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Daniel Figares: "El desencanto es el mejor estado para un periodista"

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Daniel Figares

ENTREVISTA

Rompekbzas regresa a la radio a través de laX.uy y Radio Universal. Figares (56 años) dice que votó anulado y concibe al periodismo como una “fiscalía”. Revela su histórica interna con Petinatti.

—Después de la última experiencia en El Espectador (2015 - 2018) regresa Rompekbzas a través de laX.uy y retransmitirá Universal (970 AM), ¿Cómo se dio esta vuelta?

—El gran hacedor de todo esto se llama Alejandro Fontaina (director de laX.uy). Hace tiempo que él viene trabajando para que nos juntemos y por suerte se alinearon los planetas para hacerlo. La X y El Dorado (la FM que catapultó a Figares en los años ‘80) están emparentadas en varios sentidos: funcionaron en el mismo punto del dial (100.3 FM) y también cultivaron un gusto por el rock and roll, entendido no solo desde lo musical, sino como una cuestión de actitud de vida. El otro punto de contacto que el otro día conversábamos con Alejandro refiere a los momentos históricos. Cuando nosotros empezamos en El Dorado, en 1985, la gente no escuchaba FM, los receptores solían venir solo con AM, así que tuvimos que empezar de cero a instalarnos en los oídos de la gente. La X.uy es una radio por Internet y en un sentido parecido a aquello que hicimos, está en el camino de ganar oyentes como un medio nuevo.

—¿Con qué equipo comienza Rompekbzas 2020?

—La X.uy ya está al aire con distintos canales musicales de streaming, pero nosotros empezamos el lunes 2 de marzo. Iremos de lunes a viernes de 16:00 a 18:00. Retransmitirá Radio Universal. El equipo es básicamente el mismo, con Fabián Cambiasso y Carlos Peláez, que es como nuestro “periodista estrella” y todo el equipo de investigación periodística.

—En 2018 se cerró el ciclo en El Espectador debido al cambio de propietarios, ¿quedó algo pendiente?

—No, al contrario. Nuestro contrato terminó y la radio se vendió, por lo que nuestra salida era una posibilidad completamente legítima. De hecho, quiero tener la gratitud correspondiente hacia los actuales propietarios de El Espectador que me cedieron gentilmente el nombre Rompekbzas, que no era mío. Estaba registrado a nombre de la empresa. Ellos tuvieron la amabilidad y el don de gente de cederlo.

—¿Qué balance hace de los tres años en El Espectador?

-Excelente. Fue motivo de orgullo lo que logramos. En los últimos días hicimos un balance que fue primero para nosotros y terminó siendo para la gente. En Rompekbzas cubrimos revelamos detalles de la debacle de Ancap. También fuimos los primeros que revelamos que el exsecretario político del Frente Amplio, Gonzalo Reboledo, se presentaba como sociólogo y no tenía título. Lo mismo Leonardo De León como agrónomo. Hicimos un informe sobre los comunicadores del Estado, que alcanzan el 38% del total. Fue el primer relevamiento sobre este tema. También fuimos los primeros en informar del cierre de Cambio Nelson... entre muchos otras investigaciones pioneras. Me quedé más que conforme.

—¿Extrañó hacer radio en año electoral?

—Sí, pero trató de ver el lado positivo. Zafé de algunas cosas insalubres. Las campañas son salvajes, de mucha presión. No tengo problema con el salvajismo porque he vivido como en National Geographic toda mi vida en los medios. Pero no estar activo me hizo zafar de la lucha de poder. Eso fue lo único positivo. Tuve algunas conversaciones con medios y de haber llegado a un acuerdo, hubiera estado en el dial. Pero no se dio y me gusta ver el lado bueno de eso.

Daniel Figares
Daniel Figares en El Espectador, donde estuvo hasta 2018. 

—Cambia de signo el gobierno con el triunfo de Luis Lacalle Pou, ¿qué análisis hace de eso?

—Creo que el desgaste hizo lo suyo. Una fuerza política con tres períodos seguidos obviamente no puede salir ilesa. Encima, el Frente Amplio no utilizó a los ministros como fusibles. Si ese lugar reservado para la renovación, también lo dedicó a eternizar a los funcionarios, era difícil que no le pasaran factura.

—¿Cómo imagina que va estar 2020 para el periodismo de investigación, con un gobierno que entra sin muchos antecedentes?

—Siempre hay cosas que investigar. Es un gobierno nuevo pero tiene figuras que fueron parte, por ejemplo, del equipo de Lacalle Herrera en su gobierno (1990-1995). Aunque es verdad lo del recambio, empezando por el propio Lacalle Pou. Eso me parece una cosa interesante: que Uruguay tenga un presidente tan joven. Habrá que ver cómo gestiona y cómo se diferencia de la gestión de su padre.

—Forma parte de la radio desde 1977, pero entre 2003 y 2015 no estuvo en ninguna emisora, ¿qué cree que pasó?

—Creo que los dos últimos actos antes de ese mute de 12 años que tuve fueron determinantes para eso. Yo estaba en AM Libre y desde ahí lancé críticas a un periodista que se suponía de izquierda como Federico Fasano. Trabajé muchas veces con él, tengo algunas cosas para agradecerle pero muchas más para no agradecerle. Obviamente, Fasano actuó para la imposibilidad de que alguien como yo tuviera un micrófono. Soy de izquierda pero voto anulado hace mucho tiempo y creo en un rol del periodista como fiscal y controlador. Lo otro que me condicionó fue una entrevista que le hice en Canal 12 a Luis Alberto Lacalle Herrera, que fue muy dura y hasta hoy tiene miles de miles de reproducciones en You Tube.

—¿Se definiría como un desencantado de la izquierda?

—Sí, soy el primer desencantado. Incluso antes de que el Frente Amplio fuera gobierno me decepcionó. En 2002 fuimos el único programa que cubrió en vivo la crisis. Desde enero o febrero teníamos la información de que se venía la corrida bancaria. No había otra posibilidad. Lo hablé con una figura de renombre dentro del equipo económico del Frente Amplio y me dijo que estaba al tanto de todo, pero lo que hicieron fue mirar para otro lado y dejar que el país se viniera abajo. A su vez, Tabaré Vázquez dijo entonces que iba a propiciar un juicio político al presidente Jorge Batlle y tampoco lo hizo. Así empezó mi desencanto.

—En los últimos tiempos hay una revisión de la figura de Jorge Batlle, que lo señala como un líder importante para superar la crisis. ¿Coincide?

—No me pliego al relato de Jorge Batlle “héroe”. Si nosotros que teníamos un humilde programa de radio conocíamos todas las alarmas de lo que se venía, al gobierno también le sonaron. La solución era hacer un corralito antes de las fugas de capital, antes de que nos costara las reservas y la dignidad. Además, nosotros informamos de una reunión muy misteriosa que existió en diciembre de 1999 en Buenos Aires. Fue en la casa de los hermanos Röhm, que fueron los iniciadores del descalabro. Allí estuvieron Batlle, Lacalle, Carlos Menem, Fernando De la Rúa y George Bush padre, entre otros… Fue muy misteriosa esa reunión. No sabemos qué se dijo, pero después de eso vino la crisis. Es algo que he intentado investigar pero nadie habla de esa reunión, ni de su contenido. Todo muy hermético y sospechoso.

—¿Hay una grieta en Uruguay como se dice?

—Está dividido sí. Que las elecciones se hayan definido por 30.000 votos habla de esa fractura. Valoro los gestos tanto de Lacalle Pou como de Tabaré Vázquez de mostrarse juntos porque hay un bien común que llama Uruguay. Sabemos que no se tienen cariño pero si se tienen odio, no se debe notar. Después, a nivel de redes sociales la gente está muy confrontativa y por todo tipo de cosas. Lo que aflora en las redes es una imagen del estado de la psiquis uruguaya y mundial. La vida está muy difícil en el mundo; desde Hong Kong, Colombia, Argentina, Chile, Francia… hay conflictos y marchas. El mundo es un despelote. Me hace acordar a los años ‘60. Si la historia es cíclica, como por lo general lo es, espero que no se venga lo que vino después de los ‘60, con exponentes de derecha reaccionaria en el poder.

—¿Anuló el voto nuevamente?

—Sí. Para un periodista que trabaja en temas políticos, el descreimiento es la mejor posición que se puede tomar. En los años ‘80 voté al Frente Amplio, por hoy el desencanto alcanza a todo el sistema político. Me parece algo vital para la profesión. Suscribo a la línea orwelliana del periodismo. Como dice Peláez, vos tenés que estar para fiscalizar, observar y controlar. Porque si no, lo tuyo no es periodismo, sino propaganda. Y para eso, los gobiernos ya tienen muchos recursos y comunicadores contratados. Estamos para fiscalizar y trabajamos para la gente. Yo me siento fiscal de la nación en ese aspecto y no puedo defraudar en mi tarea.

—¿Cuál es su visión del periodismo radial que apela a espacios de entretenimiento?

—Soy crítico de eso. Responde a una degradación cultural. Entretenimiento tiene que haber pero no puede ser el centro de todo. Una radio es un servicio de difusión y no puede ser otra cosa.

—En los tiempos de El Dorado fue pionero en incluir personajes para hacer humor, como Orlando Petinatti, que nació en su programa El Subterráneo. ¿Ahora critica esa fórmula?

—Sí. Porque cuando nosotros hicimos humor y entretenimiento, no existía eso en la radio. En la FM había solo música. Nadie hablaba. Así que voy a defender la fórmula de entretenimiento que creamos en ese momento y la voy a defenestrar ahora. Porque pasaron 30 años y hoy parece que todo es entretenimiento.

Orlando Petinatti
Orlando Petinatti en 1995, en los comienzos de Malos pensamientos. Foto: Archivo. 

—La relación con Petinatti terminó mal, ¿por qué?

—Hay que preguntarle a él. Como yo hice media carrera de Psicología, puedo tener algunas hipótesis. Evidentemente, él proyectó sobre mí la frustración de que yo cortara El Subterráneo, que era el programa más escuchado en ese tiempo. Él quedó sin trabajo y decidió culparme a mí.

—¿Y no era el culpable en términos de tomar la decisión?

—Yo era el director del programa. Sobre mis programas, en las buenas y en las malas, siempre decidí yo. Lo que hice fue reunir al equipo, donde además de Freddy estaban Ricardo Sapelli y Willy Silva. Les dije que lo iba a cortar porque el programa era malo. Estábamos robando la plata. Se había popularizado y cuando eso pasa, hacés cualquier cosa al aire y la gente lo aplaude. Eso no me gusta. Me pareció que el programa había entrado en esa y, convencido, tomé esa decisión. La volvería a tomar una y mil veces. No me arrepiento. Pero creo que él proyectó en mí la frustración de tener que volver a remarla. Y bueno… no era mi hijo. Lo ayudé todo lo que pude. De hecho, después de El Subterráneo, él escribía en Berp que era el suplemento humorístico de La República y yo era el editor. Ese laburo se lo di yo. Mi voluntad siempre fue la de ayudarlo.

—Él declaró que luego de terminado El Subtarráneo no se vieron más...

—No es verdad y hay muchísimos testigos. Me vio en la entrega de los Tabaré del año 2000. Fue a saludarme y cometió el error de querer acercarse sin tener una charla previa. Ensayó una especie de reconciliación para las cámaras y yo le dije todas las cosas que tenía para decirle. Hacía poco había fallecido mi madre y estaba muy sensible. Fue un momento duro delante de muchas personas.

—Hace poco usted escribió un comentario en Facebook que lo calificaba de “bazofia” a Petinatti...

—Fue un comentario para un amigo. No tomé dimensión de que iba a trascender. Me encuentro arrepentido de ese comentario porque no era la finalidad que se hiciera algo mediático y porque no es mi estilo. Las cosas que he tenido que decirle a Freddy, se las dije personalmente. Y una de las oportunidades que tuvo para hacerlo fue en esa entrega de los Tabaré que él olvidó.

—¿Por qué dice que proyectó sobre usted “una frustración”?

—Porque se ha mostrado desagradecido. En los reportajes no habla de sus comienzos en El Dorado. Cuando empezó su programa (Malos pensamientos) en Radio Mundo, prendí para escucharlo y tirarle buena onda y el primer tema que pasó fue No me verás en el subte, de Charly García. Ahí me di cuenta de que había mucho rencor.

—¿Volvería a tener un programa con espacios de humor, con personajes?

—No. Por algo corté El Subterráneo. Yo dejé de hacer humor. Porque he hecho la travesía hacia el periodismo, algo que me ha costado muchísimo.

—¿Cómo se gestó el personaje “Petinatti”?

—El nombre se lo puse yo. Esta es una historia que seguramente él no cuente porque tiene que hablar de mí, algo que no suele hacer. En 1984 yo vivía en Buenos Aires y era fanático de Sumo, cuyo líder era Luca Prodan y el saxofonista, Roberto Pettinato. Ese nombre siempre me pareció gracioso e incluso lo usaba como “personaje” en un programa los fines de semana. Era un mozo imaginario al que le pedía la comida pero no salía la voz porque no existía físicamente. “Venga Pettinato...”, “Qué torpe que es Pettinato”: esas cosas decía mientras hacía una entrevista-almuerzo. En ese entonces me encantaba cómo hacía radio el argentino Lalo Mir, que incluía mucho humor en su programa periodístico, algo que en Uruguay no se hacía.

—¿Así que lo nombró Petinatti por Pettinato?

—Sí, pero es más larga la historia. Cuando empezamos con El Subterráneo, que iba a al mediodía, no hacíamos humor. Yo no me animaba. La primera vez que hice humor fue en un programa que teníamos a las 7:00 de la mañana con Juanji Gentile y que se llamaba Gente despierta, una frase que refiere también a un tema de Sumo. Como a esa hora yo suponía que no había mucha audiencia, empezamos a experimentar con imitaciones y personajes. Fue un éxito. Pero la contra es que a la hora de El Subterráneo yo estaba sin energía. Entonces, Carlos Dumpiérrez, director de El Dorado, me dijo: “Mudá todo eso del humor para la tarde que es el prime time”. Perfecto. Fui y le dije a Juanji: “Nos vamos para la tarde”. Y él me contestó: “No puedo”.

—¿Ahí aparece Petinatti?

—Así es. Más que a mí, Freddy le debe la vida a Juanji Gentile. Porque yo me vi en la obligación de encontrar a alguien que hiciera ese personaje rápidamente y la persona que acercó el destino fue Freddy. Él vivía enfrente y estaba todas las tardes en la radio Tenía sentido del humor. Aunque para mi gusto, él sigue manejando la cuerda del humor más simple y ramplona, con el absurdo, el doble sentido y el juego de palabras como único recurso. Está perfecto ese estilo, pero a mí no me gusta. El personaje era una especie de radioaficionado que se metía a prepo en el programa y me increpaba cosas. Le puse “Petinatti” por una referencia igual de graciosa pero no tan lineal a “Pettinato” y le agregué el “licenciado” como para darle otra “solemnidad”.

—Él era vecino de la radio en la calle Maldonado, ¿considera que fueron amigos?

—En ese tiempo éramos muy amigos. De esas personas con las que te conocés en calzoncillos. El otro día, con el incidente en que APU lo nombró por sus dos apellidos, me acordé con mucho cariño de la madre de Freddy. Era una persona encantadora, una gran luchadora, que se desvivía por sus hijos. Como vivían frente a la radio, muchas veces yo achicaba en la casa de él. Y dos por tres, Freddy venía a mi casa a escuchar música o preparar cosas para el programa. Tuve la suerte de conocer a su familia y él a la mía, tuve la suerte de que su madre nos preparara algo para almorzar o para merendar y que lo mismo pasara en mi casa, con mi madre. Nada de lo que haya pasado después nos va a sacar ese privilegio.

—¿Cree posible un reencuentro?

—No creo… Parece demasiado tarde. De todas maneras no soy una persona con rencor. Recuerdo con mucho cariño las partes buenas de lo que vivimos.

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