Por Ximena Aguiar
Este informe se publicó originalmente el 23 de setiembre de 2006
Niños bajos por ser pobres, y por mucho más que eso. El problema tiene 20 años, pero la crisis lo sacó a la luz. Un estudio realizado en los Centros de Atención a la Infancia y la Familia (CAIF) de Casavalle muestra un diagnóstico preocupante, mientras que en otras zonas los datos no han sido procesados.
Unos niños juegan en el patio con túnicas escocesas. Andan en pequeños grupos. Tienen entre seis meses y tres años. Y una talla 15 centímetros más baja de la adecuada para esas edades.
Uno de cada tres niños presenta disminución en la talla, una secuela de haber pasado por un período prolongado de déficit nutricional. El cuerpo se adaptó bajando primero el peso y luego retrasando el crecimiento. Su futuro desempeño físico e intelectual ya está irremediablemente comprometido. Los efectos de padecer desnutrición en los primeros años de vida son prácticamente irreversibles. Pero pueden prevenirse.
Es un jueves en el CAIF de Santa Clara, uno de los cinco que tiene la Organización San Vicente (OSV) en el barrio Casavalle. Ocho padres asisten a una reunión informativa sobre la nutrición durante el embarazo y la lactancia. Un hombre, siete mujeres, sólo una está embarazada. Las demás "saben que aunque no lo estén hoy, pueden estarlo en cualquier momento, ellas o sus familiares y vecinas", dicen los organizadores de la reunión, y los presentes asienten.
Ana Laura Scarencio, coordinadora general de la OSV, dijo que la institución decidió incluir entre su equipo técnico a una nutricionista, Florencia Koncke, porque detectaron la existencia de problemas nutricionales. Aunque los CAIF tienen que relevar los datos de peso, talla y edad de los niños que atienden y enviar lo recogido a la coordinación central, los datos no se procesan y en general se desconoce el diagnóstico local (ver recuadro). Tener una nutricionista trabajando en el lugar permitió procesar esos datos y elaborar estrategias de acción adaptadas a la situación.
Koncke analizó entre marzo y mayo, el peso, edad y talla de 250 niños de los 500 que son atendidos por los CAIF de la ONG. Encontró un 10,1% de niños con retrasos graves en el crecimiento y un 23,8% con retrasos moderados, que sumados implican un 33,9% de niños con baja talla para su edad.
Las cifras son más altas que la media en el país, según los datos del último censo nacional de talla realizado en 2002 con niños de primer año de escuela pública, que señalaba la existencia de un 4,1% de retrasos graves, y 18,8% moderados. Las cifras en Casavalle aumentaban a 4,6% y 25,9% respectivamente. Los porcentajes esperados en una población con un entorno saludable son de 2,3% con retrasos graves y 13,6% moderados.
Los educadores achacan los altos índices de la población con que trabajan -que duplican y quintuplican lo esperable- al alto impacto de la crisis económica en el barrio. "Son los niños que nacieron de la crisis para acá", señaló Koncke. Miriam Almada es promotora de lactancia y vive en el barrio. Recordó que durante la crisis había "muchos niños de bajo peso, se sintió mucho el problema de la mala alimentación, la gente se quedó prácticamente sin trabajo y hacía lo que podía para sobrevivir".
La desnutrición que impactó en el alza de la mortalidad infantil y en situaciones dramáticas de extremo bajo peso, hacía prever futuras secuelas. La baja talla que entonces se anunciaba, ahora juega en el patio.
Cuando se habla de mejorar la nutrición, la primera reacción de Luis, uno de los padres presentes en la reunión del centro CAIF, es recordar la escasez de dinero. "Lo que pasa es que con la economía de hoy, lo que la gente puede hacer es arroz, guiso o polenta. No podés ponerle mucha carne a la comida".
Existe una fuerte relación entre la talla y el nivel de ingresos del hogar. "El hecho de ser pobre discrimina entre niños con y sin problemas de talla", fue una de las conclusiones de la tesis de licenciatura de sociología de Gonzalo Salas, Marcelo Bérgolo y Martín Leites, que analizó los datos del relevamiento de talla de niños de primer año de escuela pública realizado por el Instituto de Economía de la Universidad de la República, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y Unicef en 2004.
Manejando el hambre y la tarjeta
Más allá de admitir que el problema de base es económico, la OSV quiere combatir prácticas, hábitos y desconocimientos que generan poca efectividad en la utilización de los recursos, ya escasos. Almada contó que hay madres que no saben que el cigarrillo durante el embarazo perjudica el futuro niño. También por falta de información muchas madres no mantienen la lactancia exclusiva durante los primeros seis meses, o se les da a los niños más de un litro de leche por día, lo que termina provocando anemia.
Hay otros análisis reveladores dentro del censo de talla realizado en 2004, que incluyó un relevamiento más exhaustivo de información socioeconómica que los anteriores. Se encontraron altos porcentajes de familias indigentes sin privaciones nutricionales. Los niños indigentes eran el 40% de los estudiados, de los cuales casi tres cuartos (29) no tenían privaciones nutricionales, contra un cuarto (11) que sí las padecían. La diferencia es atribuida a la distinta capacidad de las familias para utilizar sus recursos y para vincularse con instituciones y redes que las puedan apoyar.
Por otro lado, casi la mitad de los niños en los que se encontró retraso en la talla no eran indigentes. La línea de indigencia -que se usa como indicador para organizar las políticas de transferencia de ingresos, y que se considera que expresa la incapacidad para cubrir las necesidades nutricionales- no logró identificar al 44,7% de los niños que padecían retrasos de talla, ni al 40% de los niños, si se considera exclusivamente el retraso grave. Pueden incidir en la baja talla otros factores, como los genéticos, pero suponer que en todos esos casos las causas no son nutricionales sería demasiado arriesgado.
Según Salas, esto plantea dos problemas. "Por un lado, las políticas estatales que se focalizan en la transferencia de ingresos, y delimitan la población objetivo en función de la línea de indigencia, no llegarían a todos los hogares con privaciones nutricionales. Por otro lado, surge la pregunta de si, en el caso de que llegara esa ayuda monetaria, sería suficiente para solucionar el problema, para revertir el proceso por sí sola".
El informe que realizó el Instituto de Economía de la Facultad de Economía sobre la misma base de datos también analizó el acceso a programas de alimentación. Se encontró que "si bien la asistencia alimentaria está concentrada en los sectores de menos recursos, alrededor de la mitad de los hogares con problemas nutricionales no reciben asistencia". El problema es similar en el caso del Plan de Alimentación Escolar. Según el informe, realizado por Verónica Amarante, Rodrigo Arim, Cecilia Severi, Andrea Vigorito e Isabel Aldabe, algunos niños en escuelas con este servicio no concurrían al comedor. La razón declarada fue que la familia prefería que comieran en la casa.
El lujo es una verdura
Scarencio contó que ante los nuevos ingresos que muchas de las familias vinculadas al CAIF reciben a través del Panes, surge primero la ilusión y luego la pregunta acerca de qué hacer con ese dinero, cómo usarlo de manera más efectiva. "Necesitan orientación acerca de qué es lo más necesario".
Para algunas madres tener por primera vez una despensa fue un desafío, además de un motivo de orgullo, contó. Los problemas de desnutrición y de sobrepeso conviven en una misma familia y hasta en un mismo cuerpo. Respecto al estado nutricional actual de los niños evaluados por Koncke, medido en la relación del peso con la talla, el 73% tiene una relación normal, un 8% bajo peso y el 19% tiene sobrepeso.
"Tras la carencia nutricional pierden talla y bajan la demanda de energía. Cuando el alimento es bajo en proteínas y nutrientes, lo que surge es la obesidad", explicó. Que tengan sobrepeso no quiere decir que estén bien nutridos. La convivencia de problemas alimentarios por déficit y por exceso es característica de la llamada "transición nutricional", que sucede a nivel general en los países de América Latina. El problema nutricional va dejando de ser el extremo bajo peso para la talla y pasa a tener diversas manifestaciones, como baja talla, obesidad y deficiencias en micronutrientes, síntomas de una alimentación de mala calidad. La pobreza se manifiesta también en las deficiencias nutricionales de los alimentos consumidos.
Los padres se quejan de la poca oferta de los almacenes en la zona. Las frutas y verduras, cuyo consumo no está instalado entre la población del barrio, tampoco tienen una oferta variada y fresca, por lo que el hábito se reproduce. Los quioscos están llenos de dulces de un peso. "La carne picada no la supervisan, no sabés qué tiene, y la tenés que comprar igual", dijo Luis.
Tienen muchas preguntas para hacer. Desde cómo curar grietas en el pecho cuando se está dando de mamar, hasta si es más saludable la leche con cocoa o con gofio, pasando por cómo cocinar las verduras para que les gusten a sus hijos.
Scarencio dijo que hay diferencias entre los distintos CAIF aunque estén situados en un radio de unas pocas cuadras. Casavalle es un barrio con una alta densidad de población, que en algunas zonas crece hacia adentro, a medida que los núcleos familiares se expanden. Por eso hay manzanas donde las familias dependen exclusivamente de la clasificación de basura desde hace varias generaciones, mientras que en otras hay también experiencias de trabajo formal en limpieza, en la construcción o en la Policía.
Los padres presentes dijeron que ellos no habían tenido problemas de desnutrición en su familia. Seguramente sea verdad. Quienes asisten a las reuniones de padres suelen estar más comprometidos con la educación y la salud de sus hijos. Pero también es difícil admitir que no se pudo alimentar bien a la familia, que un hijo quedó marcado por el hambre. "Uno se siente mal. A cualquiera le puede pasar", dijo una madre. Las asistentes sociales de la OSV consideraron inconveniente pedirle a las familias que más sufren el problema que hablen de su experiencia. "Es un tema delicado de conversar y de difícil reconocimiento para ellos", según Scarencio.
"La historia detrás del esperable retraso es siempre similar. La madre no aumenta de peso lo suficiente durante el embarazo, el niño tiene bajo peso al nacer, la lactancia se interrumpe tempranamente y antes de los seis meses el niño ya está integrado a la comida familiar, que suele consistir en una comida de olla a las cinco de la tarde con lo que se haya conseguido. El resto del día, mate dulce, pan, dulces, tentempiés". Según Scarencio, estos son los hábitos de nutrición comunes en el barrio.
Repetir el curso y no el plato
Algunos de estos rasgos vuelven a aparecer en el trabajo del Instituto de Economía, que buscó definir la incidencia de otros factores, aparte del ingreso, para alcanzar logros nutricionales. Entre los niños estudiados, el bajo peso al nacer, relacionado con los cuidados de la madre durante el embarazo, influyó decisivamente en las privaciones nutricionales.
También la edad de la madre al tener el primer hijo fue relevante: más de la mitad de las madres cuyos niños tenían problemas nutricionales habían tenido el primer hijo antes de los 20 años. Además, los niños que nacen posteriormente (cuartos, quintos hijos) tienen más probabilidades de sufrir carencias nutricionales que los primeros hijos.
Estos análisis sugieren, según Salas, que las políticas para combatir el problema deberían ser más abarcativas y coordinadas, implicando desde educación sexual y controles durante el embarazo, hasta la generalización de la educación.
El nivel educativo del hogar, reflejado en la educación de la madre o el jefe de hogar, fue significativo entre quienes tenían primaria completa o menos. También, en lo que puede considerarse un efecto más que una causa, se encontraron más problemas de nutrición entre los repetidores. El porcentaje de privaciones nutricionales entre los repetidores (38%) duplicó el de los no repetidores (19.5%).
"El tema dentro de unos años va a ser el Uruguay analfabeto. Porque estás tan preocupado de que todo te sale tan mal, que algunos han empezado a dedicarle más tiempo a ver como se hace plata para comer en la tarde o al otro día y le dan poca atención a los niños y a su educación", dijo Luis, que había dejado de lado su trabajo de cuidacoches para asistir a la reunión junto a su pareja. Lilián agradecía los consejos sobre la lactancia. "Si hubiera tenido este apoyo al tener mi primer hijo, habría sido mucho más fácil", afirmó.
La mayor complejidad del problema nutricional, asociado a distintos factores acumulados, es para Salas una posible explicación de que no se hayan encontrado grandes diferencias entre los datos del censo de talla de escolares en 2004 y en 2002.
Salas supuso que el impacto de la crisis quizás pueda verse entre niños que hoy tienen tres, cuatro años, cuyas madres estaban embarazadas en el momento de la crisis. Los censos de talla oficiales, que fueron realizados con niños de primer año de escuela pública de todo el país en 1987, 1990 y 2002, encontraron valores de retraso de crecimiento similares: 4, 4,1 y 4,1% respectivamente, siempre duplicando el 2,3% correspondiente a una población saludable. Los factores que inciden en los cambios nutricionales son más estructurales y a largo plazo que las variaciones en el ingreso.
Según el balance 2006 sobre la nutrición infantil de Unicef, el problema de retraso de talla es menos grave en Uruguay que en la mayoría de los países latinoamericanos, aunque la situación es peor que la de Cuba, Chile y Costa Rica. Pero, como Argentina, Uruguay tiene datos insuficientes para estimar tendencias. Sin embargo, son indicios. Lo único seguro en un país es que habrá futuro. Y que en el mismo estarán los niños de hoy.