“En Café con Sergio se habla de la época del café concert”, resumió, como espíritu de su espectáculo, el humorista argentino Sergio Gonal, quien regresa a Uruguay con su exitoso unipersonal donde no faltan los chistes ni la interacción con el público. Sentado en el lobby del hotel, y listo para el raid mediático de 48 horas con radios, canales de televisión y streaming que lo trajo a Montevideo días antes de las actuaciones, el actor charló con El País.
Este sábado la función de Café con Sergio será en el Teatro Stella de Montevideo, y el domingo en el Teatro Unión de San Carlos (entradas por Abitab). La gira iba a comenzar hoy viernes en Tarariras, pero la fecha fue suspendida por la muerte del padre de Gonal ("Te despido con tristeza porque te voy a extrañar muchísimo y con una sonrisa por todo lo que me diste", lo despidió en sus redes), y se reprogramará a la brevedad. En Montevideo y Maldonado todo se hará con normalidad.
La entrevista con Gonal fue antes de este acontecimiento. Entonces dijo: “La otra vez nos fue muy bien, porque es un espectáculo muy pensado para la familia, como le gusta al uruguayo. Les gusta que no sea grosero, no tenga mucha picardía ni doble sentido para poder ir con la mamá y con los chicos. Además hay que sumarle el paso del tiempo, porque hay gente se acuerda de todo lo que hice hace tiempo. Hay chistes que siguen muy presentes, porque no han habido sustitutos".
“Hoy no tenemos programas de humor. Los humoristas nuevos trabajan para determinados nichos, y los chicos del stand trabajan para las redes, donde está el público que los consume”, dijo.
—Antes eso no pasaba, sobre todo porque había un solo televisor en la casa.
—Exacto. Entonces te juntabas a mirar televisión con la familia. Por ahí no te gustaba lo mismo que a tu padre, pero sabías quiénes eran los comediantes. Hoy ya no sabemos. Mi hija no conoce a mis artistas, y yo no conozco los de ella.
—El celular también limita eso de compartir lo que se ve.
—Yo hago giras por la costa atlántica y, no voy a dar nombres por respeto, pero veía gente de redes que llenaban el teatro, pero cuando terminaba la función salía el artista y nadie le pedía una foto. Parece ilógico porque venía de llenar teatros, pero nadie más que su público lo conocía. Eso es porque está muy delimitado el nicho, cosa que antes no pasaba. Antes en la tarde te pasaban la publicidad del programa de la noche, y al menos reconocías la cara del conductor aunque no miraras el programa. Hoy con las redes eso no pasa. Por eso hay mucha gente que no sabés qué dice o hace, y ese cambio de época también lo llevo arriba del escenario en Café con Sergio.
—Allí también tenés participación del público.
—Sí, la gente se prende, levanta la mano y participa porque se acuerdan de algo lindo de sus vidas. Cuando conoció a su pareja, cuando iban a los asaltos, lo que ustedes llamaban la “fiesta lluvia”, o de cuando bailaban con César “Banana” Pueyrredón, que a mí me encanta.
—Si bien has estado en muchos programas, más allá de ser un artista conocido y popular, sos un laburante.
—Me parece, por mi experiencia, que quien quiere trabajar en el espectáculo, lo tiene que tomar como un trabajo real. Por ahí está la imagen del artista que labura poco, que hace un show al mes y como vive con eso después hace la plancha. Pero yo siempre entendí a esto como un trabajo, y nunca me quedé esperando a que suene el teléfono para que alguien me ofrezca algo. Siempre traté de generar mis proyectos. Y cuando suena el teléfono, como me pasa ahora que me están llamando para hacer producciones de otros, me sumo con agrado si me gusta el proyecto. Pero si no, siempre trato de generar mis espacios, por eso empecé a producir mucho teatro.
—Imagino que cuando empezaste tampoco estaba la idea de ser artista como un trabajo.
—No, no estaba esa visión. Antes si decías “quiero ser artista”, la respuesta era: “¿y no pensaste en trabajar?". Y en esto realmente se trabaja mucho, porque para poder hacer teatro los fines de semana tengo una oficina que abre todos los días de 9 a 19, donde los chicos están tratando de generar y buscar espacios. Hoy están las redes y me avisan dónde promocionar, a qué público le estamos hablando. Hay que saber toda esa cuestión. Por eso es un trabajo arduo y yo lo disfruto. Tengo esa bendición que no todos tienen, porque disfruto estar arriba del escenario, como también armar un espectáculo.
—Eso de quedarte a disfrutar con lo que hiciste, ¿no es para vos?
—No, siempre estoy buscando, y la verdad que no me quedé solamente en el humorista. Empecé estudiando actuación porque quería ser actor, y después me disparó por el lado del humor que estaba buenísimo. Veía que había una respuesta y yo lo disfrutaba mucho. Me gustaba más el tono de la comedia que del drama. Pero también he podido hacer novelas, series, y ahora estamos en conversaciones con algo pero no puedo decir mucho. Y esta es una carrera que no termina nunca, estás todo el tiempo estudiando. Ahora estoy estudiando diseño de iluminación escénica. Si me preguntás si sueño con ser iluminador, la verdad que no, pero sirve para mi trabajo. También estoy estudiando comunicación digital, porque tiene que ver con la vida que estamos viviendo, y me puse a estudiar piano de grande. Por ahora te toco solo la escala de Fa. En conclusión, sigo estudiando, me dedico a lo que me gusta, tengo un trabajo entretenido, y si a eso le sumás que cuando te llega la factura de gas, hay para pagar, mejor.
—Comentabas que en Café con Sergio recordás otros tiempos. ¿Cómo era tu infancia?
—Vengo de una época en que pasé mucha hambre, por eso este presente lo valoro mucho. Mis viejos eran de la clase trabajadora, y un zapato te duraba pila, no es como ahora que si querés otro te comprás. Y el zapato era el que usabas para el colegio, el cumpleaños y las fiestas de casamiento. Y si se agujereaba había que hacerle media suela y taco. En una época te pisaba una moneda y te decía de cuanto era, de lo grande que tenía el agujero. Haber pasado todo eso también está bueno, por eso no quiero estar quieto.
—También es adaptarse a estos tiempos. Hay chistes que ya no hacés, y en este show hablás de cosas que ya no ocurren, como las fiestas lluvia que decías antes.
—Me ha pasado de encontrar parejas que hace 60 años están casados, y cuando se ponen a contar cómo se conocieron, ya genera un clima festivo en la gente, porque hay muchos que vivieron lo mismo. Eso hace que se sienten absolutamente identificados. Pero esa misma noche puedo conocer a otra pareja que está asombrada de la anterior, porque hace cuatro meses que están de novios y se conocieron por Tinder. ¿Me entendés que se conocieron chateando? Chatear en nuestra época era alcanzarle la chata al abuelo. Era menos glamoroso y nadie quería chatear. Cuando juntás esos universos se generan cosas divertidas, y Café con Sergio es casi una reunión de amigos, porque todo el mundo opina de lo que vivió. Y no hay mucho para analizar, porque nos reímos de cosas que ya vivimos, o estamos viviendo.
—Entonces es un show que se reinventa todos los días.
—Claro, pero porque todos somos distintos y hemos cambiado. Hasta la manera de comer cambió. Para mi papá ir a comer afuera no era algo muy habitual. Y cuando decía: “Vamos a salir a comer”, era una fiesta, mamá se ponía linda, papá se ponía pituco y como antes no había marketing, no había manera de saber si el restaurante era de categoría o no. Él miraba un detalle desde afuera del local: el mantel. Si el mantel tenía bordado y un lindo centro de mesa, el restaurante era de categoría. Y el que no tenía nada era berreta. Recuerdo ir de la mano de papá y mamá, y papá mirando de afuera y decir: “ah, este no tiene mantel, vamos a otro”. Aparte, antes te sentabas, te daban la carta y entendías lo que te iban a servir. Asado con papas, ravioles con tuco, era entendible. Hoy se modificaron tanto cosas que antes eran más sencillas. “Grupo de verduras hervidas en su propio jugo con un corte vacuno”. Eso es un puchero, no me la compliques.
—A todo esto, ¿cómo nace un espectáculo tuyo?
—Siempre fui bastante observador. Mi primer espectáculo, del 98 o 99, se llamaba “El 2000 es puro cuento”, porque decían que el 2000 nos iba a cambiar la vida, que se iban a caer los aviones, iban a dejar de funcionar las computadoras, y al final no pasó nada. Además, en lo personal me aburre el humorista que lo único que hace es contar chistes como una máquina, porque al tercero no sabés ni de qué te habló en el primero. Entonces intenté, desde el primer día, que mis espectáculos tengan un hilo conductor, una huella que seguir. Para el próximo espectáculo pensé en armarlo con las nuevas tecnologías. Porque estamos todos queriendo adaptarnos a este nuevo mundo.