Signo de interrogación

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La pregunta recurrente en estos días es ¿cómo será el gobierno de Yamandú Orsi? Y como no soy prejuicioso ni tengo talentos adivinatorios debo contestar que no lo sé.

Es un gran signo de interrogación. Porque de forma estratégica llegó sin arriesgar posturas. Habla poco y empatiza mucho.

Prejuzgar va en contra de un sentimiento patriótico de querer que al gobierno le vaya bien. Todo buen uruguayo desea eso.

Plantear lo contrario sería incurrir en la bajeza de quienes caceroleaban al gobierno a semanas de haber asumido y comenzando a transitar una pandemia sin precedentes.

Creo que nadie tiene claro a dónde irá el gobierno. No creo que ni su ministro de Economía tenga certezas, porque cuando planteó la posibilidad de desindexar salarios hicieron fila para desacreditarlo políticamente y desautorizarlo técnicamente desde las propias filas del gobierno. Lo cruzaron diciendo que era un planteo de carácter personal.

Como si un ministro estuviera en su cartera para hablar temas de su cartera pero sin querer tener incidencia en su cartera, solo haciendo reflexiones personales de forma anecdótica. Es poco serio. A no ser que, y eso sería igual de grave, sea un juego de la mosqueta para dejar a todo el mundo contento y todo forme parte de una estrategia “del policía bueno y el policía malo” unos gritando para la barra y otro para los empresarios. No lo sé, dejo un gran signo de interrogación.

Nadie sabe cómo van a encarar la situación de la inseguridad en un país que logró mejorarla en los últimos cinco años pero aún queda mucho por hacer. Desconciertan las declaraciones del Ministro del Interior expresando que “la guerra contra el narcotráfico está perdida”. Si esa es su actitud desde antes de comenzar el partido, realmente es inentendible.

Tan inentendible como la actitud de los actores de su gobierno que ni intentaron relativizar el impacto de sus terribles y frustrantes declaraciones, sino que las explicaron con pseudo argumentos científicos. Muy de progres, hiperdiagnosticar realidades sin aterrizar una sola propuesta concreta.

Torre Ejecutiva
Torre Ejecutiva.
Foto: Leonardo Mainé

No perdamos en la bajada lo ganado en el repecho. No permitamos que se socave la autoridad y la impronta lograda los últimos cinco años, donde la Policía se volvió a sentir respaldada y respetada. Le hace mucho daño a la institucionalidad del gobierno una postura derrotista frente al narcotráfico. Por lo tanto aquí también dejo un gran signo de interrogación.

La reiterada falta de cultura institucional de la actual vicepresidenta es una incógnita a la hora de presidir un órgano con semejante jerarquía política y representatividad democrática. Ahí se necesita tolerancia, negociación, conciliación, respeto y capacidad de convivencia política. Todos atributos que a lo largo de su carrera han brillado por su ausencia. Su empatía impostada quién sabe cuánto durará.

Este capítulo me hizo recordad que una vez en una entrevista el galardonado actor Anthony Hop-kins compartió una interesante reflexión sobre el poder, especialmente porque era muy antropológica. Decía que “el poder no cambia a las personas, solo les quita la necesidad de fingir. El justo protege, el ambicioso abusa, el inseguro se vuelve tirano. No es el poder el que corrompe, es el verdadero rostro de cada uno, el que emerge cuando ya no hay miedo a las consecuencias”.

Veremos en esta nueva etapa, ya no en campaña sino en pleno gobierno, el verdadero rostro de una personalidad política tan importante como compleja. Así que permiso, dejo otro signo de interro- gación.

Llama la atención que un Ministro de Desarrollo Social priorice en un proceso de transición a quienes representan a las Ollas populares y no al gobierno en funciones. Quienes estuvieron bajo la lupa por manejos poco transparentes de recursos que debían ir a los más necesitados parecen tener, a los ojos de las nuevas autoridades, más legitimidad que quienes fueron electos por el Pueblo. No es novedad la postura política e ideológica de esas organizaciones, por lo cual preocupa que parece primar la camaradería partidaria antes que la institucionalidad y la gestión. Veremos qué sucede, otro signo por acá.

Reina la ambigüedad en temas internacionales dentro de filas del gobierno. Unos reivindican la dictadura en Venezuela otros la rechazan. Eluden pronunciamientos y se escapan de debates que los incomodan. Entiendo que la postura de no tener postura les fue muy efectiva en términos electorales, pero ya en rol de gobierno es necesario pronunciarse. Más signos de interrogación.

¿Y en relaciones laborales? Bueno, ahí es un capítulo de los más complejos donde seríamos generosos si dejamos signos de interrogación, porque ha sido muy pero muy elocuente. Pero démosle el beneficio de la duda a quien en cada oportunidad que tiene deja en el perchero su posición institucional de ecuanimidad e imparcialidad para tomar la oz y el martillo y procede a destrozarla.

Nunca entendió su nuevo rol, nunca pretendió pararse en la mitad de la cancha como árbitro. No, prefirió ponerse la camiseta de un cuadro sin calibrar que paradójicamente al que más perjudica ese desequilibrio es a quien pretende beneficiar. Otro signo de interrogación por acá, pero por gentileza casi.

El gobierno de Luis Lacalle Pou sufrió ataques sin piedad de quienes especularon con la pandemia, de quienes militaron la sequía, de quienes no perdieron una sola oportunidad para prejuzgar, estigmatizar y caer en lugares comunes.

No es el camino, y si la actitud fuera de revancha quienes se perjudican son todos los uruguayos.

Por eso la actitud es clara: al país todo, al gobierno lo que merezca.

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