Mitos y realidades

Múltiples son los diagnósticos, sugerencias y propuestas para ayudar a los niños a que tengan oportunidades de salir adelante, sea donde sea que hayan nacido y en el ambiente que les haya tocado hacer sus primeros pasos edificando su futuro.

Lo bueno es que la situación de la niñez es clara, hay un sector de la sociedad que lejos de servir de trampolín hacia un futuro próspero sirve de pesada ancla para los niños, tanto por la falta de servicios suficientes como alimentación, salud y vivienda, como por la reiteración de la pobreza, de generación en generación, que hace que el ambiente familiar no sea propicio para aprender de los mayores, tanto en cultura como en hábitos de esfuerzo y dedicación para lograr los proyectos y anhelos propios. Hasta acá la descripción de una realidad sobre la que hay que actuar, como país y sin quedar limitado a cortos períodos de gobierno.

El problema se concentra en las propuestas para impulsar a niños y jóvenes. Múltiples son los organismos públicos prestos a expresar planes en las diferentes áreas de influencia, pero con frecuencia la ideología tiñe las mentes de quienes tienen el poder de dar soluciones y las buenas intenciones se tornan ineficientes. El camino fácil es decir que el concepto de igualdad debe primar y que para ello no hay más que redistribuir riqueza. El objetivo en ese caso se centra en que nadie tenga más que nadie y que el que tenga más contribuya más. Así se pierde el objetivo, ya no son los niños, el móvil está dado más por la envidia que por la generosidad y así el Estado destinará recursos para recaudar, elaborar planes y formas de distribución que terminarán perdiéndose en pasos y pasos de burocracia costosa.

En ese sentido, otorgar incentivos tributarios a quienes, desde la actividad privada, destinen recursos en forma directa a instituciones sin fines de lucro es una excelente solución, que lamentablemente se verá reducida con la aprobación del nuevo presupuesto quinquenal. Otra vez la ideología impacta sobre las buenas prácticas. Estas instituciones dedicadas en forma honoraria al impulso de quienes más lo precisan y creando cimientos sólidos para el crecimiento de jóvenes y niños, formándolos, educándolos y vinculándolos con empresas y salidas laborables verán probablemente menguados los recursos que hasta ahora recibían de empresas privadas.

No es el Estado, no lo es en forma exclusiva, quien debe actuar sobre las necesidades de los niños y jóvenes, por el contrario debe coordinar con el sector privado y dejar que éste actúe, sea en las instituciones educativas en todos los niveles, en las asociaciones civiles que administran los CAIF y otras organizaciones, religiosas y laicas, que imparten educación y formación y las que actúan en forma de apoyo a los estudiantes e incluso a aquellas guarderías que permiten que las madres o padres puedan trabajar y vivir una vida digna. No me refiero a ONG contratadas por el Estado sino privadas financiadas por recursos privados.

No se trata de competir pretendiendo que todos sean iguales porque sencillamente no lo son, tampoco de competir entre Estado y privados porque ambos tienen roles distintos y complementarios, se trata de no perder el foco, sacar adelante a los niños que cuentan con menos posibilidades, sin ideologizar las soluciones y mucho menos tratando de sacar rédito político de ello.

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