Miguel Méndez / Especial para Ovación
La icónica escena interpretada por Guillermo Francella en la película “El Secreto de sus Ojos” enseñó que se puede cambiar muchas cosas, pero nunca de pasión. Lo que no explicó, ni él ni nadie, es qué es lo que sucede cuando se detiene el motor que mueve esa pasión y cuando se apaga esa maquinita que genera cosas inexplicables. ¿Qué pasa cuando tu equipo deja de competir en el fútbol?
En Uruguay es normal que una institución no pueda pagar sus adeudos y se pierdan algunas temporadas de competencia. Huracán Buceo y Villa Española tuvieron dos desafiliaciones en este siglo, Progreso pasó un año fuera y Bella Vista estuvo cerca de dos años y medio sin equipo principal, solo por nombrar los casos más resonantes.
Pero una institución no pudo volver —al menos por ahora— tras casi 50 años ininterrumpidos compitiendo a nivel de la Asociación Uruguaya de Fútbol: el Centro Cultural y Deportivo El Tanque Sisley.
Después de ganarle un emocionante repechaje por la permanencia a Sud América, para 2018 no aparecieron los dineros (Freddy Varela dixit) y el club fusionado fue descendido a la Segunda División pero, al no saldar la deuda, ni siquiera en esa categoría pudo jugar.
Lo que al principio parecía ser una desafiliación momentánea más, el tiempo la transformó en definitiva. Al menos, esa es la sensación que inunda el pensamiento de los huérfanos seguidores de El Tanque Sisley.
¿Cómo es ser hincha de un equipo que no juega más? ¿Dónde se vuelca la pasión desamparada? ¿Cómo se llena el peligroso tiempo libre que se genera cuando se apaga esta llama sagrada?

El deseo de un hincha: “Extraño gritar un gol”
Como si de un guiño del destino se tratase, Rodrigo (34) se fue a vivir a Barcelona un puñado de meses después de que El Tanque le ponga puntos suspensivos a su vida deportiva profesional. La distancia, sin embargo, no licuó las penas.
“Es un vacío que no podés llenar”, cuenta. Cuando llegó a la capital catalana comenzó a ir a ver al Barcelona. Se encariñó con el club, con la costumbre de ir a verlo. O al menos eso creyó. “Me había entusiasmado, pensé que era hincha del Barça pero no. Me di cuenta que mi entusiasmo pasaba por ver buenos jugadores. Mi única pasión es El Tanque”, aclara.
Rodrigo es Fessler, un apellido pesado dentro de la institución. Su abuelo Enrique (88) fue uno de los principales fundadores del Club Atlético El Tanque (junto a Víctor Della Valle, Rúben Rodríguez y Jorge Codesal).
Los Fessler eran una barra grande, estable y de presencia segura en las tribunas del equipo verdinegro y Rodrigo añora mucho eso: “Era estar junto a mi viejo, mis abuelos, mi tío, mis primos, amigos que había hecho en el club. Esperar eso toda la semana”, detalla. “Lo que pasa en el partido importa, sí, pero era vital lo que se vivía alrededor”. Y subraya con nostalgia. “Una de las cosas que más extraño es gritar un gol, ya no me acuerdo cómo era esa sensación”.
El tío de Rodrigo es Carlos (62), hijo de Enrique y tiene una visión muy parecida a la de su sobrino. “Ir a ver a El Tanque era un acto religioso, los fines de semana no había otra cosa para hacer más que ir a ver al club. No había compromiso que pudiera evitar que vayamos”, recuerda.
Él no eligió a un Barcelona para ver si podía opacar un poco ese sentimiento de vacío. “No fui más al fútbol. Sufrí desilusiones, desengaños. Me di cuenta de que no existe más ese fútbol de barrio con el que crecimos”. Entonces, dejó que la llama se apagara sin más.
Santiago Jaume (29) ya tenía su entrada para el partido contra Wanderers cuando le comentaron que El Tanque no iba a pagar sus deudas. “Quedé helado”, recuerda. Estaba en una plaza y no quería caer. Hasta que de noche, tranquilo en su casa, lo asumió: “se me vino el mundo abajo”, dijo. Se desconectó del fútbol automáticamente.
Otro hincha fusionado, Sebastián Silva, va por un camino distinto. Él sí sigue yendo, de tanto en tanto, a ver un poco de fútbol. Su hijo se hizo hincha de River Plate y a veces lo acompaña. Si encuentra un partido atractivo, también se manda. Aunque aclara: “Pero sin la pasión que tenía cuando iba a ver a El Tanque, es incomparable”.
Todavía duele aquella desafiliación de El Tanque Sisley
“Aunque fue una crónica de una muerte anunciada, fue un mazazo haber dejado de competir”, dice Sebastián. En los primeros meses la incertidumbre reinaba: ¿sería capaz de resurgir El Tanque?, era la pregunta que todos se hacían. Por ese tiempo los golpes eran muy duros.
Jorge Vignolo tiene 62 años y era de esos hinchas activos de El Tanque. Como casi todos, en realidad. Vendía rifas, rentaba el ómnibus para ir a Florida los años en el que el equipo hacía de local allí, ayudaba a Enrique Fessler (con quien mantiene contacto al día de hoy) en todo lo que podía. Siempre estaba a las órdenes para dar una mano. “Dejar de competir fue un golpe que nos dejó sin respuestas”, asegura.
Para él casi todo giraba alrededor de El Tanque. “Lo que más se extraña es la unión que había en las tribunas. Salvo por mi amistad con los Fessler, yo dejé de tener contacto con los otros hinchas del club”, describe. Y tira una frase pesada: “Fue como haber destruido a una familia”.
Una de las cosas que más lamenta Carlos es haber “perdido la sensación que generaba ganar, o perder, algún partido increíble. Las alegrías y tristezas incomparables, son cosas que perdiste y que no vas a recuperar más”, explica.
“Angustia”, “vacío”, “drama”, son algunas palabras que escupen las bocas de los hinchas ¿huérfanos? “Sí, yo me siento huérfano de equipo de fútbol”, subraya Rodrigo.
No fue más fácil la vida para Santiago. Al tiempo se fue del país. Estuvo cuatro años en Australia y está seguro: “si El Tanque hubiera seguido, yo no me hubiera ido”.
Algo de la historia reciente
Tras varias temporadas coqueteando con la posibilidad de no pagar las deudas, finalmente el club se bajó en el 2018, cuando había logrado la permanencia en Primera. El histórico fusionado (en 1981 se unen el Club Atlético El Tanque, nacido en marzo de 1955, y el Club Cultural y Deportivo Sisley) jamás había pasado un año sin jugar.
“Al principio tuvimos el impulso de querer refundarlo, me acuerdo de la película “Luna de Avellaneda” cuando pienso en esos meses”, cuenta Rodrigo. Rápidamente se dieron cuenta de que la misión era casi imposible. Ocho años más tarde, poco ha cambiado.
Varios hinchas pensaron que la inhabilitación sería temporal, que en uno, o a lo sumo dos años, El Tanque volvería a jugar. Sin embargo los adeudos eran una pata de elefante que aplastaba cualquier ilusión romántica.
¿Podrá volver a competir El Tanque Sisley?
Todos los entrevistados coinciden en que un regreso de El Tanque es casi utópico. Los Fessler lo desean con fervor pero en condiciones muy distintas a como estaba el club cuando no pudo competir más.
Sebastián también quiere volver a ver a su club pero apadrina una visión muy particular. “Hay hinchas orgullosos de que sus clubes tengan las vitrinas llenas de copas. Mi orgullo es ser hincha de un equipo que se fundió”, comienza.
“Decir soy de El Tanque y no juego más también es un diferencial. Eso empieza a ser lo positivo dentro de todo lo negativo que vivimos. Es el valor agregado, es el equipo que desapareció, ¿cómo ser hincha de un cuadro así? Y lo terminás contando con orgullo”, desarrolla.
Sobre un (im)posible retorno, realiza una analogía con la música, su profesión. “Hay bandas que en los 80´s y 90´s eran una sensación y cuando volvieron no parecieron estar a la altura”. Nublaron los recuerdos gratos que habían cosechado en su gente. Sebastián no quiere que suceda eso con El Tanque Sisley.
Por su parte, Jorge quiere “volver a ver los colores en cancha”. Él, que siguió a las formativas hasta que dejaron de jugar (hace un año atrás), necesita imperiosamente del verde y el negro. “Y me gustaría ayudar, llevando el agua igual, haciendo cualquier cosa”.
De todos, el más optimista es Santiago. Cree que en algunos años su club volverá aunque, para eso, deben darse una serie de condiciones muy especiales, sobre las que prefiere no profundizar. Pero mantiene la esperanza.
El Tanque Sisley, cuando dejó de jugar, era un club estigmatizado, bajo la sombra de Freddy Varela, un dirigente que despertó amores y odios. Pero esa cruz no la deben cargar sus abandonados hinchas que día a día deben jugar contra el rival más implacable: la desaparición y el olvido.
-
De Guardiola y el Ancho Ibarra a la violencia en clásicos: historias y perlitas de los torneos de verano
Las SAD vs. Asociaciones Civiles: así quedó el mapa del fútbol uruguayo para el 2025 y cómo puede influir
La misteriosa realidad de Alto Perú, el club más humilde de Uruguay: cinco años sin ganar y mismo DT desde 1996
Políticos, pero con zapatos de fútbol en mano: cinco que fueron clave para el país y estuvieron en el deporte
Desde Maradona a Ronaldinho: los 10 fichajes top que ilusionaron, pero nunca llegaron al fútbol uruguayo