El nuevo escenario internacional, marcado por una guerra comercial impulsada desde Estados Unidos con incrementos arancelarios y represalias por parte de potencias como China, implica una grave amenaza para Uruguay. La subida abrupta y sostenida de aranceles no solo golpea al comercio internacional, sino que debilita fuertemente la producción global, aumentando significativamente el riesgo de una recesión en muchos países en el corto plazo.
Para nuestro país, fuertemente dependiente de la exportación de commodities, este contexto internacional adverso provoca una inevitable caída de los precios de nuestros productos de exportación. Al mismo tiempo, la incertidumbre impulsa un fortalecimiento del dólar, lo que, lejos de beneficiarnos, encarece la deuda y complica aún más el panorama fiscal y monetario.
Las recientes declaraciones del ministro de Economía Gabriel Oddone, quien afirmó que este sombrío escenario podría traer nuevas oportunidades para Uruguay, denotan una preocupante falta de comprensión sobre la magnitud y las implicancias reales de la crisis internacional. Esta postura es particularmente grave en un año crucial, donde se definirá el presupuesto nacional y el nivel del gasto público para todo el quinquenio.
Resulta imprescindible que el gobierno tome conciencia inmediata de la seriedad de esta coyuntura y actúe con responsabilidad, anticipando los efectos negativos para mitigar sus consecuencias. El impacto de la guerra comercial global será profundo y prolongado, y Uruguay no puede permitirse tener un gobierno que improvise ante una crisis de esta naturaleza. Necesitamos respuestas rápidas, sólidas y técnicamente fundamentadas, algo que, lamentablemente, hasta ahora brilla por su ausencia.
En este contexto complejo, nuestro país debería fortalecer urgentemente su diplomacia comercial, buscando diversificar aún más nuestros mercados de exportación y reducir nuestra vulnerabilidad frente a estos choques externos. Históricamente, Uruguay ha dependido de pocos destinos para sus exportaciones, lo que incrementa el riesgo cuando ocurren alteraciones en los mercados internacionales. Es necesario explorar nuevas oportunidades comerciales, reforzar acuerdos existentes y agilizar negociaciones con mercados alternativos. Si es que estas oportunidades existen tenemos que buscarlas activamente.
Asimismo, frente a un contexto internacional marcado por el proteccionismo creciente, se hace imperativo repensar la estrategia de producción y exportación de Uruguay, apostando por productos con mayor valor agregado y diferenciación en los mercados internacionales. El desarrollo de cadenas productivas internas que agreguen valor a las materias primas que exportamos es un desafío urgente para reducir la vulnerabilidad económica del país frente a estos choques externos. Esto implica medidas para mejorar la competitividad, la competencia de los mercados internos y reducir los costos de producción dentro de fronteras.
El fortalecimiento del dólar, sumado a la caída de precios internacionales, representa además un desafío particular para las empresas uruguayas, especialmente para pequeñas y medianas que suelen enfrentar limitaciones importantes para adaptarse rápidamente a estos escenarios cambiantes. Por ello, es crucial no dormirse en los laureles, esperando a ver qué hacen los demás para luego tomar medidas cuando todo esté resuelto. Incluso es necesario plantearle a Estados Unidos la posibilidad de eliminar todos los aranceles de una lado y del otro, como están haciendo varios países.
Por último, y no menos importante, el gobierno debe transmitir con claridad y realismo la dimensión del desafío que enfrenta el país. Minimizar la gravedad del contexto o generar falsas expectativas puede resultar contraproducente, profundizando aún más los problemas cuando las medidas resulten insuficientes. La transparencia en la comunicación y una gestión realista, comprometida con los hechos y no con discursos voluntaristas, será clave para enfrentar este problema.
En definitiva, Uruguay enfrenta hoy uno de los escenarios internacionales más adversos de los últimos tiempos. La capacidad de reacción rápida, efectiva y sustentable del gobierno definirá en gran medida cómo logrará el país atravesar esta tormenta. Lo que está en juego no es solo el crecimiento económico, sino también el empleo, el bienestar de miles de hogares uruguayos y la capacidad de nuestra economía para sostenerse en tiempos inciertos.