Los niños perfectos de Hitler

| Para llenar el mundo de arios el Führer necesitaba muchos niños rubios, y voluntarias para tenerlos. Hoy, los hijos de su plan genético descubren su origen.

MARK LANDLER, THE NEW YORK TIMES

Para Guntram Weber, el viaje que lo llevó a este pintoresco pueblo de carros de caballos y casas con marcos de madera fue largo, difícil y cualquier cosa menos una redención. Hace cuatro años Weber descubrió que su padre no era, como su madre le había dicho, un joven soldado que murió honorablemente en el campo de batalla en la Segunda Guerra Mundial. Era en realidad un alto oficial de las SS que supervisó la muerte de decenas de miles de personas en lo que ahora es Polonia occidental.

Cuando, a los 63 años, Weber contó su historia en un cuarto lleno de hombres y mujeres canosos, hubo asentimiento con simpatía, pero no sorpresa. La mayoría tenía sus propias historias de engaño y descubrimiento.

Estos son los hijos del Lebensborn, un programa creado para propagar rasgos arios. Un fin de semana gélido se reunieron en un rincón de Alemania para compartir sus historias y hablar en público, por primera vez, acerca del horror de descubrir que se los había criado para convertirse en la siguiente generación de elite nazi.

"Es el ejemplo opuesto del Holocausto", dijo Gisela Heidenreich, de 63 años, una terapeuta familiar de Bavaria cuya madre fue soltera y cuyo padre -lo descubrió tarde en su vida- fue un alto oficial de la SS. "La idea era continuar la raza aria, sean cuales fueran los medios."

Lebensborn, o la primavera de la vida, refiere a una serie de clínicas desparramadas por toda Alemania y países vecinos, a las que mujeres embarazadas, la mayoría solteras, fueron a dar a luz en secreto. Fueron atendidas por médicos y enfermeras empleadas por las SS, la temida unidad paramilitar del partido nazi.

Para ser aceptadas en el Lebensborn, las mujeres embarazadas tenían que tener las características raciales adecuadas -pelo rubio y ojos azules-, demostrar que no tenían problemas genéticos y poder probar la identidad del padre, que tenía que cumplir con criterios similares. Tenían que jurar lealtad al nazismo y se las adoctrinaba con la ideología de Hitler mientras estaban internadas. Muchos de los padres eran oficiales SS que tenían sus propias familias. Heinrich Himmler, jefe de la SS, alentaba a sus hombres a procrear hijos fuera del matrimonio como manera de crear la raza alemana que dominaría el mundo. Entre 6.000 y 8.000 personas nacieron en estas clínicas en Alemania entre 1936 y 1945. Debido a que el programa era secreto, a la mayoría de ellos no se les dio a conocer por décadas las circunstancias de su nacimiento o la identidad de sus padres, que no estaban registradas en sus certificados de nacimiento. Algunas personas aún no saben la verdad.

Recién en los últimos 20 años los investigadores han podido documentar el programa Lebensborn. Han acabado con algunos mitos purulentos: que estas clínicas eran burdeles nazis, poblados de procreadoras de cabellos rubios dispuestas a aparearse con hombres de las SS.

"Los niños fueron concebidos del modo usual: amoríos, encuentros de una vez", dijo Dorothee Schmitz-Köster, que ha escrito un libro sobre Lebensborn.

Muchas madres vivieron sus vidas en un terrible silencio. Algunas tuvieron problemas psicológicos o se volvieron alcohólicas, según sus hijos. Para los niños, descubrir la verdad fue igualmente traumático. Weber, profesor de escritura creativa en Berlín, aún trata de asimilar el golpe que significó descubrir sus raíces. Entre sus descubrimientos más desagradables: Himmler fue su padrino.

"La mayoría creció sabiendo que tenía un secreto", dijo Schmitz-Köster. "Sentían ira hacia sus madres, porque se les había mentido o se los había abandonado. Algunos sentían vergüenza. También hay un pequeño número de personas que se sienten orgullosas de ser hijos del programa Lebensborn. Se sienten parte de una elite".

Pero si algo demostró la reunión es que la ingeniería racial tiene sus límites. Los alemanes allí reunidos no se ven diferentes de cualquier otro grupo de alemanes mayores: los hombres con barbas entrecanas y bastante pelados, las mujeres con anteojos y escarcha en el pelo.

"Yo soy realmente una excepción", dijo Heindenreich, una mujer alta con pelo rubio y ojos azules brillantes. Heidenreich, la primera entre los niños del programa Lebensbor en escribir un libro sobre su experiencia, sostiene que el programa, por siniestro que haya sido, tiene ecos en el mundo actual. Señala que con los avances realizados en genética los padres que discriminen pronto podrán elegir los rasgos de sus futuros hijos.

Dada esa posibilidad, dijo, no debe permitirse que queden olvidados los males de la era nazi. "Si empezamos a hacer ingeniería para tener bebés rubios y de ojos azules, ¿podemos culpar sólo a Hitler?", dijo. A Heidenreich no le contaron de sus orígenes pero comenzó a sospechar luego de ver un documental en televisión. Hoy le cuesta reconciliar la figura amable en la que se convirtió su madre en años posteriores con la nazi convencida que había sido. "Fue una abuela maravillosa, a pesar de haber sido una madre horrible", dijo.

No todos han tenido una mala experiencia. Ruthild Gorgass dijo que su madre le contó acerca de las circunstancias de su nacimiento en la adolescencia. Gorgass tuvo algún contacto con su padre, gerente de una fábrica química, que tenía otra familia.

Su madre le dejó un álbum de fotos que mostraba su estancia en una clínica de Wernigerode. Lo recordaba como un tiempo idílico, aunque con rechazo por el bautismo de su hija, en el que la beba fue colocada ante un altar con una svástica.

"Tuve suerte porque mi madre hablaba del asunto" dijo Gorgass, de 64 años, terapeuta física jubilada. Para hojear el álbum se pone un par de anteojos de lectura. Mirando por encima de ellos, dice con una sonrisa: "No tengo ojos perfectos. Todos tenemos las mismas enfermedades y discapacidades que los demás".

Los racistas también menean las caderas

Bailando un rock al paso de ganso

CECILIA FLETA, EL PAIS DE MADRID

Michael Regener, de 40 años y vocalista del ilegalizado grupo neonazi Landser ("soldado de infantería"), dice que es un terrorista con guitarra eléctrica y se jacta de cantar "la banda sonora de la revolución aria". Regener, alias Lunikoff, seguramente se enorgullece de que los nazis canten sus canciones mientras patean a sus víctimas, como ocurrió en los años noventa en varios asesinatos de inmigrantes en Alemania. Lunikoff cumple desde abril de 2005 una condena de tres años y cuatro meses por fundación y pertenencia a una organización criminal.

Unos 750 extremistas nazis se han manifestado ante la cárcel de Tegel, en Berlín, para pedir la liberación de su idolatrado Luni. "Libertad para Luni", "Encarcelado por cantar canciones", decían las pancartas. Fue la primera vez que un juez equiparaba a un grupo de música con una organización criminal por la difusión de mensajes que incitan al delito y al odio.

El trío Landser era conocido desde 1992 por letras como: "Alguien quería decirles a los negros que aquí tienen derecho a votar. Derecho a elegir sí tienen: soga al cuello o balazo en el estómago" (en alemán se usa la misma palabra para votar y elegir); o "100.000 litros de estricnina para Kreuzberg (barrio turco de Berlín). Echenlos en el agua corriente y acabamos con toda la pandilla".

No es nueva la estrategia neonazi de hacer proselitismo a través de la música. Los conciertos de grupos radicales son un punto de encuentro y una forma de atraer a jóvenes. Tanto el número de recitales (193) como el de grupos (142), aumentó el año pasado en Alemania. Estos conciertos suelen tener entre 100 y 300 asistentes.

El surtido de la ultraderecha

Tres tristes arios

CECILIA FLETA, EL PAIS DE MADRID

A39.000 personas asciende el potencial de la ultraderecha alemana, según el último informe del servicio secreto interior alemán. La ultraderecha alemana se estructura en tres ramas diferentes: los partidos, las asociaciones neonazis y los skinhead, que no quieren saber nada de justificaciones ideológicas y su única ley es el racismo.

Los skinhead tienden a la acción directa, organizan conciertos y se ven envueltos en actos violentos contra extranjeros. Se calcula que en Alemania son 10.400, en general muy jóvenes. Su número va en aumento gracias a su eficaz estrategia de reclutamiento en los patios de los colegios mediante el reparto de discos de música nazi.

De los tres partidos políticos de ultraderecha, el NPD (Partido Nacional-Demócrata de Alemania), con 6.000 afiliados, es el único que gana adeptos entre los más jóvenes, mientras que la DVU (Unión Popular Alemana, 9.000) y los REP (Republicanos, 6.500) han perdido miembros en los últimos años. El NPD y el DVU llegaron a un acuerdo electoral y ya tienen representación parlamentaria.

Los neonazis se organizan en agrupaciones de camaradas o asociaciones, muchas de las cuales ni siquiera están dadas de alta formalmente como tales. Su proclividad a la acción violenta es menor que la de los skinhead, huyen de su estética agresiva y tienen una conciencia política más acentuada. Su objetivo es el estado totalitario al estilo del Tercer Reich, liderado por un führer y basado en la superioridad de la raza aria.

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