JORGE SAVIA
Justo al terminar el primer tiempo, para el lado de la Playa Ramírez, sobre el horizonte cargado de nubes oscuras, se abrió una fina estela de color rojizo que prometía, dudosamente por las características del entorno, un mañana mejor, quizá hasta luminoso.
La imagen sirve para pintar lo que fue, y también lo que representa, el triunfo de Danubio. Que ganó como lo indica el score —3 a 0— en forma amplia. Inobjetable. Empezando porque a los 7’ el cuadro de Pelusso ya ganaba 2 a 0, con un gol que metió Risso segundos antes de los 2’ al cabo de un contragolpe que Ignacio González y Salgueiro ejecutaron con una eficacia demoledora, y otro que hizo el propio "Nacho" de cabeza al poco rato, explotando esa llamativa flojedad que había expuesto Liga Deportiva Universitaria cuando vino a jugar con Peñarol su clasificación a la Copa. Y siguiendo porque, por esas mismas vías, con esos recursos, y pese a no tener siempre la pelota, de no haber mediado los errores que expuso en la definición, el campeón uruguayo anoche pudo haber hecho seis, siete u ocho goles.
Sin embargo, el equipo de la Curva de Maroñas, por muchos momentos del primer tiempo y en la mayor parte del segundo, aún jugando apretadamente, con prolijidad y orden, le dio aire al elenco visitante, dejó que los ecuatorianos se rehicieran y manejaran la pelota. Y si bien en los 45’ iniciales el toque de los ecuatorianos no fue profundo, en el complemento con el ingreso de Garcés hubo algunas llegadas del cuadro de Quito que recién fueron cortadas por intervenciones salvadoras de Barbat, que no fueron la clave de la victoria, pero permitieron que la misma tuviera la amplitud que terminó dándole el tercer gol convertido —cuándo no, tratándose de Liga— de cabeza por Pouso.
Ganó Danubio, entonces. Y su triunfo, amplio, justo, cronológicamente cómodo, se parece a aquella fina estela rojiza que se abrió al final del primer tiempo en el horizonte. Porque el 3 a 0 del debut en la Copa augura un mañana mejor, quizá luminoso. Por el resultado en sí mismo, y por la promesa de buen fútbol que por pasajes dejó el equipo de Pelusso. Sin dejar de tener en cuenta que las manos de Barbat ayudaron a descorrer los nubarrones que pudieran haberse visto, sobre todo pensando en un partido como el que espera contra el Santos de Robinho el jueves próximo.