CRÍTICA

Se estrenó la nueva de Pixar que está a la altura de las anteriores entregas de la franquicia

Al igual que sus protagonistas, la franquicia de Toy Story sigue estando “nueva de paquete”. A la altura que muchas sagas se derrumban, la creación de Pixar mantiene sus brillos originales y se conserva vital. La cuarta parte recurre a alguno de los viejos trucos (y el guion parece un compilado de algunos momentos de las anteriores) pero aún sabe como sorprender y emocionar, sus dos ingredientes principales.

La tercera parte había tenido un cierre perfecto: Andy se iba a la universidad, le legaba sus juguetes a Bonnie y todos lloramos como niños. Aquí, el pasado está resumido en un lindo montaje de tiempo que da idea de la circularidad de la historia y avisa que ahora vuelve al inicio.

Bonnie está empezando el jardín de infantes y Woody, siempre preocupado por el bienestar ajenom la acompaña clandestinamente y la alienta a construir a Forky, uno de los nuevos personajes. Cuando previsiblemente se les pierde hay quesalir a buscarlo La película, está claro, es sobre cómo Woody debe salir de su zona de confort y encontrar un nuevo lugar en el mundo. Lo esperan aventuras y Bo Peep, una vieja amiga que se convirtió en un juguete perdido, es decir es libre. Es un lindo personaje.

El director, Josh Cooley, compone la película, por primera vez en la saga, en pantalla ancha y quizás por eso -y por el grado de realismo que es garantía de la casa- Toy Story 4 es la más cinematográfica de todas. Los escenarios (una casa de antigüedades, el interior de un flipper) son increíblemente reales (hay que ver el polvo y está bueno saber todo lo que cuesta tecnológicamente hacer eso) y todas las escenas combinan acción y humor en los grados justos que siempre administró la historia.

Toy Story 4 es una buena manera de reecontrarse con unos viejos amigos y todos sabemos que no hay nada más lindo que eso.