RODOLFO SIENRA ROOSEN
Hay que darle al gobierno las gracias, por el obsequio del broche de oro con que se apresta -con protagonismo exclusivo de su parte- a cerrar el carnaval más largo del mundo. La intención, dicen, es dar cumplimiento a una sentencia que con claro sesgo antirrepublicano, de corte medieval, le impone al Estado asumir por sí el reconocimiento afrentoso de su culpabilidad de quienes aparentemente asesinaron o secuestraron de por vida a la nuera del Sr. Gelman en tiempos de la dictadura.
Para los uruguayos de a pie, que nada tuvimos que ver con el hecho, no es obligatorio adherir a la convocatoria que tendrá lugar en el recinto del Palacio Legislativo. La "invitación" que Fernández Huidobro califica militarmente como "orden" para las Fuerzas Armadas, es solo eso, una invitación a concurrir al recinto de la Asamblea General que no podrá considerarse en funciones, porque como órgano de derecho público su competencia es de interpretación estricta y ninguna norma le atribuye facultades para arrepentirse en público en nombre del Estado ni de los uruguayos sin investiduras oficiales.
Que cada uno haga lo que quiera.
En nuestro derecho, no rige el principio de la supra nacionalidad de las normas internacionales que contrarían a su legislación, que para asignar competencias necesita una previsión expresa que nadie tiene: la de representar al pueblo en actos de arrepentimiento público. Entonces serán las autoridades las únicas obligadas a adherir a este mamarracho que delata fines de venganza más que de arrepentimiento... Los uruguayos en nuestro conjunto hemos sido ajenos a la guerrilla provocada por levantarse contra el Estado, desconocerlo o sustituir los instituciones por la fuerza, no para someterlo a la humillación de Canossa, recordado el episodio en que el emperador alemán Enrique IV esperó tres días al aire gélido del invierno europeo para que el papa Gregorio VII le levantara la excomunión perdonando su rebeldía en plena querella de las investiduras. El así humillado entonces, como hoy nuestras autoridades se aprestan a hacerlo, no representaba a nadie, pero tuvo que hacerlo para enfrentar presiones internas. Aquí, con todo respeto a los familiares de todos los asesinados -por parte de los dos bandos- que saben que los asesinatos no se clasifican entre los que se sancionan con reconocimientos de culpabilidad ni hay sentimientos que se impongan porque Mujica, el Ñato y Almagro crean que es una forma de pasar a la historia, (a la que ya pasaron pero no como héroes precisamente), hay asesinos que deberían reconocer su culpa, -no los uruguayos ajenos a sus tropelías.
Un ejemplo acaba de darlo Brasil, que ante la misma Corte de la OEA en el caso Gomez Lund y otros frente al juicio promovido por la Guerrilha do Araguará, le impusieron las mismas obligaciones por sentencia de 24 de octubre de 2010. No sabemos si pagó la indemnización, pero la orden de arrepentimiento público sin duda se la pasó por los bigotes. Tiene un gobierno serio.
De todas maneras se puede tomar el asunto por la positiva y declarar para siempre el 21 de marzo como el día del chorizo, para festejarlo con nuestros maravillosos embutidos a la parrilla, con fritas y doble a caballo, regados con un buen vino que nos ayude a dormir para evadirnos de estupideces.