GUILLERMO ZAPIOLA
El título es acaso engañosamente "vendedor", pero el contenido resulta ameno, informado, sensato y muy legible. Llegó a librerías "Enigmas de la historia argentina" de Diego Valenzuela, editado por Sudamericana, y merece un vistazo.
Sin duda los enigmas en cuestión (casi todos ellos vinculados con el fin del período colonial y especialmente con el siglo XIX argentino), no son realmente tan enigmáticos para historiadores profesionales. Se trata, en general, de hechos y personajes que los académicos han fatigado a través de innumerables folios a lo largo de un siglo y medio. Sin embargo, los manuales escolares continúan, mayoritariamente, ignorando algunas verdades obvias, y este libro de Valenzuela (licenciado en Economía y magister en Historia, coautor con Eduardo Levy Yeyati de La resurrección. Historia de la poscrisis argentina, y responsable de ciclos de divulgación histórica en televisión) saca a relucir varias de ellas.
Valenzuela no se define como "historiador" sino más bien como periodista y divulgador, lo que ya habla bien de él. Su segunda virtud es la de no fingir que inventa la pólvora, ni que descubre lo que nadie sabía. Remite constantemente a trabajos de especialistas, se apoya en una abundante bibliografía, y expresa matices y dudas cuando no está seguro de algo.
Su recorrida a través de la historia abarca temas como el origen del nombre "Argentina", la universalidad del contrabando (principal fuente de ingresos en el Buenos Aires colonial); la situación de los negros esclavos y su trágico destino posterior; la inexistencia de un espíritu revolucionario e independentista en una Revolución de Mayo cuyo bicentenario se va a conmemorar muy pronto con toda pompa aunque fue realmente, apenas, una elección municipal ajustada al derecho español y jurada en nombre de Fernando VII; los choques entre Mariano Moreno y Cornelio Saavedra; el surgimiento de los símbolos patrios (himno y bandera) y la mitologización de los héroes (San Martín); la complejidad de los enfrentamientos entre los diversos unitarios y los variados federales (el autor es consciente de que no son lo mismo Artigas y Dorrego que Juan Manuel de Rosas, dato que los uruguayos deberíamos agradecerle); el caudillismo; el gaucho; el retrato con luces y sombras de personajes discutidos (Rivadavia, Rosas, Urquiza), o la personalidad del general y luego presidente Justo A. Roca y la carnicería de la Conquista del Desierto, tema en el que afortunadamente tampoco intenta vender rousseaunianos "buenos salvajes" pero reivindica la riqueza cultural que tan a menudo se les ha negado a los "pueblos originarios". Casi nada es en blanco y negro en el libro.
Valenzuela toma distancias con respecto a la habitualmente vituperada, a veces con razón, a veces sin ella, "historia oficial" de Mitre y continuadores (Vicente Fidel López, Levene, Halperin) pero también lo hace con algunos "revisionismos", término ambiguo que como se sabe abarca desde un José María Rosa al ultrarreaccionario Hugo Wast, el liberal e hispanófilo Enrique de Gandía, el cristiano de izquierda Salvador Ferla o el ex-trotskysta reciclado a menemista Jorge Abelardo Ramos. No cree en el esquematismo sarmientino (en el que ni siquiera Sarmiento creía) de "civilización y barbarie", pero no lo reemplaza por la simplificación opuesta. Su Rosas, sin ir más lejos, no es el villano de una sola pieza de Sarmiento y Mitre, pero tampoco es un santo, y más de uno se va a sobresaltar cuando lea la expresión "grupo parapolicial" referida a la turbia Sociedad Popular Restauradora, más conocida como La Mazorca.
Cuando la divulgación histórica rioplatense parece haber caído en manos de gente como el demagogo Felipe Pigna (ver en History Channel la patética serie Unidos por la historia), el trabajo de Valenzuela resulta, al mismo tiempo, instructivo e incitante. Dista de agotar cada uno de sus temas, pero apunta correctamente en casi todos ellos y despierta las ganas de seguir leyendo. No es poco.