Publicó poesía, escribió para teatro, lanzó dos novelas negras para la colección Cosecha Roja de Estuario y sus cuentos han sido incluidos en diversas antologías y publicaciones colectivas. Aunque últimamente se la suele asociar al policial, a esta altura, la obra de Cecilia Ríos es inclasificable. “Las categorías te limitan cuando vas a escribir”, reafirma en diálogo con El País.
La autora de libros como Volver de noche (Premio Lussich 2019) y No fumes ni vayas a la guerra (Premio Narradores de la Banda Oriental, 2019) se siente cómoda tanto con la poesía como con la novela negra, pero hace énfasis cuando se trata del cuento. “Es como que tiene un lugarcito especial en mi corazón”, comenta. “Es mi género favorito”.
En Un desperfecto en la carretera, su conmovedor nuevo libro de cuentos, Ríos presenta 11 historias que se inspiran en la búsqueda que el autor Damián González Bertolino sintetiza en el texto de la contratapa: “¿Cuántas naves estaríamos dispuestos a quemar para ser felices?”.
En “Kalea”, por ejemplo, una mujer se desprende de su vida anterior para mudarse a Italia e ir en búsqueda del hombre del que se enamoró por chat. Algo similar sucede con “Mi refugio”, donde una productora televisiva juega sucio para lucirse más que la conductora del programa que cuenta la historia de diversas casas y sus habitantes; o con “Canon circular”, que describe un viaje en pareja a Brujas y analiza cómo funciona el amor en la madurez.
“El libro estuvo descansando un año en una editorial que nunca se decidió a publicarlo”, revela. Sin embargo, tuvo una segunda oportunidad cuando el Instituto Nacional de Letras lanzó el incentivo a la edición Felisberto. “Estuario me ofreció participar porque había que hacerlo a través de una editorial, y pasé la prueba del jurado aunque no me parecía muy afín a lo que escribo. Pero gustó, y cuando me enteré fue una gran alegría”, comenta.

Ríos todavía recuerda lo que sintió al reencontrarse con aquella colección de cuentos que guardó durante un año. “Al principio me pareció que había demasiada amargura y eso me preocupó un poco”, admite. “Pero después hice una especie de balance de cuáles cuentos ofrecían una salida y cuáles estaban clausurados en ese tipo de maldad. Al final encontré un equilibrio que me tranquilizó”.
La autora, que mañana a las 19.30 presentará Un desperfecto en la carretera en la Alianza Francesa —participarán Yanina Vidal y Damián González Bertolino—, cita una frase de la escritora argentina Lila Biscia para referirse al origen de varios de sus cuentos: “Lo que escribo está muchos años antes dando vueltas por mi cabeza”.
Y si bien aclara que hay excepciones, una gran parte del libro se ajusta a la cita de Biscia. Ese es el caso del excelente y desgarrador “El tamaño de la maldad”, que se inspira en lo que una tía le contó hace años y que sucedió en Sarandí Grande en la década del 50. No vamos a spoilear la trama para no arruinar el efecto, pero es, al igual que “Kalea”, una pieza imprescindible de Un desperfecto en la carretera.
“Escribir es siempre un descubrimiento”, dice sobre su labor. “Es como que andás en un bosque entre la niebla y ves unos árboles en el fondo; decís: ‘tengo que llegar hasta allá’, y vas encontrando tu camino y descubriendo cosas. Es muy enriquecedor cuando llegás al final y estás satisfecho”.