MATÍAS CASTRO
Un compañero del diario se preguntaba, hace algunos días, si Mel Gibson no estará recibiendo más golpes y críticas de lo habitual debido a su asociación con la derecha más dura. Desde mi punto de vista, le dije, el caso de Gibson no necesariamente tiene que ver con una cuestión de ideas políticas y religiosas. Al menos no en este momento. En su caso hay un dato particular que lo vuelve distinto y más cuestionable que cualquier actor que viva cuestionamientos políticos o religiosos y es que desde febrero pasado el mundo tiene pruebas de su carácter agresivo y violento, gracias a su ex, Oksana Grigorieva, quien lo grabó mientras le gritaba.
Curiosamente, Gibson ha sido mucho más atacado que Charlie Sheen, y tal vez sea por las grabaciones de marras. "Charlie Sheen está fuera de control", decía el sitio web de chismes La Botana. En la nota que publicaba ese portal se citaba un artículo que había aparecido en el diario Daily News, donde una fuente decía que el actor no sabe cuándo parar con las drogas y el alcohol. Con todo eso su caso está adquiriendo una mayor trascendencia, desde que la semana pasada se informó que arrasó con un cuarto de hotel luego de encontrarse con una prostituta. No es la primera vez que le ocurre, ya que tiene un largo historial de anécdotas de desmadres de todo tipo y color, muchas de las cuales incluyen acusaciones de violencia doméstica, agresiones con armas y demás cuestiones. Pero, cabe recordar, no hay fotos ni grabaciones que lo muestren actuando agresivamente. Solo hay fotos en las que sonríe a la cámara, junto al niño que protagoniza con él la exitosa comedia Two and a half men.
Debido a que las pruebas dieron la vuelta al mundo, Gibson se ha convertido en uno de los actores de peor reputación del planeta. El proceso judicial que lo enfrenta a su ex lo ha metido en más problemas ya que un juez resolvió que el próximo sábado no podrá estar en el cumpleaños de un año de su hija. Y en eso no hay mucha ideología, solo hechos.