MATÍAS CASTRO
LA FARÁNDULA
Son insoportables, y George Clooney decidió tratarlos como muchos piensan que deberían ser tratados. Los paparazzi son los encargados de traer las fotos que ilustran las notas de la farándula, son quienes traen la primera imagen del hijo de un famoso y que, entre otras cosas, pueden pescar in fraganti a alguien con un amante. Han sido el blanco de las acusaciones en el caso de la muerte de Lady Di, pero también son fuente de historias curiosas. Dos ejemplos pueden ser los del fotógrafo que remató la media que tenía puesta cuando Britney Spears le aplastó el pie con el auto, y el del profesional famoso por cazar famosos en bicicleta en plena Nueva York. Y como en su inmensa mayoría son detestados, Clooney les dio lo suyo.
El actor instaló un dispositivo para cuidar su mansión en Italia. Cada vez que un extraño se acerca al terreno, una máquina le lanza huevos. Por más que los proyectiles sean huevos, el aparato es muy sofisticado y utiliza infrarrojos para detectar la presencia de autos o de personas.
Los paparazzi (que es el plural de paparazzo) son seres de increíble resistencia que dominan el arte de espiar y acosar a las celebridades.
Es común escuchar críticas hacia su profesión. Se dice que son invasivos, que no respetan la intimidad ajena, que son inescrupulosos y corruptos y que, finalmente, su trabajo no es una vertiente digna del oficio del fotógrafo.
Pero en su accionar tienen más consecuencias. Si bien el acoso de los paparazzi puede enloquecer a una figura, también son en gran parte responsables de la enorme promoción que reciben esas figuras, por lo que tienen una relación extrañamente simbiótica. Son capaces de instalarse días enteros frente a la casa de un famoso sólo para tener una foto. Lo de los huevos, al menos, es una respuesta graciosa.