Buenos Aires se mudó para Los Angeles

| El nuevo film tiene que luchar con la buena memoria dejada por el policial de Fabián Bielinsky

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GUILLERMO ZAPIOLA

Es una relación casi impensable: que cineastas argentinos puedan vender sus ideas en Hollywood. Pero desde el pasado viernes la posibilidad quedó a la vista del público, tras el estreno en los Estados Unidos, y con mediana aceptación de la crítica, de Criminal, versión norteamericana dirigida por el debutante Gregory Jacobs del film argentino Nueve reinas de Fabián Bielinsky. Esa historia de estafadores que originalmente transcurría en Buenos Aires se desarrolla ahora en Los Angeles, con John C. Reilly y el mexicano Diego Luna en los papeles que originalmente encarnaran Ricardo Darín y Gastón Pauls.

Todo indica que quienes han disfrutado más con el film son quienes no conocían el original. Con todas sus referencias a El golpe de George Roy Hill (aquella clásica historia de estafadores interpretada por Paul Newman y Robert Redford) o a Casa de juegos de David Mamet (con Joe Mantegna y Lindsay Crouse) que era una pequeña obra maestra de ilusión y engaño, Nueve reinas era claramente una brillante película para ver una sola vez: el interés disminuye considerablemente cuando uno ya sabe qué se oculta detrás de su ininterrumpida serie de trucos y sorpresas, su encadenamiento de pequeñas estafas que enmascaran un golpe mayor.

Con términos ligeramente diferentes, Roger Ebert del Chicago Sun Times y Mark Holcomb del Village Voice definen a Criminal como "un razonable facsímil" de Nueve reinas. Hay al parecer algunos cambios de detalle en la historia (el asunto no tiene que ver esta vez con estampillas sino con un antiguo y valioso certificado), y se mantiene el esquema central en torno a un estafador veterano (antes Darín, ahora Reilly) que enrola a un joven y más inexperto colega (antes Pauls, ahora Diego Luna) en un golpe de alcances insospechadas que conoce varias derivaciones inesperadas

En el origen de Nueve reinas estuvo el concurso Nuevos Talentos Cinematográficos, convocado por Patagonik Film y una serie de empresas asociadas, con vistas a la realización integral y distribución de un largometraje en 35 mm. El jurado integrado por Cipe Lincovsky, Alejandro Doria, José María Paolantonio, José Martínez Suárez y Pablo Bossi seleccionó entre 354 guiones el presentado por Fabián Bielinsky. La siguiente decisión de Patagonik fue encargar al propio Bielinsky la realización del film, permitiéndole así debutar como realizador de largometraje. Fue una decisión acertada, realmente.

Aunque Nueve reinas tuvo solamente un modesto éxito de taquilla en Estados Unidos llamó la atención de los críticos, tuvo una buena acogida en festivales e interesó a George Clooney y Steven Soderbergh, cuya empresa productora apoyó la "remake" norteamericana (del mismo modo que Soderbergh también volvió a hacer Solaris de Andrei Tarkovskii con Clooney de protagonista). Clooney no actúa en Criminal, pero se desempeña como productor ejecutivo, y Soderbergh (el de sexo, mentiras y video, Erin Brockovich y Traffic) intervino en el libreto junto al director Jacobs, que ha sido su colaborador desde Un romance peligroso.

REVISION. La nueva versión reúne a un elenco interesante. El excelente John C. Reilly ha conseguido un protagónico luego de decenas de secundarios a lo largo de una carrera en la que llegó a una probable culminación en Chicago. Por su parte, el joven mexicano Luna parece estar pasando por un buen momento, habiendo sido incluido en los repartos de Pacto de justicia de Kevin Costner, The Terminal de Spielberg y la nueva Dirty Dancing.

Hay empero un aspecto de Nueve reinas que parece haberse perdido o aparece muy atenuado en la versión norteamericana: una de sus ideas rectoras era la de que todos los personajes se movían en medio de una especie de "realidad virtual", donde la mentira y el engaño constituían la trama misma del tejido social. Por atrás de su historia policial corría la metáfora de una sociedad cuya estructura misma era puesta en cuestión (no olvidar que la película fue rodada durante el año del "corralito"), con alguna ironía adicional acerca de "ladrón que roba a ladrón...". Según señala Holcomb en el Village Voice, la "remake" angloparlante sería algo timorata a la hora a arriesgar algún tipo de "comentario social" de esa naturaleza: el crítico aconseja incluso a Soderbergh y Jacobs que lean más a menudo los diarios norteamericanos.

El mejor libreto de la historia del cine argentino

n No es fácil escribir sobre Nueve reinas sin entrar en detalles sobre el verdadero juego de cajas chinas, poblado de vueltas de tuerca y derivaciones inesperadas, que constituía su elaborada trama, acreditando a su también director (debutante) Fabián Bielinsky como uno de los más ingeniosos libretistas de la historia del cine argentino.

Cuando se pensaba el film desde el final no resultaba difícil advertir que todo era una gran improbabilidad, un rompecabezas pacientemente armado pero en último término increíble, si se le aplican criterios de verosimilitud que (afortunadamente) no venían al caso. Porque pese a ello el asunto resultaba creíble en la pantalla, virtud atribuible a la doble habilidad de Bielinsky como libretista y como director.

En su primera condición, el autor integraba cada pequeño golpe, cada insignificante estafa perpetrada por los personajes de Ricardo Darín y Gastón Pauls a lo largo de las 24 horas durante las cuales transcurría la acción, convirtiéndolos en partes de una estructura mayor en la que las reinas del título (nueve valiosas estampillas y su falsificación) jugaban un papel fundamental. También sabía escribir para sus personajes un diálogo pronunciable en lugar de las parrafadas habituales que son una de las plagas endémicas del cine argentino: estos timadores hablaban realmente cuando necesitan hacerlo, y lo que decían parecía siempre necesario para su comunicación, no para que el espectador se entere de cosas que ellos ya sabían. Y aún más: el film se las arreglaba para incorporar una amplia galería de personajes secundarios, definidos en pocos trazos, siempre convincentes, siempre funcionales a la historia, nunca reducidos a simples piezas de un juego mecánico. Un ejemplo entre varios del virtuosismo de Bielinsky como libretista era la insistida obsesión del personaje de Pauls con un tema de Rita Pavone: cuando ese tema surgía finalmente en la banda sonora, adquiría un sentido muy particular que se había ido preparando cuidadosamente a lo largo del relato.

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