CRITICA
Está entre lo más visto y tiene a Florence Pough como una enfermera, a fines del siglo XIX, que debe vigilar a una niña que se niega a comer; dirige el chileno Sebastián Lelio

El prodigio, que se ha instalado entre lo más visto localmente de Netflix, es la mejor película del chileno Sebastián Lelio desde su Oscar por Una mujer fantástica.
Es, además, su primera película de época, la adaptación de una novela de Emma Donaghue sobre enfermera que va a un pequeño pueblo de Irlanda para vigilar el ayuno místico de una adolescente. La acción transcurre en 1862, se avisa, después de la gran hambruna.
La enfermera está interpretada por Florence Pough, una de las grandes estrellas del cine actuales, quien acá muestra un compromiso que podría ser destacado en los Oscar.
Es un policial y un western sobre cuestiones de fe, de ficción y realidad y de creer en lo que vemos.
Lelio (apoyado en la fotografía de Ari Wegner, la misma de El poder del perro) construye un universo visual con claroscuros que vienen de la pintura de Ingres y Caravaggio. La música de Matthew Herbert aporta a la extrañeza.
El prodigio habla de otras cosas. Las dualidades (fe y ciencia, por ejemplo) se replican en el juego de realidad y ficción que plantea desde un explícito distanciamiento brechtiano. Ese es el contrato de lectura.
La película empieza, así, con un travelling en el estudio en el que se está filmando la película y donde una voz nos da una suerte de manual. El juego de ficción es roto un par de veces más incluyendo, un narrador que reconoce la presencia del espectador y rompe la cuarta pared y señas en ese sentido en el montaje y los diálogos.
Ese distanciamiento es parte del cine moderno y está ahí para generar una sensación rara en el espectador y consigue transmitir la incomodidad de la historia.
Eso aporta otra lectura a una película intensa sobre esas cuestiones de la fe. La fe en Dios y la fe en el Cine.
Director: Sebastián Lelio. Guion: Emma Donoghue, Lelio, Alice Birch, sobre novela de Donoghue. Fotografía: Ari Wegner. Editora: Kristina Hetherington. Música: Matthew Herbert. Con: Florence Pugh, Tom Burke, Niamh Algar, Kíla Lord Cassidy, Elaine Cassidy. Duración: 108 minutos.