Redacción El País
El nombre de Adriana Ferrer ha sido (y sigue siendo) sinónimo de la mejor pastelería uruguaya. Se inició hace casi 40 años en el rubro y supo forjar una carrera ascendente en el rubro de lo dulce. El modelaje y la TV también fueron parte de su vida como protagonista de campañas y además, espacios de repostería en programas de los canales 4, 5 y 10 principalmente.
En su camino también hubo tropezones: estafada por su último marido, Ferrer resurgió y mantiene intacto su espíritu emprendedor. Tuvo con su hijo una cafetería en Punta del Este pero un accidente grave de su hijo más una especie de “ocupación” que tuvo de parte de los empleados determinaron el cierre del emprendimiento y un nuevo camino para Ferrer.
En la actualidad, la reina de la pastelería reside en Buenos Aires, donde se siente más valorada. Trabaja para tres restaurantes como jefa de cocina y asesora y mantiene su clientela en Uruguay. Cuando la convocan para tortas o mesas de dulces especiales, se organiza y viaja a cumplir con pedidos puntuales.
Es la mejor amiga de la mediática argentina Mariana Nannis, lo que también la tiene como testigo en la causa contra Claudio Paul Canniggia y le ha dado exposición en los programas especializados del otro lado del charco.
-¿Qué te llevó a Buenos Aires?
-Con mi hijo habíamos abierto una cafetería en Punta del Este. A los pocos días un auto lo chocó en la calle: él iba en moto y se fracturó 15 huesos. Estuvo en CTI y yo no me podía mover porque no tenía otra mano derecha más que él. Al final no aguanté más y me fui a Montevideo a acompañarlo. Dejé a los empleados y podrás creer que lo cerraron, regalaron las cervezas y los tragos… Fue como una ocupación. Habíamos abierto un poco tarde en la temporada, pero nos iba bárbaro: teníamos la mejor cocina de Punta del Este. Igual te cuento que de todos los amigos que tengo uruguayos, solo fueron cuatro. Los demás todos son argentinos. Y cuando pasó lo que pasó con mi hijo y el local, no me llamó nadie. Todas las llamadas que tuve para ofrecerme apoyo fueron de argentinos. Lo tomé como una señal. Así que una vez que mi hijo encaminó la rehabilitación, cerré, no quise saber más nada y me fui a Buenos Aires.
-¿Qué estás haciendo por allá?
-Trabajo en la parrillada La Escondida y asesoro a otros restaurantes en el armado de la carta y de la propuesta integral. Me llaman de todos lados, cosa que en Uruguay no pasaba. En un momento fui como la reina de los postres y después ya no te llamaba más nadie porque el uruguayo como que no perdona el éxito. Cuando ven a alguien que le va bien, en murmullos dicen: “Algo habrá hecho”. Nunca el comentario va por valorar el trabajo o el esfuerzo. Y si después a ese alguien que le va bien, no le van tan bien o lo empiezan a ver menos, dicen: “Desapareció. Ahora habrá hecho algo peor”. Volver al éxito es imposible en Uruguay. No te dejan. Es como un destierro civil.
-¿Cómo y cuándo te iniciaste en la pastelería?
-Hace 38 años. Yo estudié Bellas Artes, diseño y ayudante de arquitecto. Por otro lado, siempre me gustó la cocina. Desde que soy chiquita, mi abuela me enseñó la receta “a ojo” de los scones y hasta hoy la repito. Como no encontraba trabajo en lo que me había formado, empecé a hacer tortas y vi que tenían mucha aceptación. Yo encantada de que me pagaran por hacer lo que me gusta. Cuando tuve a mi primer hijo le hacía las tortas de cumpleaños y a los demás les llamaba la atención. Empleaba los conocimientos de diseño y de dibujo para que quedaran vistosas, además de ricas. Así fui recibiendo pedidos y me formé en el Instituto Suites. Empecé a destacar y a ganar concursos.
-También fuiste docente…
-Sí, di clases y hasta abrí la primera escuela de gastronomía. Cuando quise acordar, fui la cara visible de toda la pastelería del Radisson por 18 años y un día me animé a ir a Tienda Inglesa. Yo tenía 31 años y recién me había divorciado del padre de mis tres hijos. Les llevé una degustación de las tortas y quedaron fascinados. Trabajé con Tienda Inglesa por 17 años: fue un período de muchísima intensidad, con la planta funcionando hasta los domingos. Sacábamos hasta 2000 tortas por semana y teníamos 40 empleados. Como empresa llegamos a entrar en la lista de los “grandes contribuyentes”.
-¿Y el espacio en televisión cómo surgió?
-Surgió la idea de tener un espacio en Buen día Uruguay. Ahí estuve muchos años y luego con Sergio Puglia, tanto en su etapa en Canal 5 como en el 10. Éramos una dupla, la pasábamos muy bien y nos entendíamos a la perfección al aire. Le agradezco mucho a él y también a Nelson Mancebo, que fue otra persona que me ayudó muchísimo a difundir mi arte.
-¿Qué pasó después?
-Me casé en 2012 con un chanta, un estafador. Fue mi tercer marido. Un arquitecto argentino que me limitó muchísimo: me hizo achicar y luego cerrar la planta. Se me llevó dinero. Era un mitómano: de esos que dominan el arte de convencerte e impresionarte. Venía gente diciéndome que lo quería matar y después de hablar con él, terminaban abrazados. Y él los volvía a estafar. Hay personas que tienen ese don para el mal. Supongo que en algún momento lo pagan. Por ahora sigue lo más campante: hoy vive en Córdoba, Argentina. No lo denuncié porque según me dijeron abogados, entre cónyuges, en asuntos de manejo de dinero, no hay delito. Además, decidí divorciarme y dar por terminado aquello. Empecé de nuevo. No lloré más que un día. En toda mi vida, siempre tuve una actitud brutal que me permite salir adelante. Y me río de mis desgracias. El humor sana.
-Durante muchos años viviste en Punta del Este y eras habitué en los eventos.
-Claro, por ese tiempo me fui a vivir a Punta del Este y estuve como 10 años. Al mismo tiempo, empecé a hacer una carrera más internacional. Me convocaron para trabajar en Brasil en una marca de catering, donde me fue bárbaro. Después trabajé en Paraguay y asesoraba restaurantes en San Pablo y en Buenos Aires. Yo nunca había podido viajar porque estaba encerrada en la planta trabajando. Y en ese momento, más allá de que mantenía mis clientes en Uruguay, me di el gusto de viajar. También trabajé en Europa y en Estados Unidos.
-La pandemia te encontró en Nueva York, ¿cómo fue esa experiencia?
-Muy raro. Yo había ido a Buenos Aires y de ahí me convocaron para trabajar en Nueva York. Ya el Covid-19 estaba cerrando fronteras por todos lados pero no se sabía en ese momento qué iba a pasar. Cuestión que una vez que entré no pude salir. Y Nueva York empezó a ser el centro de la epidemia, con miles de muertos por día. Yo caminaba por la Quinta Avenida y no había personas. Recién a los tres meses pude salir. Más allá de lo extraño de la situación, nunca me sentí tan libre. Lo mismo me pasa hoy: yo agarro un bolso y me voy donde sea.
-Sos la mejor amiga de Mariana Nannis, ¿cómo surgió esa amistad?
-Nos conocimos hace mucho tiempo. De hecho estuve en Marbella trabajando en un restaurante donde ella vivió mucho tiempo. Soy testigo en el juicio con Caniggia porque yo vi una situación de violencia. Esta situación me llevó a estar en varios programas en Argentina y a raíz de cómo me desenvolví me convocaron para un programa en Net TV sobre pastelería pero luego la experiencia no siguió por diferencias con el conductor. Años antes, me habían convocado para estar en La cocina del show, el programa que producía la productora de Marcelo Tinelli, pero mi marido de ese momento, el chanta, no quería que viajara a Buenos Aires. Y yo, para no generar problemas, no acepté. Así que ese hombre me jodió por todos lados.
-¿Estás en pareja? ¿Vas por el casamiento número 4?
-No, no. Yo ya no confío más. Tuve un novio que vivía en Italia y lo veía dos o tres veces por año. Era la situación ideal. Algo así poodría aceptar. Otra cosa no y papeles ni hablar.
-¿Cuál es tu perspectiva? ¿Volvés a Uruguay?
-Por ahora no. Extraño a mis hijos y nieto de dos años, por eso viajo cada mes y medio. Además, sigo haciendo tortas para mis clientes en Uruguay. Me organizo y voy. En este momento, priorizo mi libertad y los afectos. Yo posicioné la gastronomía dulce en Uruguay, logré que todo el mundo hablara de la pastelería nuestra. Fui una pionera, pero hoy no volvería a repetir esa historia. Estoy feliz donde estoy.