Una nueva legislatura

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Se inaugura hoy la tarea del Legislativo nacional electo el pasado mes de octubre: por primera vez en mucho tiempo, el Ejecutivo no contará allí con una mayoría absoluta de su mismo signo político para llevar adelante el programa con el cual fue electo en noviembre de 2024. Esta situación genera tres novedades institucionales importantes.

En primer lugar, la negociación interpartidaria será protagonista ineludible del próximo quinquenio: si el Frente Amplio (FA) no negocia con sus adversarios en el Parlamento, y sobre todo en la Asamblea General y en la Cámara de Diputados, no tendrá mayorías para aprobar sus iniciativas legislativas. Ciertamente, no se trata de algo muy grave en sí, ya que lo propio del juego democrático es la negociación entre actores que piensan diferente. Sin embargo, cada vez que el FA ganó las elecciones entre 2004 y 2014 obtuvo mayorías en ambas Cámaras, por lo que junto con la llegada de una nueva generación izquierdista al poder, también se impondrá esta requisito político que es muy diferente a lo que ha sido la costumbre para el FA.

En segundo lugar, el contralor parlamentario tendrá herramientas para ser mucho más eficiente que en Legislaturas pasadas. En definitiva, el camino de los partidos de oposición frente a un manejo deficiente de un ministro está institucionalmente trazado: una moción de censura que pueda llevarse al escenario de la Asamblea General y que, mediante una férrea acción política, pueda llevar a que ese ministro no tenga más remedio que renunciar a su cargo. La automática mayoría favorable al presidente de la República no cuenta más con el favor de la aritmética en el Legislativo, y esto generará por un lado naturalmente un mayor celo en la acción de gobierno, y por otro lado una responsabilidad más grande en el ejercicio de la oposición partidista, sobre todo en Diputados.

En tercer lugar, este escenario de bloques tan similares deja espacios a juegos partidistas que busquen marcar perfiles diferenciados, sobre todo entre partidos o sectores de menor votación pero que pueden pasar a ocupar protagonismos importantes. En efecto, con un par de votos que se sumen a los del FA, la izquierda obtendrá mayoría en Diputados: ¿acaso no es una tentación para tal o cual sector o partido mayoritario diferenciarse así, ayudando al gobierno a obtener cierta gobernabilidad en su gestión, aportando ese par de votos y con ello marcando un perfil propio de “responsabilidad gubernativa” siempre bien apreciada por una opinión pública favorable a la izquierda? Es claro que la dinámica de la oposición tendrá su espada de Damocles en este juego institucional tan legítimo como letal para la visión bien diferenciada de todo lo que puedan ser iniciativas oficialistas de tipo izquierdista.

Este nuevo escenario podrá ge-nerar una mayor fluidez legislativa o tender hacia una crispación partidista mayor: en definitiva, serán los actores políticos los que con sus acciones terminarán marcando el nuevo signo de los tiempos. Sin em- bargo, es muy importante que este Legislativo que hoy inicia sus tareas tenga muy presente el enorme desafío que tiene por delante en lo que respecta a la vitalidad de la democracia representativa.

En efecto, están en el Parlamento representadas las voces del pueblo, con sus matices más detallados en el marco general de nuestra casi perfecta representación proporcional integral. No hay voluntad más sagrada que la del pueblo, ni hay iniciativas más legítimas que las que emanan de esa asamblea democrática: ni iniciativa refrendaria popular, ni manifestación de grupos de presión en las calles, ni sectores autoproclamados representantes del sentir popular cuentan con la unción del voto secreto y obligatorio que caracteriza a nuestra democracia que es, con orgullo, la mejor del continente y una de las mejores del mundo.

En un contexto de fuerte y legítima división de pareceres, en donde el Ejecutivo no cuenta con mayoría propia en la Asamblea General ni en la Cámara de Diputados, importa mucho que la tarea del Legislativo, si termina contradiciendo con su mayoría a la voluntad que proviene de la Torre Ejecutiva, sea respetada en su cabalidad. Toda la prensa, que goza en nuestro país de las más amplias libertades, deberá velar por la defensa de esa pluralidad de legitimidades y visiones que son las que definitivamente ha consagrado el pueblo con su voto en la primavera pasada.

Próspera y patriótica tarea deseamos a la nueva Legislatura que hoy comienza. El corazón de la democracia reside en el Parlamento.

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