"Venimos a pasarla bien. Se van a reír y van a llorar, pero lo importante es que lo hagamos juntos", dice Young Miko al arranque de su show del miércoles en el Antel Arena. "Bienvenidos a un espacio de mucho amor, bienvenidos al XOXO Tour", suma y el público responde con un grito entusiasta que recorre cada rincón del estadio cerrado.
Durante casi dos horas, eso es lo que define al debut de la cantante puertorriqueña en Uruguay: su show es una invitación al disfrute y la libertad a través de sus canciones. "Estamos aquí porque podemos ser nosotros mismos", reafirma. A medida que interpreta los hits que la convirtieron en una de las nuevas figuras de la música urbana, sus palabras adquieren más fuerza. Con su espectáculo, Young Miko crea un espacio seguro que invita a liberarse con la música.
La platea y las gradas del Antel Arena se llenan de postales de ese tipo. Grupos de amigos corean a los gritos y gesticulan los estribillos de "Wiggy", "Lisa" y "Classy 101", una señora se ríe mientras intenta imitar la coreografía que la cantante despliega en medio de "Colmillo" y una mujer baila "Chulo" con un compromiso digno de videoclip. Un rato más tarde, dos amigas se abrazan y se secan las lágrimas durante "No quiero pelear" y en los anillos alguien ondea la bandera de Puerto Rico con más fuerza que nunca mientras suena "Fina", la colaboración entre Young Miko y Bad Bunny.
Sobre el final de esa canción, precisamente, la cantante dispara unas cuantas frases que sintetizan la intención de su espectáculo: "Digan lo que digan, vamo' a gozarno' la vida" y "Mami, sé tú y que se joda". "Fina" es una de las más coreadas de la noche que abrió la uruguaya Agus Giovio.
Y en esa búsqueda de complicidad también hay espacio para la transparencia. Luego de cantar una serie de canciones en las que predomina la libertad sexual ("Wiggy", "Lisa", "Riri" y "Arcoíris"), la artista de 27 años se toma una pausa para mostrarse vulnerable. En vez de moverse por todo el escenario mientras su banda de cinco músicos fusiona reggaetón y rap con una impronta rockera, se queda sola en escena y se sienta en un banco de esos que suelen verse en las plazas.
"Saben que hace unos meses, cuando empezamos esta gira, yo no estaba en mi 100%, mental y sentimentalmente", cuenta, rodeada por plantas. "Fue un proceso bien raro y medio agridulce, pero descubrí que podía compartir con ustedes. No saben la cantidad de energía que me dan y lo que me hacen sentir todos los días. Y pues, en este proceso me encontré en un momento en el que estaba abrazándome a mí misma más que nunca y abrazándolos a ustedes también. Lo que más me di cuenta es que al final del día la que decide cómo se va a sentir soy yo, y yo soy la única que tiene control de eso".
"Tal vez alguien necesitaba escuchar eso", agrega mientras mira al público y lanza un consejo: "Si tu vibra está muy alta, nadie te la debería bajar. Eso lo controlas tú; eres tu mejor amigo y enemigo". Entonces, detrás de ella en un enorme telón transparente se proyectan las imágenes animadas de una plaza y un lago, y comienza a cantar "No quiero pelear". El público levanta corazones de papel, mientras los flashes de celulares iluminan el Antel Arena, haciendo el momento aún más emotivo.
Tras ese momento introspectivo, el ambiente festivo regresa con fuerza y Young Miko lee unas cuantas pancartas de sus fanáticos, la mayoría con mensajes de picardía. "Mi novia quiere un beso de tres", "Miko, yo te doy con el whip cuando tú quieras" y "Somos hermanas y somos Mikosexuales", son algunos de los que lee en voz alta y entre risas.
Luego, se detiene en uno que dice: "Soy fanático desde el día uno". Entonces, pone a prueba a su público con un enganchado a capella de sus primeras canciones, como "Big Booty" y "Putero", y la gente corea a todo volumen. "Gracias a ese apoyo que me han dado desde el día uno, y a esas canciones que se han convertido en algo muy especial, hoy día puedo seguir haciendo lo que tanto amo hacer y estando aquí con ustedes", asegura.
Ahora, en su mejor momento, Young Miko celebra su camino con uno de esos espectáculos que no solo encienden a su público, sino que la invitan a ser parte de algo más grande: una comunidad que baila, se emociona y se libera al ritmo de su música. Su misión está cumplida.
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