El Ciudadano | Montevideo
@|Sr. Yamandú Orsi:
Como Presidente de la República, usted asume la responsabilidad de conducir a Uruguay hacia un futuro de paz y prosperidad. Pero ese futuro no se construye con control estatal ni con más intervencionismo. Se construye garantizando la libertad de los ciudadanos y protegiéndolos de aquellos que intentan arrebatársela a través de la violencia, el crimen y la imposición ideológica.
Uruguay sufre una crisis de seguridad sin precedentes. Las bandas de narcotráfico han tomado las calles, la droga destruye el tejido social, y el miedo se ha convertido en una condena diaria para los ciudadanos honestos. A esto se suma el avance de ideologías autoritarias que buscan imponer su visión con agresión y censura, en lugar de respetar el libre pensamiento y el debate abierto. Mientras tanto, el Estado se muestra débil, ineficiente e incapaz de garantizar algo tan básico como el derecho a vivir sin temor.
El problema no es la falta de más Estado. Es la falta de un Estado que cumpla su verdadero rol: proteger la vida, la libertad y la propiedad de los ciudadanos.
Y la inseguridad no solo se sufre en las ciudades. Hoy, la violencia de los delincuentes llega incluso a los puntos más solitarios de nuestro campo, donde uruguayos trabajadores han vivido durante generaciones en paz, lejos del ruido de los centros urbanos. Ahora, esa paz se ha roto. ¿Acaso deberán armarse para defender su vida y la de sus familias, ante la inacción del Estado? ¿Será que la única opción para quienes producen y sostienen este país es tomar la seguridad en sus propias manos?
Pero la seguridad no se logra solo con medidas de corto plazo. Se necesita una justicia ciega y eficiente, no contaminada con ideologías que socavan los principios básicos de una sociedad justa. No puede haber una justicia que mire a quién juzga antes de aplicar la ley. No puede haber un sistema judicial que se incline ante intereses políticos o ideológicos en lugar de defender la verdad y la legalidad. Sin justicia firme e imparcial, la impunidad seguirá siendo el refugio de los criminales y el arma de los violentos.
Señor Presidente, su deber no es controlar más la vida de la gente, sino garantizar que cada persona pueda vivir en paz, sin miedo a que el crimen o el dogmatismo le arrebaten su derecho a decidir sobre su propio destino. Para ello, es necesario adoptar políticas de Estado firmes y duraderas, centradas en:
-Mano firme contra el crimen, sin tolerancia a la impunidad.
-Desmantelamiento del narcotráfico, atacando su estructura y eliminando sus redes de protección política y judicial.
-Defensa de la libertad individual, evitando que ideologías extremistas secuestren el debate público.
-Un Estado eficiente, no omnipresente, que proteja sin asfixiar la iniciativa privada y el desarrollo personal.
-Una justicia verdaderamente independiente, que haga cumplir la ley sin distorsiones ideológicas ni privilegios políticos.
La paz no se impone con más burocracia ni con controles asfixiantes, sino con firmeza y respeto por la libertad. No podemos resignarnos a un Uruguay donde la violencia y el miedo dicten las reglas. Es momento de actuar con decisión. Sin excusas. Sin titubeos.