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Herederos del ADN feminista

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Inés Trabal, sobrina y nieta de las hermanas Luisi. Foto: Darwin Borrelli

RECORDANDO A LAS HERMANAS LUISI JANICKI

La carga genética de Paulina Luisi y sus hermanas sobrevive en 11 sobrinos nietos, que a partir de relatos y anécdotas mantienen vivas las historias de las primeras universitarias y feministas uruguayas. 

Inés Trabal, sobrina nieta de las hermanas Luisi. Foto: Darwin Borrelli
Paulina Luisi. Foto: Familia Luisi
Paulina en Italia con su padre Ángel. Familia Luisi
Elena Luisi. Foto: Familia Luisi
Inés Luisi. Foto: Familia Luisi
Josefina Janicki, esposa de Ángel Luisi. Foto: Familia Luisi
Luisa Luisi. Foto: Familia Luisi
Paulina en Italia con su padre Ángel. Foto: Familia Luisi
Luisa, Inés y Ángel Luisi. Foto: Familia Luisi

Nada revela, desde afuera, la belleza de la casa de Inés Trabal Luisi en la Aduana, Ciudad Vieja. Pero al atravesar una primera puerta, los adoquines del suelo invadidos de vegetación y una luz cálida avisan que ese es un lugar especial. La anfitriona acompaña la sensación. Lleva el pelo rojizo recogido, un vestido playero, chancletas naranjas. Tiene 60 años, mide un metro y medio, sus ojos son celeste claro y habla con un acento anglosajón. Ofrece agua saborizada con naranja y jengibre.

Inés Trabal desciende del matrimonio de Ángel Luisi y Josefina Janicki, italiano él, polaca ella, que a fines del siglo XIX migraron a Uruguay y tuvieron ocho hijos: Paulina, Ana, Luisa, Clotilde, Inés, Elena, Héctor y Ángel. Las seis mujeres estudiaron, algo nada habitual en la época. Todas se formaron en magisterio, pero además Paulina fue la primera médica mujer, Clotilde la primera abogada, Luisa fue poeta y crítica literaria, e Inés se recibió de médica como Paulina.

No fue casualidad que solo dos de las Luisi, Elena y Ana, tuvieran hijos. Y de los varones, solo Héctor. Es así que de aquella familia fermental en lo intelectual solo surgieron siete herederos, que a su vez tuvieron 11 hijos en total. Los miembros de la cuarta generación están todos vivos, tienen entre 50 y 80 años, y en ellos sobrevive de alguna forma el ADN impulsor de la primera ola feminista, que cada mes de marzo se evoca especialmente.

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Viejas de narices grandes.

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De chica le fastidiaba que le hablaran de ellas. Las recuerda como unas "viejas de narices grandes y manchas en la cara". Conoció a Inés y Elena, a quienes llegó a visitar en sus oscuros apartamentos de época con pesados cortinados en el edificio de la Onda, en la Plaza Libertad.

De a poco fue despertándose en Inés la curiosidad, y con ella la admiración, y comenzó a prestar atención a las anécdotas de aquellos célebres familiares. "Empezando por mis bisabuelos, porque me parece que eso no salió de un gen mutado", dice en referencia a los logros de sus tías abuelas. "Ellos generaron un espacio donde esto fue muy propicio".

Así como Inés, sus primos Héctor Luisi (nieto de Héctor, como ella), y Noel Ferriolo (nieta de Ana Luisi) ponen el foco en el inicio. "Habría que historiar a Ángel y a Josefina", afirma Noel, una arquitecta de 74 años. "Me hubiese gustado conocer a mis bisabuelos, porque ellos son los que siembran la semilla de decirles a todos sus hijos, incluyendo a los varones, que el mundo no tiene límites. No importa que sean mujeres, no importa lo exterior, lo que no pueden controlar. Lo que importa es lo que está adentro del bocho, eso fue lo que les inculcaron. Eso es lo que me fascina de esta historia. Mis bisabuelos son fascinantes, ellos son los responsables", se entusiasma Héctor desde Washington, economista y músico de 67 años.

Entre los tres, con apoyo de lo investigado por historiadores y recopilaciones disponibles en internet, arman el puzzle de hechos y leyendas que rodean al matrimonio. Para Héctor, tienen que haber sido "criaturas del iluminismo europeo francés del siglo XVIII". Ángel era masón y anarquista. Peleó junto a Giusseppe Garibaldi en la guerra franco-prusiana de 1870 y 1871, y conoció a Josefina cuando, al final de la guerra, puso un pie en Dijon. Se dice que él fue profesor de ella en La Sorbonne. Se dice, también, que las andanzas de Garibaldi en el Río de la Plata empujaron a Ángel a estas latitudes. Y la transmisión oral también habla de un proyecto para plantar naranjos aquí.

Lo cierto es que el matrimonio llegó primero a Colón, Argentina, donde estuvo poco tiempo, hasta que en 1878 se instaló en Paysandú. Allí fundaron una escuela con Josefina (que era maestra) a la cabeza y con ideas vanguardistas en materia de pedagogía. A Inés le contaron que tuvieron un periódico anarquista. Y según la historiadora Graciela Sapriza, Ángel fundó allí la biblioteca Fiat Lux y una Logia Masónica.

"Nunca sentí que un varón pudiera más que yo"

¿Feminista? A Inés Trabal, sobrina nieta de las hermanas Luisi, le cuesta definirse así. Dice que empatiza con las feministas pero percibe cierto "triunfalismo" y "victimización". Cree que la clave está en la "emancipación". "Tú tenés que ser libre, independiente y hacerte cargo. Así, todo lo demás lo vas a manejar mejor", dice. Y buscó aplicarlo en su vida. Estudió medicina, pero no ejerció. Trabajó en el Clemente Estable durante la dictadura, un ámbito que recuerda con satisfacción por la libertad con la que expresaban las ideas. Tuvo una hija con un compañero de trabajo checo, casado. Vivió en España y en Inglaterra, donde estudió psicoanálisis. Hoy trabaja sobre todo como traductora. Segunda de cuatro hermanas mujeres, Inés siente que nunca sufrió diferencias por ser mujer. "Nunca sentí que un varón fuera más valioso, o pudiera más, o tuviera más derechos. Nunca". No ha ido a las marchas por el Día Internacional de la Mujer y este año no fue la excepción.

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En 1887 se mudaron a Montevideo para que las mayores hicieran los estudios de magisterio. Dice Noel que se instalaron en una quinta en Gil y Agraciada. Allí fueron naciendo los demás.

La información histórica de las trayectorias de Paulina, Clotilde y Luisa u2014trazada en profundidad por Saprizau2014, se humaniza con las anécdotas de sus sobrinos nietos. Saben que Paulina no tenía baño en la facultad y que sus compañeros se la hacían difícil, pero sobre todo tienen presente que su tía mayor era "muy fuerte" y a la vez "muy cariñosa".

"Mi madre hablaba de Paulina fundamentalmente. Y de qué lindo era ir a dormir a su casa. Paulina cocinaba mucho, hacía dulces", cuenta Inés. Para ella, eso muestra que "las tareas que de alguna manera son cuestionadas como de un rol femenino artificioso, como la cocina y el cuidado, no eran despreciadas por ellas".

Anita García de Zúñiga, hija de Ana Luisi, fue una de las que llegó a estar más cerca de ellas, y por eso pudo ver "la otra cara", según les contó a sus sobrinas: "Eran tan fuertes y tan poco ceñidas a lo políticamente correcto, que a veces te daba un poco de calor estar con ellas. Sabías que podías ir al teatro y que protestaran en voz alta, o que hablaran mal de alguien", reconstruye Inés.

Eran admiradas, pero también generaban resistencia. Una amiga de Inés le contó que a su madre, cuando era chica, le ponían a las hermanas Luisi como ejemplo de lo que podía pasarle si se extralimitaba en algo (quedar soltera, no tener hijos).

En realidad, las Luisi tuvieron sus historias de amor. Clotilde, la abogada, no tuvo hijos, pero se fue a Roma con José María Podestá, un hombre al menos 10 años menor que ella. Y Paulina aparentemente tuvo una relación secreta con Sebastião de Magalhães Lima, un portugués que fue ministro de Relaciones Exteriores.

Paulina disfrazada, pintada de negro con carbón. Foto: Familia Luisi
Paulina disfrazada, pintada de negro con carbón. Foto: Familia Luisi

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Paulina fue una de las fundadoras del Partido Socialista. Clotilde fue comunista y llegó incluso a viajar a la Unión Soviética. Para completar, Luisa era colorada. Y según le contaron a Inés, las diferencias políticas no eran un asunto menor para ellas: provocaban duras peleas.

Les han transmitido la idea de una familia de sensibilidad artística, perfil bajo y, a la vez, muy divertida. La herencia más fuerte, sin embargo, es la libertad, que ellos ven en sus muy diversos destinos y estilos. "Que las opciones no son cuatro en la vida", resume Inés. "Y nunca entendí eso de que por ser mujer no pudiera hacer algo, ni que otro me dijera que no. Porque yo siempre supe que cuando no se podía, lo habían hecho".

Tres hermanas que pasaron a la historia

Paulina, la mayor de los ocho hermanos y la más renombrada, estudió Medicina entre 1900 y 1908. Fue la primera médica y la primera mujer uruguaya en recibir un título universitario. Se dedicó sobre todo a la salud femenina y a enfermedades de transmisión sexual. Fundó el Consejo Nacional de Mujeres y la Alianza Uruguaya de Mujeres, desde donde impulsó el voto femenino. Clotilde, primera abogada, fue decana de la Universidad de la Mujer. En 1937, el director de la Biblioteca Nacional, Arturo Scarone, escribió un diccionario biográfico en el que destacó su actuación en la educación de personas con discapacidad. Luisa, a quien Ida Vitale consideró injustamente olvidada, fue poeta, crítica literaria, profesora de español, conferencista y pedagoga.

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Tesoro en altillos.

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Un cuaderno de cuando Josefina estudiaba en La Sorbonne, borradores de los poemas de Luisa, fotos, cartas, muebles. "Tenemos muchas cosas, no sabemos bien qué hacer", cuenta Noel, que a su edad no se siente con la fuerza suficiente para revisar el tesoro que guarda desperdigado y desordenado en el altillo de su casa.

Su hermana, Isabel, mayor que ella, también se quedó con cosas cuando desarmaron la casa de sus padres. Entre las dos se distribuyeron lo que entendieron que tenía valor histórico y afectivo.

La mayoría de las pertenencias de Paulina, que en su adultez vivió en una casa en la calle Paraguay, están en manos de los Mautone, descendientes de Elena. Jorge, el único hijo de esta, fue como el hijo que Paulina no tuvo.

En la hermosa casa de Inés también hay huellas de aquellas mujeres. Su madre había guardado grandes retratos que ella recogió. El que más le gusta es uno de Luisa con gesto y vestido romántico, al que encuadró y colgó en un pasillo. Tal vez lo más valioso es un sillón negro que pertenecía a Paulina y que quizá usó como camilla. Ella, que se ha dedicado al psico-análisis, lo ha adoptado como diván.

Héctor y su hermana Blanca tienen decenas de postales que Paulina intercambiaba con sus hermanos y sus padres en sus frecuentes viajes a Europa. Quiso la casualidad que las encontraran en un mercado de antigüedades en París. En su casa, en Washington, Héctor también tiene fotos, cartas, e incluso una chapa de bronce que dice "Clotilde Luisi Abogada".

Algunos de los primos han manejado la posibilidad de reunirse para organizar toda esta herencia pero, dice Noel, nunca tomaron impulso. Ella ha pensado incluso en donar todo a la Biblioteca Nacional, y a veces se pregunta qué pasará con esas reliquias cuando ella no esté.

A Héctor, la idea de exponer estos recuerdos al público, por ejemplo en un museo, no le convence. Le gusta más que cada uno tenga algo, "un pedacito de la historia", y que la siga compartiendo con los suyos.

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