Como exjugador de básquetbol en silla de ruedas, Peter Hughes está convencido de que los deportes pueden dar más oportunidades a las personas con discapacidad. “Los deportes tienen el poder para cambiar el modo en que la gente nos ve”, dice a El País en medio de su agitada visita a este rincón del mundo.
Una semana antes de que inicien los Juegos Paralímpicos de París 2024, Hughes está en Uruguay brindando charlas y talleres sobre deportes adaptados. Fue invitado por la Embajada de Estados Unidos en Uruguay y, para cuando recibe a este medio, ya dio charlas en el Instituto Superior de Educación Física (ISEF) de la Universidad de la República y en la Institución Nacional de Derechos Humanos (Inddhh) y participó de talleres en Maldonado y Montevideo de tenis y rugby en silla de ruedas.
Es profesor de educación física adaptada y el actual director del Programa de Atletismo Adaptativo de la Universidad de Arizona, uno de los programas más grandes de Estados Unidos y en el que se formaron más de 40 atletas paralímpicos.
Disciplinas adaptadas
Hughes cuenta que las disciplinas que se juegan en los paralímpicos nacieron a partir del entusiasmo de los veteranos de guerra que, pese a volver a casa con daños irreparables, aún querían jugar a sus deportes favoritos. Es por esto que decidieron cambiar las reglas y adaptaron los juegos tradicionales.
Ciertas disciplinas cambiaron tanto que obtuvieron una identidad completamente nueva. Como es el caso del goalball, un juego exclusivo para atletas con discapacidad visual. Se juega en equipos mixtos con el objetivo de rodar el balón hacia el arco del equipo contrario, los jugadores cubren sus ojos con máscaras negras y se utiliza una pelota de goma con dos campanas en su interior.
Como usuario de silla de ruedas, Hughes sabe que él no puede practicar cualquier deporte, pero sí cree que es posible adaptar y volver accesible a la mayoría y defiende la idea de crear un "diseño universal".
"Creo que tenemos la oportunidad de invitar a aquellos que no tienen una discapacidad a participar en deportes adaptados, porque son divertidos, son buenos y tienen una clasificación por niveles que los vuelve aún más inclusivos. Basándonos en la función de un sistema por puntos, ¿por qué no dejaríamos a todo el mundo jugar? Yo no puedo jugar básquet contigo, pero tú puedes jugarlo conmigo", sostiene. Fiel al juego original, el básquet en silla de ruedas mantiene las dimensiones de una cancha común y clasifica a sus jugadores con un sistema de puntos (del 1 al 4,5), cuanto más alto es el número menor es la discapacidad.
Para Hughes, el deporte deja enseñanzas que sirven para la vida: "Establecer objetivos, construir equipos, lidiar con fracasos, lidiar con el éxito, son todo cosas que necesitas aprender de niño para poder usarlas luego como adulto".
Los próximos Juegos Paralímpicos se celebrarán entre el 28 de agosto y el 8 de setiembre de este año. Reunirá a 4.400 atletas paralímpicos, entre los que estarán los uruguayos Hanna Arias (en natación) y Henry Borges (en judo).
Lo que esperaba de Uruguay y lo que encontró
"Realmente no puedo dar ayuda económica, solo puedo darles palabras de aliento, enseñarles sobre técnica, acercarles materiales para que trabajen e ideas generales sobre la competición", detalla Hughes sobre sus visitas a países como este. El costo actual de una silla para jugar al básquet está por encima de los US$ 5 mil, mientras que las de los jugadores de rugby valen más de US$ 8 mil.
Según cuenta, antes de llegar a Uruguay creyó que encontraría un país con bajos recursos, pocos entrenadores y mínimas oportunidades para que las personas y, sobre todo los niños, practiquen deportes en silla de ruedas. Tras los primeros días en Uruguay, Hughes concluye que en este país "hay muy buenos entrenadores de tenis en silla de ruedas y muy buenos entrenadores de rugby en silla de ruedas", pero aún así le llama la atención la poca participación de niños.
"Estamos muy entusiasmados con los resultados de esta visita, que se dio en el marco de un esfuerzo enfocado en estrechar lazos con la comunidad local en esta temática", sostiene de parte de la embajada, la Consejera de Educación, Prensa y Cultura, Kerri Spindler-Ranta, tras la visita de Hughes.
Cuando Hughes recibe a El País, una llovizna leve cubre una ciudad que, en sus palabras, está "húmeda y resbalosa" lo que le generó dificultades para trasladarse.
Dice que se encontró con una ciudad de veredas altas y rampas demasiado inclinadas, lo que representaría "una dificultad para un usuario permanente de silla de ruedas". "Yo puedo levantarme de mi silla y apañármelas, pero no todos mis amigos podrían y la falta de accesibilidad probablemente desalentaría su visita" a este país, señala.
"Creo que es necesario mencionar que mucha gente me ofreció ayuda, y lo aprecio, pero rechacé sus ofertas porque quería ver que tan independiente yo podía ser en esta ciudad, para luego poder contarlo", aclara Hughes, que dijo estar sorprendido con la amabilidad de los uruguayos y añade: "Al igual que todos, prefiero vivir el día a día con la menor cantidad posible de barreras físicas, y pese a que es genial que la gente se ofrezca a ayudar, necesitamos llegar a un punto en el que no necesitemos esa ayuda".
"Sé que hay cosas que están mejorando, pero queda mucho trabajo por hacer", concluye.