Luego de leer el artículo La facultad de fotocopiar publicado en la última edición de Qué Pasa, Jorge Mahy se indignó. La nota ilustraba el conflicto en la Facultad de Humanidades entre el decanato y los alumnos por la financiación de cinco máquinas fotocopiadoras. Mahy, presidente de la Asociación Uruguaya para la Tutela Organizada de los derechos Reprográficos (Autor) y asesor de la Cámara Uruguaya del Libro, pidió una entrevista para dejar constancia de que ambas parten discuten lo accesorio, ignorando que justifican una acción ilegal: fotocopiar libros. Quiere que la Cámara del Libro sea lo que Agadu para los músicos.
-¿En qué consiste su inquietud?
-Vimos que la discusión que se estaba dando en la Facultad de Humanidades estaba descentrada. Se perdió el eje de la discusión. Para ellos es ver si hay autoritarismo de parte del decano y los jóvenes alegan un derecho adquirido a financiarse con una actividad… ¡que es ilegal! Se discute un acto ilegal. Además, no se está respetando un derecho, que es el derecho de autor, al hacer las reproducciones en forma ilegal. Tampoco se está fomentando lo que debe fomentar un centro de educación y más aún, uno universitario, que es ir a las fuentes. Nosotros defendemos el original, porque es lo que da origen al conocimiento. En Derecho, venden libros (fotocopiados) que aluden a leyes ya derogadas. Hay libros fotocopiados que no tienen ni el título del libro ni el nombre del autor, porque los chiquilines no fotocopian las tapas, entonces ha pasado que no saben ni a quién están leyendo… Lo detectamos.
-Ninguna de las dos partes en el conflicto parten de la base de que lo que discuten es algo ilegal.
-La ley del derecho de autor es muy clara: establece que no se puede reproducir material protegido por derechos de autor total ni parcialmente, ni ponerlo a disposición de otros.
-¿Quieren crear conciencia como lo ha hecho Agadu en el campo de la música, protegiendo derechos de autor?
-Mirá: si tu padre tuviera una carnicería y yo te digo que mañana voy al campo a cazar y faenar ilegalmente animales para después hacer terrible asado, vos te vas a sentir mal porque sabés que la faena clandestina está prohibida. Generar conciencia lleva su tiempo, como llevó tiempo en el caso de la lucha contra el tabaquismo. Nosotros estamos en un proceso de unos cuantos años, pero todavía no tenemos la suficiente fuerza. No somos el "Zeta" (por Eduardo Zaidensztat) que hizo saber que "evadir está mal". Lleva años concientizar al alumnado y a los profesores. Está el argumento de que el libro es caro...
-Supongo que este problema lo tienen con todas las facultades, no sólo con Humanidades, ¿es así? ¿Y cómo es con las universidades privadas?
-Pasa en todas las facultades de la Universidad de la República, sí. Y en las privadas pasa, pero ahí tenemos más posibilidades de conversar. La Universidad Católica firmó un acuerdo con Autor y su centro de fotocopiado (Xerox) ya tiene licencia. La Universidad de Montevideo está a punto de firmar y el jueves tuvimos una reunión en la ORT. Es más fácil negociar con las privadas.
-¿Cuán lejos están de lograr un marco regulatorio para la Universidad de la República?
-El único marco regulatorio es la Ley de Derecho de Autor. Y a través de Autor podemos licenciar y permitir que en aquellos casos en que no haya más remedio que fotocopiar, haya un fotocopiado parcial, pero nunca el libro entero. Defendemos el original. Obviamente tuvimos que meternos en el sistema de autor; es eso o nada, porque a nivel judicial no se nos ha dado el respaldo que nosotros quisiéramos tener en cada uno de los casos que fueron denunciados. Nosotros, la Cámara del Libro por su lado y grupos editoriales, hemos hecho denuncias concretas con camiones llenos de pruebas y los jueces han archivado los casos. Tenemos que lograr lo que Agadu: que se asuma que fotocopiar un libro es un delito.
-¿Tienen valuadas las pérdidas?
-Autor ha encarado una investigación estadística que nos va a dar una pauta cercana a la realidad de cuánto pierden las editoriales, las distribuidoras y las importadoras, la industria gráfica en general. Son cifras millonarias en derechos de autor y en lucro cesante por libros que no llegan. Hay que sumar las pedagógicas, y el desaliento que provoca en los escritores y editores.