"Post festum, pestum"

ANTONIO MERCADER

Algún día quizás no tan lejano, nuestro país deberá pagar con intereses el costo de la fiesta suscitada en estos días por la Rendición de Cuentas más dadivosa de las últimas décadas. Los aumentos de salarios a costa del Estado, la creación de centenares de cargos y los gastos a granel continúan inflando la ley a estudio del Senado. En un ambiente propicio para dilapidar los réditos de la bonanza económica de estos años, Danilo Astori, el ministro de Economía que inició su gestión bajo el signo de la prudencia, abandona su cargo en un clima de manga ancha ante la algarabía de la cohorte frenteamplista y el redoblar del tambor electoral.

A todo esto, el economista Javier de Haedo vaticina para el 2009 un déficit fiscal global próximo al 3% del producto, lo que es mucho decir. Según él, termina la etapa en que el mundo nos produjo un shock positivo y hay que prepararse para recibir el negativo. Concluye el ciclo de vacas gordas y, sin embargo, seguimos tirando manteca al techo a costa del "espacio fiscal", eufemismo oficialista que encubre el superávit logrado a punta de recaudar más impuestos que nunca. El mayor gasto comprometido, rígido como es, amenaza convertirse en un lastre para el futuro.

Un 3% de déficit que es un mal cierre para una gestión ministerial que comenzó en 2005 bajo el signo de la responsabilidad fiscal y la prudencia. Recuérdese que entonces un Astori muy resuelto estuvo a un tris de renunciar cuando lo presionaron -con la exigencia del 4.5% del producto para la educación- para acrecer el gasto más allá de lo aconsejable.

La firmeza inicial sirvió para capitalizar una favorable coyuntura externa, pero poco a poco esa postura se fue desfibrando hasta caer en concesiones tales como seguir nutriendo el ruinoso negocio del azúcar nacional, incorporar 12.000 nuevos funcionarios al presupuesto estatal o mantener -y aún incrementar como en el caso de la salud- la indexación salarial, uno de los motores de la inflación.

Este mismo asunto, aunque desde una perspectiva política, también lo aborda Francisco Gallinal en nota sarcásticamente titulada "Nos gustaría seguir de fiesta" en la cual el senador nacionalista le reprocha al gobierno que no haya aprovechado la bonanza para bajar la deuda "o para crear unos fondos de reserva para un futuro más complicado". Eso es, por ejemplo, lo que hizo Chile al utilizar los mayores ingresos para engordar un fondo de estabilización de los precios del combustible capaz de aliviarle a la gente las subas abruptas de la nafta.

Justamente, lo que separa a los países desarrollados de los que no lo son es la capacidad de los primeros de ahorrar en los buenos tiempos para cuando lleguen los malos. Hay que admitir que este no es el primer gobierno uruguayo que desperdicia una situación internacional óptima para acumular reservas, aunque dada la innegable competencia del actual equipo económico quizás sí sea el primero que lo hace con plena conciencia de cometer un error técnico de proporciones.

Sí actúa así es para obtener beneficios políticos, entre ellos comprar una paz sindical necesaria para encarar el año electoral.

Una vez más la política hace de las suyas con la economía. En el año próximo correrá el dinero, tronarán las hormigoneras, se cortarán cintas por doquier y renacerá la ilusión de la prosperidad perpetua. Pero a no engañarse porque como ya lo advertían los antiguos romanos: "Post festum, pestum". Después de la fiesta, la peste. Habrá que irse preparando.

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