Gabriel Sosa, en José Enrique Rodó
Esta crónica se publicó originalmente el 29 de enero de 2005
En el centro aproximado de Soriano se encuentra José Enrique Rodó, una por lo general pacífica población de 2.000 habitantes.
Rodó comienza a unos 30 kilómetros de Cardona, se extiende por casi tres a lo largo de la ruta 2 y finaliza a unos 70 kilómetros de Mercedes, la capital departamental. Todo el pueblo se desarrolla a los costados de la ruta. En su ancho máximo, Rodó tiene unos 500 metros.
Comparado con otras poblaciones del mismo tamaño, Rodó es un lindo lugar. Se ven calles prolijas, casas pintadas y limpias, y sobre todo un largo y cuidado parque paralelo a la ruta, en los terrenos que antes pertenecían a AFE. La calle que corre al costado de la ruta junto a este parque es llamada "el bulevar".
La antigua estación de tren de Rodó ahora es una escuela. Hay otra escuela y un liceo. Rodó cuenta con dos bancos (el República y uno cooperativo), policlínica, una cooperativa agraria que utiliza los inmensos depósitos ferroviarios, dos supermercados, una casa de electrodomésticos y mueblería y varios comercios más. Tiene un club social y deportivo (llamado, nada sorpresivamente, Club Rodó) y una plaza de deportes en plena remodelación. También hay un grupo de teatro, El Copacabana, que pretende la cesión de un galpón de AFE para ensayar y actuar. Y un cibercafé.
Eso para el día. Para la noche, la oferta sorprende: hay un pub que abre desde la medianoche hasta las 2 o 3 de la madrugada, una discoteca donde cada sábado se congregan hasta 1.000 personas, cuatro prostíbulos ("whiskerías") legalmente instalados, y uno clandestino. Todo en el pacífico pueblito de 2.000 habitantes.
29 de enero de 2005
Gabriel Sosa, el periodista que firma esta crónica publicada originalmente hace 20 años en Qué Pasa, falleció el 30 de octubre pasado. Un día después, Leonardo Haberkorn recordó en su blog que a Sosa “le gustaba ir al interior, retratar lugares alejados y desconocidos para los montevideanos, aparentes pueblos apacibles que en realidad no lo eran tanto”. Y es el caso de esta crónica sobre el pueblo José Enrique Rodó, o más bien sobre la intensísima movida nocturna en un lugar donde en aquel entonces no vivían más de 2.000 personas. Un pueblo de ruta donde funcionaba un pub, una discoteca para 1.000 personas, cuatro prostíbulos legales y uno clandestino.
De fondo, situaciones de abuso y explotación de menores que todos veían pero que nadie denunciaba. Este es un viaje al lado más oscuro de un pueblo de Soriano.
Una noche estilo Rodó
Un sábado a las siete de la tarde, desde las mesas del bar El Capitán, la ruta 2 apenas deja ver algún camión que cada tanto atraviesa el pueblo. Por lo demás, sólo se ven alguna motito, bicicletas y camionetas cuatro por cuatro esporádicas. Ser el único cliente de la pizzería a esa hora no tiene ninguna ventaja sobre la selección musical. Unos parlantes atronan: "Ay, qué hermosa cabellera que tienes tú... laváte-la con-cham-pú", del grupo argentino de cumbia villera Los Pibes Chorros.
Andrea, la moza, cuenta que esta noche es la preselección de misses para el próximo "Primavera sobre ruedas", la fiesta máxima del pueblo.
En total en Rodó hay diez locales habilitados que expenden bebidas alcohólicas. Algunas noches, cerca del centro, abre también un bar clandestino. En Rodó se toma mucho, sobre todo los jóvenes. Ya a las 22 horas en El Capitán, se los ve en barritas tomando cerveza o whiscola ("avión", le dicen allí al trago que combina cualquier bebida alcohólica con un refresco), algunos muy jóvenes, algunos ya borrachos. El consumo de alcohol en el interior del país está menos regulado (socialmente) que en Montevideo, y despachar bebidas a menores no es un problema. Ver un menor borracho no es nada raro.
Una encuesta realizada por Ancap en la década de los 60, mencionada por varios lugareños con una mezcla de orgullo y pudor, arrojó como resultado que Rodó era el lugar del país donde más alcohol se consumía per cápita. Una larga e infructuosa búsqueda en Ancap no permitió localizar la tal encuesta, aunque sí confirmar su existencia. También se habla de otra encuesta de los 70, que señala que Rodó era uno de los lugares con mayores índices de violencia doméstica. De ser correctos, ambos datos no son muy difíciles de relacionar. También se fuma mucho en Rodó. No en vano se dice que el ocio es la madre de todos los vicios.
La siguiente parada es Punto Com, el pub local. El panorama difiere mucho con el de El Capitán, el ambiente es menos "tropical". Sólo hay adolescentes bebiendo, mayormente alcohol. Muchos jóvenes, más de los que se podría esperar en un pueblo de 2.000 habitantes.
El secreto de Rodó es su mediterraneidad. En un radio de unos 30 kilómetros, se encuentran Cardona, Santa Catalina, Risso, Egaña, Palmitas, Castillos y Ombúes de Lavalle. Para todas esas localidades, Rodó actúa como el centro de la diversión. Es para el este de Soriano lo que la Ciudad Vieja para Montevideo. De Cardona, la más poblada de las localidades cercanas, cada sábado salen dos ómnibus llenos para Rodó, fletados por la discoteca. Otro ómnibus acarrea gente desde los demás pueblos vecinos.
Aunque mucha gente manifiesta preocupación por la violencia y el consumo de drogas (y casi nadie se preocupa por el consumo de alcohol), todos los que se mueven en el ambiente de la noche de Rodó aseguran que la tranquilidad es total, salvo alguna que otra pelea de muchachos. "No pasa nada, todo es muy tranquilo", dice el policía de civil que hace guardia en la puerta de Punto Com. Si es tan tranquilo, ¿qué necesidad hay de poner un policía en la puerta? Nadie contesta.
Capullos, pimpollos y goles rápidos en Rodó
La preselección de misses para la "Primavera sobre ruedas" tiene una utilidad dudosa, sobre todo viendo el escaso número de participantes (unas 12), pero todo el mundo comenta el tema. En el gimnasio del Club Rodó, junto a la cancha donde en 1998 se marcó el gol más rápido en la historia del fútbol mundial (a 2,8 segundos del pitazo inicial, al menos hasta que el Libro Guinness homologue la marca de dos segundos que el 4 de abril logró un inglés del Sydenham’s Wessex League), se apelotonan todos los jóvenes del pueblo y alrededores, mientras desfilan las candidatas. Se venden panchos, refrescos y, claro, cerveza. Sostengo que una rubia muy bonita y que sabe pararse en pose de modelo (en Rodó casi todo el mundo tiene TV cable, así que tuvo de donde aprender) va a ganar. No, me dicen los locales, acá los criterios de selección son otros. En efecto, la rubia no gana ni un premio consuelo. Los parámetros del jurado quedan tan en el misterio como la utilidad de preseleccionar misses para competir, luego, por los títulos de Pimpollo, Capullo, Promesa y Reina de Primavera sobre Ruedas.
El punto fuerte de la noche es la actuación del conjunto local, los Capitanes del Amor, que caldea el ambiente con su selección de melódico y tropical. Sin lugar a dudas, son la sensación del pueblo y alrededores. Según cuentan, incluso han tocado en lugares tan lejanos como Durazno. Para sus desplazamientos tienen un ómnibus propio, que al costado lleva orgullosamente pintado el nombre de la agrupación. En la misma cuadra donde se estaciona este vehículo para otro muy similar, que en su costado tiene pintado "Consejo de Educación Secundaria". Es el ómnibus que va a buscar diariamente a los alumnos del liceo que viven en los alrededores de Rodó, en Risso y Santa Catalina. Este ómnibus fue el centro de un pequeño escándalo local, cuando por presiones oscuras se decidió arreglarle el motor en lugar de cambiarlo por uno nuevo, lo que llevó a infinidad de complicaciones mecánicas que dos por tres impedían que cumpliera su cometido. Afortunadamente, su chofer es el mismo del otro, por lo que el problema se solucionaba rápido. Los adolescentes de los alrededores llegaban a su centro de estudios cómodamente alojados en un ómnibus que, en su flanco, lucía el rótulo "Capitanes del Amor".
En el Club Rodó termina la elección. Los Capitanes del Amor hacen su espectáculo, con algunos problemas de sonido. El ambiente familiar se diluye. Quedan los jóvenes, tomando alcohol y bailando al son de su grupo favorito. Un mozo melancólico, de saco blanco y bandeja redonda de metal, se pasea entre la gente llevándole bebidas a los que son demasiado vagos como para apiñarse en la cantina para conseguirlas. Una reja de alambre rodea el mostrador donde se despachan las bebidas, sin embargo, el que vende panchos está desprotegido. Los jóvenes se van poniendo alegres a medida que avanza la noche, pero en general se palpa cierto descontento.
Los bailes de Gitana News son más entretenidos. Además, venden otras bebidas, no sólo cerveza. Se van las últimas familias. Un niño junta del suelo larguísimas pilas de vasos de plástico vacíos. Las pilas de vasos de refresco son sensiblemente menores que las de cerveza. En un costado, sentado en una silla con la cabeza caída sobre el pecho y los brazos cruzados, un hombre con botas de goma, bombachas y boina duerme profundamente.
Locales oficiales en la noche de Rodó
Un lugareño empapado en los chanchullos locales se ofrece a mostrar el otro costado de la vida nocturna del pueblo. O sea, los quilombos. Las cuatro "whiskerías" registradas del pueblo son, en gran parte, un negocio de familia. Uno de ellos, el San Cono, es propiedad de Rosita Izaguirre, ella misma ex prostituta.
Estos locales tienen su mejor momento cuando se inicia la zafra del trigo y se incrementa el movimiento de camiones en los silos (la zafra del trigo es, también, la zafra de los prostíbulos de Rodó).
Muy cerca del San Cono, del otro lado de la ruta, está el Aries, que antes era propiedad de la hija de Rosita, Raquel Otarola. Raquel, una verdadera belleza según los lugareños, le cedió el negocio a su hermano Carlos y se mudó a Mercedes, donde abrió un kiosquito. Carlos vive en Piriápolis, y no se deja ver mucho. Ambos locales están cerca del extremo este de Rodó, el "pueblo viejo", el núcleo fundacional. En la otra punta del pueblo está Mileniumm (sic), propiedad del otro hijo de Rosita, Oscar Otarola. Es el local más nuevo, y que se desmarcó de la zona roja tradicional. Junto a lo de Rosita está el local más viejo de Rodó, y el único no manejado por su progenie: el Tío Rico, propiedad del cardonense Ángel Hernández.
El Mileniumm, la noche del gran baile del club, tiene sólo cuatro muchachas trabajando. Un equipo de audio pasa cumbias a todo volumen, y es interrumpido cada tanto por la jukebox que se activa automáticamente, y deja oír... "laváte-la con-cham-pú". Oscar Otarola está satisfecho con el negocio, y considera que el movimiento del pueblo es suficiente para los cuatro locales. Su clientela se compone más bien de gente de paso y "turistas", según dice. Además, su lejanía respecto al casco urbano le da un aura de discreción muy atractiva para los nativos. Un "servicio simple" con una de las chicas en uno de los cuartos del lugar sale 230 pesos, 30 de los cuales son para Otarola: es el precio que cobra cada vez que se utiliza una de sus habitaciones.
En el Aries la actividad es mayor. Allí hay seis mujeres, todas venidas de diferentes puntos del país, ninguna de Rodó. Les dicen "chicas", pero su edad es imprecisa. El dueño no aparece por ninguna parte, pero el encargado se ocupa de todo. El ambiente general es menos amistoso que en las demás whiskerías. Afuera del local hay dos camiones de carga estacionados.
El Tío Rico es el quilombo tradicional para los lugareños. Tiene siete "chicas" para atender a la clientela, y desde hace 26 años es el sitio donde gran parte de los rodenses pierden su virginidad. Su propietario, Ángel Hernández, era carpintero en Cardona antes de dedicarse a la noche. En el Tío Rico la ganancia del propietario viene sólo de la venta de bebidas, las habitaciones que utilizan las muchachas son sin cargo y un servicio simple cuesta 200 pesos (o menos, según la hora y el cliente). Al igual que en todos los demás prostíbulos, la mitad de cada trago de las chicas (bastante escasos en su contenido, que salen 40 pesos sin importar lo que se pida) va para ellas. Hernández no se queja. El negocio siempre fue bien, con algunos altibajos, sin importar cuántos locales hubiera en el pueblo. "Lo que me hace competencia —dice Hernández— no son las otras whiskerías, son las pibas estas de la calle, del bulevar".
Menores implicadas
En abril de 2003 una noticia conmocionó a Rodó. Dos menores del lugar fueron llevadas ante el juez Ulises García, acusadas de ejercer la prostitución en pleno centro del pueblo.
En los subsiguientes careos, trascendió que las menores habían facilitado una lista de 40 nombres de personas prominentes de Rodó que hacían uso de sus servicios. Esta información fue luego desmentida por el juez, en declaraciones al periódico Centenario de Cardona. De hecho, no se citó a nadie por el caso y las menores quedaron en libertad. Al día de hoy, según García, el expediente sigue abierto, por lo que el juez se niega a dar información, al menos telefónicamente.
Cuando el oficial Sandro Alza asumió el control de la seccional de Rodó el 30 de setiembre, reconoció a la prensa local que la prostitución de menores era un delito presente en el pueblo y que ya le habían hecho llegar inquietudes por el problema. "Se está tratando de hacer algo al respecto", dijo.
Los dueños de las "whiskerías", en particular, están muy al tanto del tema y no tienen dudas: las menores del escándalo, y dos o tres más, siguen ejerciendo la prostitución en el centro de Rodó.
Todo el pueblo las conoce. En el baile del Club Rodó las señalan sin problemas. Más tarde, ya de madrugada, me muestran un ranchito semiderruido, el prostíbulo clandestino donde supuestamente ejerce una de las menores, de unos 15 años, acompañada por su madre. Allí, iluminadas por la luz de una vela, reciben a sus clientes. El padre de otra menor puede ser visto, cuentan varios vecinos, ofreciendo a su hija a los potenciales clientes. Cuando el juez García desestimó ante la prensa el tema de la prostitución, también se molestó en aclarar respecto al proxenetismo que, en el trabajo indagatorio, "hasta el momento no ha sido probado, ya que los hechos ocurridos no han tenido el tenor de ilícitos y por lo tanto penalizables", y que las menores mantenían relaciones sexuales voluntariamente. Como cualquier prostituta.
De otra de las menores, muy flaca y de pelo enrulado, dicen que es una muchacha que ha tenido una vida muy difícil, y que "trabaja" para poder mantenerse. Esa condición parece despertar la piedad de los lugareños, que no sienten lo mismo en otros casos.
Una joven en particular, también de unos 15, fue señalada repetidamente como la vendedora de droga local. Varios padres prohibieron a sus hijos relacionarse con ella. Ella asegura que no, que no vende nada. Probablemente sea cierto. Un rato antes vi a su madre, que trabaja en el Mileniumm. Como vida difícil, la de esta chica no debe ser nada fácil, sin embargo, no parece obtener nada de simpatía por parte de sus conciudadanos. Así son las crueldades de pueblo chico. Cuando le pregunto si se siente discriminada y señalada dice que no, pero casi contra su voluntad se le endurece el gesto. "Es que acá son todos unos putos, pero siempre hablan de los demás y nunca de ellos", escupe furiosa.
Regreso a Rodó
Dos semanas después Punto Com celebra sus dos años de vida, con un grupo de covers de rock. En Gitana News toca Nietos del Futuro. Se esperan grandes concurrencias.
En el ínterin, hubo novedades. La madre de la chica a la que prostituía su padre se presentó ante la justicia, y el juez García le quitó la patria potestad al sujeto. Así volvió al candelero un tema que algunos querían dar por zanjado.
Uno que en cambio siempre insiste con este asunto es el cura local, Silvano Sanson. Todo un personaje, un cura al viejo estilo, combativo, aguerrido y ultraconservador. Venido de Italia hace casi 30 años, Sanson fue el responsable del cierre de los dos prostíbulos que funcionaban en el pueblo por aquella época, según él, "demasiado cerca de la escuela". La lujuria pudo más, y de a poco abrieron los cuatro actuales.
Sanson no se cansa de predicar contra la decadencia moral (fruto, según él, del laicismo). Reconoce la existencia de prostitución juvenil en el pueblo, pero le preocupa más el auge de una prostitución asociada a pequeñas recompensas personales, favores o simplemente necesidad de aceptación.
Dentro del predio enjardinado y arbolado (plantado por él) que rodea la iglesia (diseñada por él) es común encontrar preservativos usados. En el pueblo se recuerdan las diatribas furibundas del cura, radiadas por los altoparlantes ubicados encima de una alta antena (erigida por él) y amplificadas por el sistema de sonido de la iglesia (operado por él), cada vez que un condón abandonado polucionaba el prolijo y resguardado jardín.
Es que los condones son, paradojalmente, un tema tabú en un pueblo con tantos prostíbulos.
Mercedes Lambrosquini, una agente comunitaria de la policlínica de Rodó, relató en un informe publicado por este suplemento el 18 de octubre de 2003, que varias veces intentó realizar charlas sobre sida en su pueblo, pero encontró mucha resistencia. "Lo último que las mujeres quieren es retirar un preservativo. Se enojan si se lo ofrecés", contó. Quizás por eso, dos mujeres jóvenes contrajeron sida y, tras conocerse la noticia, abandonaron el pueblo.
Lambrosquini relató que en junio y julio de 2003 no llegaron las pastillas anticonceptivas que reparte Salud Pública en el pueblo y tres mujeres quedaron embarazadas por no animarse a pedirle a sus parejas que usaran un condón.
Agregó que allí, en Rodó, los temas de sexo son tabú: "Hay mucha doble moral. Se finge fidelidad, pero a la vuelta de la esquina el marido las engaña con otra".
Despedida
Otra persona importante de Rodó es el edil departamental Luis Ciganda, del Partido Nacional. Campechano y agradable, mientras hablamos en El Capitán ("laváte-la con-cham-pú", sí, me confirma Andrea, es el único disco que tienen), Ciganda resta importancia al tema de la prostitución en Rodó, dándolo como un hecho normal y cotidiano por la condición de pueblo "de paso" y muy integrado. De hecho, él mismo vive en una casa a escasos metros del Tío Rico.
En una mesa a espaldas de Ciganda se sientan dos hombres, forasteros, de veintipico de años. Usan remeras ajustadas, vaqueros apretados y cinturones con tachas. Tienen físico de gimnasio. Son arrogantes y despectivos. Podrían tener la palabra "fiolo" tatuada en la frente, pero esto estropearía lo perfecto de la caracterización. En determinado momento uno de ellos se levanta y corre a la puerta. En la calle, intercepta a una muchacha que pasa. Conversa unos momentos y le hace señas al otro, que paga y sale. Se suben a su auto con chapa de Montevideo, blanco con un diseño de llamas pintado en negro. El que salió primero se sienta con la muchacha en el asiento de atrás. Arrancan. Ciganda sigue contando anécdotas divertidas de Soriano.
Esa noche las adolescentes acusadas de prostitución no aparecen por ninguna parte. Quizás por la vuelta de su caso a la esfera judicial desaparecieron. El ranchito donde una de ellas atiende está desierto. En su casa no se ve a nadie. No circulan por el centro, como es habitual. Ya aparecerán cuando se calme el asunto. Ni siquiera se las ve por la discoteca Gitana News, a pesar de que esa noche está todo el pueblo y alrededores. Incluso viene gente de Mercedes, y todos se amontonan en Gitana, bajo sus luces, sus pinturas murales más bien caseras, y sus banderas promocionales de marcas de whisky.
No sólo whisky, también hay una solitaria bandera de agua mineral, bebida que nadie en el local tiene ni tuvo intención de consumir.
"¡Molésteme, molésteme!"
Tratando de comunicarme con Virginia Vázquez, secretaria de la junta local de Rodó, me entero de que carece de autorización para hablar con la prensa, según instrucciones expresas del intendente Gustavo Lapaz.
Para obtener declaraciones, dice Vázquez, hay que hablar primero con Lapaz.
El intendente está de gira por los pueblos de Soriano, pero atiende por celular. Cuando se le pide "autorización" para poder entrevistar a Vázquez, dice que es mejor que hable directamente con él.
Le comento que se trata de un tema local, que prefiero hablar con gente de Rodó. "Yo soy el intendente de todo Soriano", me dice. Le digo que no lo quiero molestar por algo tan nimio. “¡Molésteme, molésteme!”, exige el intendente. Le digo que estoy recabando datos sobre la vida nocturna de Rodó, y que no creo que él esté al tanto de…
El intendente se ríe. "Se nota que no me conoce", dice. “Si me conociera, sabría que de la noche yo lo sé todo".
El caso es que se explaya telefónicamente sobre los locales nocturnos del pueblo, sobre la afluencia de público y otros menesteres. "Y también están los prostíbulos", me dice. El intendente sobre la noche lo sabe todo, ciertamente. Le pregunto sobre prostitución clandestina, entonces: "Ah, eso está en manos de policía", dice. Sabe todo, pero no tanto.