Su trabajo en Préstico le dejó un montón de videos virales y personajes memorables. “La Farmacia del Dr. Prejuicio”, “El primo de Coco Sily”, “Preguntas boludas”, “El novio que nunca pisa el palito” y “Cosas que no te van a pasar tu p#@a vida”, son algunos de los sketches que el argentino Sebastián Presta filmó hace una década, pero que todos los meses le generan miles de reproducciones en YouTube. En TikTok, además, cada vez que su cuenta oficial publica algún video de aquella época cosecha decenas de miles de “me gusta”. Es un fenómeno similar al revival que despiertan Sin codificar y el primer Videomatch. Sin embargo, Presta prefiere mantenerse al margen.
“Me agoté del video”, admite en un momento de su entrevista telefónica con El País. “Ahora tengo más ganas de hacer ficción, pero mis productores me piden que siga con eso: repiten los videos en las redes sociales, pero la gente ya los vio 800 mil veces. No quiero saber nada”.
Lo dice convencido, pero enseguida hace una aclaración: “No reniego de esa etapa porque hicimos cosas muy buenas con el equipo, tengo lindos recuerdos y la gente me conoció por eso, pero ahora hay muchos chicos haciendo videos y siento que no tengo nada nuevo para contar”.
Por eso, el argentino tiene la energía puesta en otros proyectos. El año pasado fue parte de El primero de nosotros, la ficción que protagonizó Benjamín Vicuña, y viene de filmar varias series. Participó de la segunda temporada de El fin del amor, que se estrenará en Prime Video y volverá a tener a Lali Espósito como estrella; filmó una serie para Flow en la que comparte elenco con Juan Leyrado y Gonzalo Heredia; y el año que viene interpretará a Jorge Musicardi en la versión teatral de Esperando la carroza producida por Gustavo Yankelevich.
Para completar la lista, está a punto de volver a Montevideo para presentar Mi madre, mi novia y yo en el Teatro Metro. La comedia, que coprotagoniza con Victoria Almeida y Graciela Tenenbaum, se podrá ver este sábado y domingo en el Teatro Metro; las entradas se venden en RedTickets y los precios van de 1070 a 1970 pesos.
La trama, explica, es la siguiente: “Es un muchacho de 43 años que vive con su madre, y se enamora muchísimo de una compañera de trabajo. No tiene mejor idea que presentarla en Navidad, pero lo que su novia no sabe es que él vive con su mamá; y su mamá no sabe que él tiene pensado mudarse con su novia en enero. Son dos mentiras que están circulando en la cena navideña, hasta que en un momento explota todo. La gente se engancha mucho, se olvida de que es una obra y toma partido por alguno de los personajes”.
—¿Qué significa para vos llegar a Uruguay con esta obra?
—Es un lujo. Siento que pasa porque en algún momento alguno de los videos que hice entre 2014 y 2015 llegaron hasta allá. Y es increíble que la gente me siga tirando buena onda por esa época. Les entré por el video gracioso y ahora van a ver una obra que no tiene mucho que ver pero que, a la vez, es una manera de no defraudarlos. Estoy contento de llevarles Mi madre, mi novia y yo porque aprovechando que me conocen por lo otro podría haber llevado un espectáculo pedorro, pero es un lujo saber que llego a Uruguay con algo bueno.
—El final de Préstico marcó un cambio de enfoque en tu carrera. ¿Cómo fue el proceso?
-Antes estaba con una pata entre la producción y la actuación, hasta que en 2016 se vendió la productora con la que hacíamos el programa y al mes nos dieron un patadón en el orto a todos. Ahí abandoné al productor, arrancó el actor y desde ahí no paré. Al final necesité pasar por eso porque dije: “Ok, estoy acostumbrado a tener un trabajo fijo y un sueldo todos los meses, pero quizás no era tan feliz con lo que hacía”. Al principio me largué a actuar con mucho miedo y con la inestabilidad que supone este trabajo, y mientras estaba en Pampa y La Vía, como se suele decir, surgió la posibilidad de hacer teatro. Una productora confió en mí y me propuso hacer Bruto con Soledad García, pero yo no creía en mí para nada; les dije: “Bueno, pero si no me gusta no se estrena”... ¡Mirá el cagazo que tenía! (se ríe). Al final lo hicimos y estuvo buenísimo. Después llegó Entre ella y yo, también con Sole, y como la gente se copó dije: “Ok, puedo hacer esto”. Ahora, con Mi novia, mi madre y yo estoy más canchero, pero sigo aprendiendo.
-¿Cómo cambió tu relación con el trabajo de Préstico con el correr de los años? Supongo que en un principio, el recuerdo estuvo contaminado por cómo se dieron las cosas.
—Sí, además en ese momento yo estaba cansado de la tele y no quería saber nada. De hecho, me siguieron llamando para que llevara mi sketches a otros programas de televisión o que trabajara como panelista, pero no quise saber nada. Hace poco me llamaron para participar de LOL: si te ríes, pierdes, el programa de Susana Giménez que se filmó en México, pero dije que no. Me cansé de eso. Pero bueno, todavía me llegan lindos mensajes en las redes, de esa época. Y siempre digo lo mismo: la gente me felicita a mí, pero también había un equipo de guionistas y realizadores muy buenos. Era una época de la tele donde pagaban locaciones, extras y camarógrafos; ahora las cosas se hacen más con el teléfono, aunque no las estoy desmereciendo.
—¿Usás stickers de WhatsApp con alguno de tus personajes?
—Me han mandado varios (se ríe). Creo que el más popular es el del “Primo del Coco Sily”, que fue un personaje genial y que arrancó en joda porque en esa época Coco Sily hacía La cátedra del macho y decía todas las cosas que eran de macho, como comer asado. Entonces su primo era más exacerbado, y por cualquier cosa señalaba a alguien de gay: comías sushi y aparecía con el “Ihhh”. Pegó tanto que la gente se cruzaba a Coco en la calle y le gritaba “Ihhh”, pero él no entendía nada porque no llegué a llamarlo para explicarle que íbamos a hacer un personaje así. Es más, una vez me contó que incluso fue a Las Vegas a jugar al póker y un jugador lo jodía con eso. Pero nos estamos olvidado de uno importante: “Jimmy Falo, el stripper que anotaba mal las direcciones”. De ese tengo un sticker en WhatsApp. Hicimos muchas boludeces, pero algunas quedaron muy graciosas. Esa es la verdad.