Marcelo Polino pide disculpas por el retraso. Ya se tomó las fotos que ilustran esta página, incluyendo una pose con lo que él define como “El dedo Polinesco” —el pulgar de la mano derecha en alto—, pero la entrevista debe esperar unos minutos. “Me demoré porque estaba hablando con la productora del Cantando, que vuelve este año”, comenta sobre el regreso de Marcelo Tinelli a la televisión. “Todavía no nos vimos; todo fue telefónico, pero voy a estar en el jurado”, añade.
Polino, que llegó a Montevideo junto a Fátima Florez para promocionar la función de 100% Fátima, que presentará hoy en el Radisson Victoria Plaza, cuenta que está “supercontento” por volver a trabajar en el show de Tinelli. “Estoy rumbo al Guinness de los récords porque soy la celebridad que ha participado en más jurados de talento en el mundo: ¡este año será el número 31!”, dice entre risas. “Hice Cantando, Bailando, Soñando y Patinando; y también estuve en Chile con El Retador. Voy acumulando experiencias”.
En 100% Fátima —últimas entradas en RedTickets a 1,690 pesos—, Polino aparece como figura invitada en un segmento donde repasa su vida a través de un monólogo escrito por Antonio Gasalla. Habla de su salida de Tres Arroyos, un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, hasta su llegada a la capital porteña, donde se convirtió en una figura televisiva de renombre en ambas orillas del Río de la Plata.
“Está hecho con mucha onda y gracia, y la gente lo recibe muy bien”, asegura Polino, el jurado más estricto de los realities y el hombre de los —literalmente— 1000 moños. En su relato, también aborda los desafíos que enfrentó, desde el abandono de su padre en la infancia, hasta su decisión de mudarse a Buenos Aires con la convicción de que la felicidad estaba en la televisión. En su camino hacia el éxito, tuvo que dormir en plazas, pasar hambre y probar suerte en España y Francia antes de que una casualidad le cambiara la vida.
En todo ese camino, la convicción y el humor fueron su faro. Sobre esto último dice: “Yo arranqué en el periodismo de chimento fuerte, y después pude aprovechar mi diferencial, que es decir las cosas de una manera graciosa. Entonces, fui virando para ese lado y eso es lo que hago ahora”. Esto es lo que demostrará en 100% Fátima, donde además de repasar su vida en un monólogo, entrevistará a los personajes que imita la artista —desde Susana Giménez hasta Cristina Kirchner— y finalmente a la propia Florez.
“Venimos de un verano en el que ella estuvo muy expuesta, así que cada noche le preguntaba algo sobre lo que había pasado en la tarde”, comenta sobre el ya finalizado romance entre Florez y el presidente argentino Javier Milei. “Ella no sabe qué le voy a preguntar, pero confía plenamente en mí. Y bueno, en el Radisson también le haré algunas preguntas sobre su vida”.
Además, Polino tendrá un segmento en el que podrá ser entrevistado por el público. “Siempre lo hago”, asegura. “Ya lo hice en mis espectáculos con Gasalla y en otro llamado Lengua Filosa: la gente puede interactuar conmigo y preguntarme sobre cualquier tema”, añade, riendo. “Yo soy muy cercano con la gente: hace más de 30 años que entro todos los días a sus casas”.
En la previa del show, Polino repasó su camino en diálogo con El País.
—Cuando contás tu vida a través del monólogo, es como si la estuvieras viendo desde afuera. ¿Qué reflexión te genera tu historia?
—Estoy agradecido porque siempre digo que cuando estaba en Tres Arroyos, mi sueño era ser famoso y estar en la televisión. La realidad superó ampliamente todo lo que yo deseaba.
—¿Cómo recordás el momento en que descubriste que eras famoso?
—Fue algo muy rápido. En aquella época, trabajaba con Lucho Avilés (en “Indiscreciones de Verano” en 1995), y el programa tenía 20 puntos de rating. Un día fui a la televisión, me subí al micro para volver a casa y, al día siguiente, ya era famoso. Hay que recordar que en esa época no había redes sociales y la tele tenía solo cuatro canales. Con 20 puntos de rating, millones de personas te estaban viendo.
—¿Y cómo te sentiste luego de cumplir tu sueño?
—Fue muy impactante, porque pasar de ser una persona anónima toda tu vida a ser muy conocido en solo una semana o un mes es...
—Difícil de asimilar, ¿no?
—Sí, pero era lo que yo buscaba. Era lo que quería.
—En tu camino ha sido fundamental saber aprovechar las oportunidades.
—Sí. Creo que uno tiene que tener una gran autoestima y una gran capacidad de trabajo, porque este es un medio muy hostil y con muchos altibajos. Primero tenés que estar bien con vos mismo para poder sobrevivir en el medio. Y nada, me ha tocado estar con gente buena que me dio oportunidades, y supe elegir. Igual, siempre hay una cuota de azar, ¿viste?
—¿Qué oportunidades aparecieron sin que las busques y que al final te cambiaron la vida?
—Para mí, el Mundo Tinelli fue una bisagra. Yo venía de ser columnista y panelista de tele, y a partir de ahí, mi vida cambió mucho. Curiosamente, nunca había entrevistado a Tinelli, no tenía contacto con él. Un día, mientras estaba de panelista en Intrusos, él hizo un móvil y dijo: “A Polino lo quiero para un jurado”. Fue un halago, un reconocimiento. Dijo que le gustaba mi humor, y no sé qué más. Después, me llamaron para hacer el primer Cantando por un Sueño, el que ganó Iliana Calabró, y desde entonces no paré. Solo un año no estuve, que fue durante la pandemia, cuando se canceló el Bailando. Me fui a Telefé a ser embajador de los realities del canal, y participé en Masterchef, La Voz y Bake Off. Después me fui a Chile y volví para el Bailando del año pasado.
—Publicaste dos libros: Todo lo que sé y Todo lo que vi. ¿Cómo te llegó la propuesta?
—Fue un año especial porque era la primera vez que Tinelli no hacía el programa. Hay una anécdota muy graciosa, y es que Todo lo que sé fue uno de los libros más vendidos de 2013 en Argentina, junto al de la vida del Papa Francisco. En un momento, él dijo algo así como: “Focalicen su vida y no miren la vida de los otros”... ¡Y yo hacía todo lo contrario! (Se ríe). Fue una buena experiencia, y como el boom fue tan grande, el año siguiente me pidieron el segundo.
—En Todo lo que sé contás que tu entrada al mundo de los medios fue casi una casualidad.
—Sí, porque al principio yo trabajaba de mago. Me puse de novio con la hija de Pipo Pescador y me fui a vivir primero a España y después a París. De ahí, volví a Argentina sin un peso y sin nada, y una amiga me consiguió un trabajo de limpiador en la revista Tal Cual, que ahora es Caras. Yo leía todas las notas, hasta los epígrafes de cada foto, y practicaba escribir. Un domingo, había que ir a hacer una nota, y como ningún periodista quería ir, yo levanté la mano. Me dijeron que sí: tenía que entrevistar a dos gemelas que habían sido separadas al nacer y que Sofovich había reunido en su programa. La publicaron en cinco renglones, y me sentí como el padre del periodismo (Se ríe). Y desde ahí, nunca paré.
—En tu libro también contás que tuviste que dormir en plazas después de que tus padrinos, que te habían recibido en Buenos Aires, te echaran de su hogar.
—Sí, por eso hago una reflexión en un momento del show. Digo que no hay que renunciar a los sueños y que, por más piedras que haya en el camino, uno tiene que focalizar su deseo para poder avanzar y mantener la autoestima. Siempre comento lo mismo: si yo, que vengo de un estrato social muy bajo, pude cumplir mi sueño, entonces cualquiera puede hacerlo. Logré mucho más de lo que soñé.
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