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Mercado y naturaleza

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THOMAS L. FRIEDMAN

Cada vez que oigo la palabra "precipicio", recuerdo algo que el asesor de ciencia del presidente Obama, John Holdren, solía decir sobre cómo necesitamos responder al cambio climático. "Estamos conduciendo hacia un precipicio en la niebla", dijo Holdren sobre el clima, y ese siempre es buen momento "para empezar a pisar los frenos". De hecho, cuando pensamos cuánta deuda financiera hemos acumulado en el mercado y cuánta deuda de carbono hemos acumulado en la atmósfera, lo más prudente que podríamos hacer es empezar a pisar los frenos tanto en lograr una reducción de emisiones como acumular menos deuda para darle un giro descendente a nuestra curva deuda-PIB. Para mala fortuna, seguimos sin hacer ninguna.

De hecho, estamos provocando a las dos fuerzas más poderosas y despiadadas en el planeta, el mercado y la Madre Naturaleza, al mismo tiempo. Esencialmente les estamos diciendo a ambos: "Oigan, ¿qué tienen? ¿Nada de aumentos de tasas de interés? ¿Un pequeñito aumento de temperatura? ¿Eso es todo?" Tan solo espero que nos pongamos en orden antes de que el mercado y la Madre Naturaleza nos muestren cada uno lo que tienen.

Veamos los descomunales déficits de carbono y financieros que estamos amasando. Durante miles de años hasta los albores de la era industrial hace 200 años, la atmósfera de la Tierra contenía 280 partes por millón del gas de invernadero, que atrapa el calor, bióxido de carbono. Actualmente, esa cifra está casi en 400 partículas por millón (ppm), con 450 ppm citadas de rutina como el punto de quiebre donde creamos las condiciones para una aceleración fuera de control.

El derretimiento del permafrost en Alaska, Canadá y Siberia, por ejemplo, liberaría cantidades masivas de carbono que incrementarían incluso más el calentamiento mundial. El permafrost está cargado de CO y metano congelado, que es 25 veces más potente como gas de invernadero que el CO. "Si la tundra se sigue derritiendo", dijo Hal Harvey, el director ejecutivo de Energy Innovation, "esencialmente podríamos liberar el equivalente de todo el carbono que toda la humanidad ha emitido desde el comienzo de la historia".

Estamos en una trayectoria similar con nuestra deuda. Crecientes déficit han llevado el ratio de Estados Unidos de deuda a PIB de 36.2 por ciento, en 2007, a 72.8 por ciento actualmente. En su libro ampliamente aclamado sobre crisis de crédito, "Esta vez es diferente", los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff argumentan que países que permiten que su radio de deuda a PIB supere el 90 por ciento experimentan crecimiento más lento y mayor inestabilidad; algo muy similar a llegar a un punto de quiebre climático. De hecho, notan, aquellos que apuntarían a bajas tasas de interés hoy como algo similar a un "todo despejado" para más deuda, "deberían recordar que las tasas de interés del mercado pueden cambiar como el clima".

Me asombra cuántos "progresistas" insisten en una reducción inmediata de emisiones de carbono pero, con respecto al déficit, dicen que no hay urgencia porque no se vislumbran aumentos a las tasas de interés. Además, quedo impactado ante el número de conservadores que insisten en que debemos reducir el déficit de inmediato pero, con respecto al clima, dicen que no hay urgencia porque, hasta ahora, el aumento de temperatura ha sido ligero. (Aunque 2012 fue el año más caluroso de que se tenga registro en Estados Unidos continental.) Una de las razones por las cuales las tasas de interés están tan bajas es que están siendo suprimidas por el alivio cuantitativo de la Reserva Federal. Eso no durará. En cuanto al clima, bien, "la Madre Naturaleza no hace alivios cuantitativos", dijo Harvey. Cuidado con los movimientos no-lineares en ambos.

No podemos dejar el carbón de la noche a la mañana, y tampoco podemos caer en recesión cortando el gasto de un día al otro, pero necesitamos empezar a pisar los frenos en ambos dominios accediendo con respecto a recortes al gasto, aumentos de impuestos y nuevas inversiones que serían introducidas gradualmente, a medida que la economía mejore, así como normas de eficiencia más altas para plantas de electricidad, vehículos y aparatos que también serían introducidos por fases.

Un impuesto de carbono reforzaría y facilitaría ambas estrategias. Con base en un estudio de septiembre por parte del Servicio de Investigación del Congreso, un pequeño impuesto de carbono de 20 dólares por tonelada -subiendo 5.6% anualmente- podría reducir el proyectado déficit a 10 años en casi 50%.

¿Qué preferiría hace usted para ayudar a resolver nuestro problema fiscal, renunciar a la deducción de la hipoteca sobre su casa y esperar dos años más para el Seguro Social y Medicare, o pagar un poco más por gasolina y electricidad? Estas serán nuestras opciones. Yo preferiría pagar el pequeño impuesto por carbono, particularmente debido a que limpiaría el aire para nuestros hijos, conduciría la innovación y nos volvería menos dependientes de la región más inestable del mundo: Oriente Medio. ¿Cómo podría un impuesto al carbono no estar sobre la mesa actualmente?

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