener la atención del espectador común con un orden cronológico más lineal y una información más precisa. Como está permite -como lo señala su título- pasear por la historia regional, incluyendo gigantografías extendidas en el suelo y la posibilidad más lúdica, para adultos y menores, de explorar las pantallas y asomarse de manera dinámica al pasado.

RAMETTE. Quienes visiten el museo no deben saltear en la sala mayor del piso alto, la exposición fotográfica de Philippe Ramette, un artista francés sutil e imaginativo que coloca la figura humana en un mundo fantástico para contar con sus montajes gráficos una fábula que transita por cumbres nevadas, profundidades del mar y paisajes urbanos. El expositor es un Magritte equipado con cámara, un surrealista muy inteligente, armado con más cerebralismo que fantasía, un recreador risueño (y sobre todo reflexivo) de universos que tienen algo de Jules Verne y mucho de intencionada poesía visual, para ironizar en torno al hombre y su aventura sobre la Tierra. Es una muestra valiosa que revela el calibre y la sabiduría de un talento sumamente refinado.

En la planta baja se abre otro paseo, el que permite recorrer parte del itinerario de la pintura uruguaya desde Blanes o Laborde hasta Damiani, Espínola o Cristiani. Conviene dar una vuelta por el museo para viajar por todas esas geografías.

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