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De tal padre, tal hijo: un axioma inevitable en Siria

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THOMAS L. FRIEDMAN

Columnista del New York Times

Ver al ejército sirio bombardeando el poblado sirio de Homs para sofocar la rebelión contra del régimen de Bashar Assad equivale al refrito de una película realmente mala que protagonizó el padre de Bashar, Hafez, exactamente hace 30 años. Lo sé. Yo vi la original.

Era abril de 1982 y yo acababa de llegar a Beirut como reportero del New York Times. Rápidamente oí historias aterradoras sobre una insurrección que había ocurrido en febrero en Hama, encabezada por la Hermandad Musulmana de Siria. Se decía que el presidente, Hafez Assad, había aplastado la rebelión bombardeando barrios enteros de Hama y luego dinamitando edificios, algunos con residentes aún en el interior. Ese mayo, obtuve una visa para Siria, justo al tiempo que Hama acababa de ser reabierta. El régimen sirio estaba "alentando" a los sirios a que condujeran a través de la destrozada ciudad y reflexionaran sobre su significado. Así que me fui en taxi.

Fue pasmoso. Tramos enteros de edificios habían sido literalmente destruidos y después aplanados profesionalmente, quedando reducidos a estacionamientos del tamaño de campos de fútbol. Si pateabas el suelo, aparecían fragmentos de ropa, un libro, un zapato. Amnistía Internacional estimó que casi 20,000 personas fueron asesinadas. Nunca había visto brutalidad de esa magnitud y, en un libro que escribí más adelante, le di un nombre: "Las Reglas de Hama".

Las Reglas de Hama no son reglas ni en lo más mínimo. Haces lo que haga falta para mantenerte en el poder y no solo derrotas a tus enemigos. Los bombardeas en sus hogares y después los aplanas para que sus hijos y los hijos de sus hijos nunca olviden y nunca sueñen siquiera con desafiarte otra vez.

Bien, 30 años más tarde, los hijos de esos niños sirios han olvidado. Perdieron el miedo.

Sin embargo, esta vez no solo es la Hermandad Musulmana rebelándose en una ciudad. Ahora son sus jóvenes de toda Siria. Navtej Dhillon y Tarik Yousef, los editores de "Generación en espera: La promesa no cumplida de la juventud en Medio Oriente", notan que más de 100 millones de individuos entre los 15 y 29 años de edad viven en Medio, por arriba de menos de 67 millones en 1990, y no se ha materializado buena parte de lo que sus gobiernos les prometieron en la forma de empleos, oportunidades de matrimonio, apartamentos y una voz en su propio futuro. Esto es lo que desató estas insurrecciones volcánicas.

La búsqueda de la democracia no es el único drama sirio. Siria también es un país sumamente tribal. Su minoría alauita de tendencia chiita -encabezada por la familia Assad y con el 12% de la población- domina el gobierno, el ejército y los servicios de seguridad. Los árabes sirios de fe musulmana sunita representan el 75%, los cristianos 10% y el resto son drusos, kurdos y otros.

No sé qué baste para convencer a Assad de que ceda el poder a un gobierno de unidad nacional, pero sé que es necesario: tiene que soltar los dos puntales de mayor importancia que sostienen a su régimen. Uno es el apoyo de China, Irán y Rusia. Ahí, Naciones Unidas, la Unión Europea y países árabes y musulmanes necesitan seguir gritándole a Moscú, Beijing e Irán por su apoyo a las muertes masivas de civiles sin armas. A China, Irán y Rusia les tiene sin cuidado la condena de Estados Unidos, pero pudiera importarles la del resto del mundo.

El otro puntal, sin embargo, solo puede ser eliminado por los sirios. La oposición siria, aún fragmentada, tiene que encontrar una forma de unificarse y también llegarles a los alauitas, así como a los comerciantes cristianos y sunitas de Siria, y garantizar que sus intereses estarán seguros en una nueva Siria para que ellos puedan renunciar a Assad. Sin eso, nada bueno saldrá de todo esto.

Mientras más se demuestre a sí misma la oposición siria, a todos los sirios y al mundo que lo suyo es crear una Siria pluralista -en la que todos sean tratados como ciudadanos iguales-, mayor será la debilidad de Assad y mayores serán las probabilidades de que Siria después de Assad tenga la oportunidad de ser estable y decorosa. Mientras más tiempo siga fracturada la oposición siria, más fuerte será Assad, más se aferrarán algunos sirios a él por temor al caos y más se saldrá con la suya con las Reglas de Hama.

Friedman ganó tres veces el premio Pulitzer, lo que es un mérito grande. Publica dos columnas por semana en el New York Times, lo que tampoco está mal. Autor de varios libros, muchos disponibles en español (entre ellos, El mundo es plano), en sus textos predica una nueva forma de democracia en tiempos globalizados. En este texto, publicado por el Times, aporta una salida para el conflicto en Siria: básicamente que se termine la dinastía Asad y que Rusia, China e Irán dejen de defenderla.

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