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La historia de Santiago De la Cruz, el hijo de Cacho y Laura y su pasión por la música clásica

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Santiago De la Cruz. Foto: Leo Mainé

ENTREVISTA

El joven de 20 años dedica gran parte del día al ensayar en el piano. Se está preparando para ingresar en el conservatorio. Habla de su vida y la relación con su padre, de 84 años.

—¿Como se inició en vos esa pasión por la música?

—La verdad que no tengo ni idea. De chico estudié piano un tiempo y también batería, instrumento que en ese entonces me llamaba mucho la atención. Tendría 7 u 8 años. Pero después lo dejé. De todos modos en mi casa siempre sonó mucha música. Me crié con el dixie land, que es la música predilecta de mi padre, a toda hora.

—¿En qué momento resurgió el interés por tocar e involucrarte más por la música?

—Espontáneamente, no sé muy bien por qué, a los 16 años me picó de nuevo el bicho del piano. Empecé a tocar y a descubrir a Bach, a Beethoven y otros compositores clásicos y no paré más.

—¿Por qué lo clásico?

—Por la complejidad que tiene y las formas musicales. Me atrapan las fugas o el contrapunto... Me hacen pensar todo el día en eso. No solo para tocarlas, que son difíciles, sino a nivel de escuchar e ir investigando, leyendo las partituras. A veces el mismo tema con el que se empieza una fuga se pone al revés o se mueven quintas... o cambia de tonalidad. Ese tipo de cosas me van atrapando en un mundo como si fuera un químico ensayando con distintas sustancias y reactivos. Me pasa exactamente lo mismo. También soy consciente de que es un mundo que te aísla un poco. De repente me llaman amigos para salir y no tengo ganas. Prefiero quedarme en casa tocando.

Santiago nació en agosto de 2001, fruto de la relación de Cacho De la Cruz y Laura Martínez, que duro hasta 2009.
Santiago nació en agosto de 2000, fruto de la relación de Cacho De la Cruz y Laura Martínez, que duro hasta 2009. Foto: Ruben Giménez. 

—¿Cuál de los compositores te parece el mejor químico?

—Sebastian Bach es de mis preferidos. Él y sus hijos, su familia. Creo que el dixie land tiene mucho que ver con Bach. En la música de Eddie Condon o Benny Goodman, que han sido unos genios, hay mucho contrapunto o mezcla de voces.

—Estás estudiando con el objetivo de entrar a la Escuela Universitaria de Música...

—Sí. Estoy estudiando. Estaba tomando clases con una profesora pero nos llevamos un poco mal y ahora la dejé, aunque yo la quiero mucho. Traté de entrar al Conservatorio el año pasado y no pude. Me voy a postular nuevamente este año. Me atrapan las tres opciones: interpretación en el instrumento, dirección orquestal y composición. Las dos últimas me gustan más, aunque las tres van de la mano. Estoy decidiendo a cuál me postulo.

-—¿También has compuesto?

—Sí. Me encanta escribir.

—¿Con qué frecuencia tocás?

—Todos los días. Muchas horas. No sé muy bien cuántas. No tengo otra cosa que hacer y tampoco soy bueno en otra cosa.

—Quizás la situación de pandemia te limitó otras actividades...

—No, no. Desde que descubrí el piano no soy mucho de salir. A lo mejor los fines de semana hacemos algo con amigos o amigas, pero entre semana prefiero quedarme en casa, tocando.

Santiago de la Cruz
Santiago de la Cruz. Foto: Leo Mainé.

—¿Los vecinos no se quejan?

—Un poco me deben odiar, aunque creo que la aislación del edificio es buena. En un tiempo quizás me odien más.

—Vivís con tu padre desde hace algunos años. ¿Qué dice él?

—Él es un gran músico. Tiene muy buen oído, incluso mejor que el mío. Tengo una buena orientación él. Es cierto que mucho de la música que yo toco no es muy conocida por él, pero si nos sentamos juntos entiende enseguida. Nos comunicamos bien. Y por suerte, tengo el apoyo de alguien. También lo digo por mi madre, que siempre me respaldó. Quizás en otra familia le dicen al pibe: “No, andá a estudiar algo en serio. Andá a hacer algo de verdad”. Y esto es de verdad. En Uruguay hay profesionales de la música muy buenos y viven de eso.

—¿Estudiaste alguna otra cosa “de verdad”?

—No. Cuando tenía 15 años me tiraban otras cosas, como ser guardavidas o la arqueología. Pero me decidí por la música. Me encanta el mar. Mi tío (hermano de Laura Martínez) es guardavidas en Brasil y siempre me llamó la atención su vida.

—¿Los medios de comunicación no te llamaron la atención en algún momento, teniendo a tu papá, tu mamá y a tu hermano Maxi dentro de un televisor por tantos años?

—No. Nunca. No sé por qué. Debería tenerlo en la genética. Pero no me llama la atención.

—¿Y el humor?

—El humor siempre está presente en mi casa. Es un estilo de vida. Aunque tiene 84 años, mi padre es muy jodón y gracioso. Y mi hermano es un calco de él. Con las bromas son idénticos. Maxi me hace reír mucho, carcajadas. Es un gran padre también.

—¿Cómo definirías la relación con tu papá?

—Amor absoluto. Muchos besos, mucho cariño y mucha comprensión. Y mucha pelea también. La mayoría de las veces peleamos por boludeces y lo agradezco porque peor sería pelear por cosas importantes. La diferencia generacional es grande: nos llevamos 64 años. Es como vivir con mi abuelo, pero yo no puedo tener una relación de abuelo con mi padre. Las visiones que tenemos son muy distintas. Él debe tener razón la mayoría de las veces, pero cuando discutimos no lo veo tan así. Con mi madre no me peleo tanto. Tenemos más conexión en muchas cosas.

—Ella está viviendo en Maldonado, en Playa Verde. ¿Con qué frecuencia se ven?

—Todas las semanas ella viene. La pasamos muy bien. Yo no voy para allá porque si bien hay un piano, no me gusta. Si hubiera otro tipo de piano, la visitaría más.

—Digamos que si el piano funciona, funciona todo lo demás.

—Sí. No sé si eso es malo o bueno.

—Quizás el día que tengas una pareja y pongas el piano por encima de otros intereses en común, puede ser malo...

—Ahora no sé si quiero tener una pareja formal y estable. No me lo planteo.

—Seguramente hay muchas personas de tu generación interesados en la música, pero no tantos específicamente con interés en la música clásica o en el piano. ¿Compartís esos gustos con colegas de tu edad?

-—No. Tengo amigos que hacen música, pero no el tipo de música que a mí me interesa.

—Están interesados en otros géneros más populares, como rock, pop...

—Sí, géneros que están muy bien, por cierto.

—¿Qué te pasó en la mano derecha?

—Me lesioné hace un mes por tocar. Los diagnósticos son tenosinovitis de De Quervain, síndrome del túnel carpiano y pulgar en gatillo. Todo eso tengo.

—¿Y qué hay que hacer?

—Guardar reposo de la mano.

—¿Cómo lo estás llevando?

—Medio mal. Aproveché para hacer estudios para mano izquierda y en ese aspecto he evolucionado en un 1.000%. Pero no quiero lastimarme la otra mano. Así que trato de medirme. Es difícil, más en mi caso que soy propenso a obsesionarme con las cosas.

—¿Por qué los guantes?

—Uso constantemente guantes porque eso limita que estire la mano. En el estiramiento se genera más dolor y se me duermen tres dedos. Hay una inflamación y tengo que esperar que se desinflame el túnel por el que pasan los tendones de los dedos. Se puede recurrir a una solución quirúrgica también, pero por ahora no quiero la cirugía.

—¿Por otro instrumento no se te ha dado?

—Me encanta la flauta y el violín. Si algún día estoy bien de la mano y tengo la plata, me compraría esos instrumentos.

—¿Y el trombón?

—Ese no me gusta nada.

—Era el instrumento que tocaba tu padre en Los Hot Blowers, la banda que integró con Ruben Rada y los hermanos Fattoruso.

—Sí. Me paso escuchando los discos. Los Hot Blowers. Eran bárbaros. A todos los de la banda los conozco desde chiquitos, empezando por Rada. El piano en el que toco todos los días lo usaban para la banda. Tiene más de 50 años.

—Hace un tiempo compartiste alguna de tus interpretaciones, pero luego no...

—Yo no tengo redes sociales. Subí alguna cosa en You Tube pero hoy las borraría. Siento que en este momento tengo mucho para crecer. No me considero tan bueno como para compartir. Me faltan añares y está bueno que sea así. No es malo pensar que uno no es en el presente lo que quiere ser después.

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