@|“Tengo a mi hijo de meses de nacido. No tengo quién me lo cuide. Lo tendría que dejar con una desconocida. Me angustia la situación. No puedo perder mi trabajo. Necesito la licencia”.
¿Cómo podemos negarnos si nuestro único esfuerzo es firmar una boleta que llenamos con sus datos? Pero al mes siguiente, lo mismo. Y al siguiente también.
Éste es un ejemplo de lo que vivimos a diario los médicos de este país. No hay contraposición de intereses. Ni siquiera tenemos que fundamentar la prolongación de la misma, más allá de un parámetro estadístico establecido.
Si nos obligaran a escribir un pequeño informe explicativo, seguro que bajan a la mitad todos los ñoquis que acostumbran a estar dos años en su casa, mientras su compañeros se parten el lomo trabajando.
Porque no existe fundamento alguno en la mitad de los casos.
Las enfermedades mentales y el dolor son los principales motivos de licencia, porque no tienen estudio paraclínico que lo descarte. El paciente lo sabe. Y presionan de muchas maneras.
Con el creciente aumento de la medicina defensiva, esto no tiene fin.
Se podría notificar al médico que se están analizando las licencias que emitió y por lo tanto no puede hacer más hasta que se emita un fallo.
Imposible. No sería progre. Y así, el vivo vive del bobo y el bobo de su trabajo.
Pero los que no tomamos licencia, nos estamos cansando de hacer el trabajo de los demás. Y sabemos quién no está haciendo su tarea en el BPS. No esperen mi voto en las próximas elecciones.