Por: Mariángel Solomita
De las causalidades hubo una que terminó siendo película. Esta es la que en un momento reunió a un actor sin experiencia, Leonardo Lorenzo, un periodista al que convencieron de dirigir su primera película, Álvaro Buela, y a Eduardo Galeano, que en 1997 no tenía idea que en un texto suyo podía estar la suerte necesaria para una elección actoral.
"Con una mirada derrite el acero, con una patada tala todos los árboles de la selva, con un puñetazo perfora varias montañas a la vez.
En su otra personalidad, Superman es el timorato Clark Kent, tan pobre diablo como cualquiera de sus lectores."
En el casting Lorenzo interpretó a Clark Kent, "porque Superman es bipolar: cuando está deprimido es Clark Kent cuando está para arriba es Superman".
"Respecto a la elección de Leonardo pesaron muchas cosas, sobre todo la actitud y el humor con que se tomaba la propia situación de hacer el casting." Buela no quería dirigir, el guión que había escrito era lo suficientemente personal, "tiene mucho de experiencias cercanas, algunas mías y otras no".
-¿Qué te hizo decidirte? ¿Cómo comenzaste a sentirte cineasta?
-Escribí el guión para que lo dirigiera otro. Fue la productora de la película, Natacha López, quien me convenció para que lo dirigiera yo, con el argumento de que era una historia muy cercana a mí. Y respecto a lo de `sentirme cineasta`, voy por la cuarta película y aún no me ha llegado. Cineasta es una palabra inmensa.
Leonardo Lorenzo no hizo más películas. "Me hubiera gustado seguir filmando, nunca más hubo una convocatoria, no existí más, después de mí vino (Daniel) Hendler y ya está, yo soy el último muerto de la guerra…"
Queda claro, vive con humor, y vive del humor. Además del stand up comedy al que vuelve intermitentemente, está la televisión, y ese programa en el que da los buenos días desde hace trece años.
Esta causalidad, la que terminó en un estudio de Canal 4, empezó con Esteban, el personaje -que gracias a Superman, lo pobre diablo que es en su personalidad depresiva, Eduardo Galeano que lo que quiso escribir, y esa persona anónima de la Sociedad de Actores del Uruguay que puso en esas manos ese papel con ese fragmento- interpretó Lorenzo.
Y que Esteban, casualmente, también tenía mucho de Leonardo. Hay que atender a las casualidades, porque esta debió haber tranquilizado a Lorenzo, y a Buela y a López: "me entregaron el guión y decía lo que Esteban tenía en su mesa de luz, libros, discos, objetos. En mi mesa de luz estaban las mismas cosas".
-Fuiste el primer director en contar con la ayuda de un coach de actores, ¿qué te llevó a tomar esta decisión?
-El Canal 10 nos ofreció la colaboración de Guillermo Íbalo, que tenía experiencia en la televisión argentina, y acepté de buena gana. Fue un gran aporte para esa película porque su método estaba muy en consonancia con lo que buscábamos. Después, ni en Alma Mater (2005) ni mucho menos en La deriva (2009) volví a trabajar con un director de actores porque eran proyectos muy diferentes a Una forma de bailar, que necesitaban desarrollar sus propios métodos de actuación. Y así lo hicimos.
Íbalo fue el encargado de poner en estado a Lorenzo. " Se rodó en un set en el canal, entonces Guillermo te pegaba una piña en el estómago o te sujetaba y no te dejaba salir. Algunas reacciones eran estados físicos inmediatos que él te provocaba en el momento, y conseguías la emoción que necesitaba la escena. Dudo de que en Estados Unidos trabajen así, es que no había tiempo, no había tiempo de ensayo con él, en el rodaje se hacía eso", dice el actor.
El guión de Buela había conseguido el apoyo del premio FONA, que designó que la película se emitiría por ese canal. Se grabó en video. Lorenzo: "Fue la primera película que se juzgó independientemente que fuera uruguaya. Hasta ese momento, si era uruguaya, el 50% decía que era una porquería porque era uruguaya, el otro 50 que había que apoyarla porque era uruguaya ¡La única película que no viajó a ninguna parte! No salió de fronteras, ¡yo creo que es de culto! Y se llevó un proyector de video y así se exhibió en salas, fue la ultima película analógica del Uruguay: esa película es como Jean-Claude Van Damme".
Según recuerda Lorenzo había dinero para filmar catorce días. El trabajo fue tan bueno que sobró uno. "Los rodajes eran un joda permanente, montábamos escenas, escenografías, escribíamos textos sólo para hacerle una joda al continuista, imaginate el ambiente de trabajo. Espíritu de fiesta, estábamos contentos de hacerlo y de estar juntos haciéndolo."
- `Los medios económicos deberían ir en consonancia con los medios expresivos` ¿Cómo interiorizaste este razonamiento en relación a la película?
-(A.B.) Lo fui aprendiendo sobre la marcha, haciendo, equivocándome, hablando con gente que tenía más experiencia que yo, confiando en el equipo, reflexionando, a veces usando el sentido común, a veces usando lo opuesto al sentido común (en el cine, como en la vida, las ideas en apariencia más delirantes son las que sirven).
-¿El dirigible (1994) fue de alguna forma un impulso para tus realizaciones en cine? Una forma de bailar fue una película que conectó con el público, más de lo que esperabas supongo, y que aplicó un camino de llegada a ese espectador distinto al que eligió Pablo Dotta ¿Qué película querías hacer en ese momento? ¿Qué comunicación querías con el espectador?
-Como para muchos espectadores, El dirigible tuvo para mí una sensación de cierta frustración y, con perdón de la metáfora, de "indigestión". Había escenas poderosísimas -todavía lo son- y un punto de partida fascinante -la relación del Uruguay con la imagen- que, a mi criterio, quedaban anulados por una débil y caprichosa coartada narrativa. Con Una forma... quise ir en contra de esa tendencia, tratando de buscar las imágenes a partir de un guión bastante armado y cohesivo. Cero experimentación, aunque hacerla en aquel momento era más experimental que el video-arte. Con Alma Mater, por el contrario, me aboqué primordialmente a la búsqueda de imágenes y climas. En ese sentido, creo que estaba en la línea de El dirigible. Por eso pienso que, en mi caso, el diálogo con El dirigible fue fundamental, primero para distanciarme y luego para reconciliarme con ella. La deriva fue otro viaje, literalmente, y por eso la siento más mía, a pesar de que la hicimos en equipo.