No creo que nadie tenga claro en qué consiste el Plan de Emergencia Social (PES). Tampoco cuánto va a costar ni cómo lo vamos a pagar. Me parece bien que se ponga en práctica porque las emergencias sociales hay que atenderlas y porque además fue un arma de la campaña electoral. Si la gente lo votó, pues adelante con él, aunque la gente votó también una reforma constitucional cuyo alcance no era muy seguro para quienes la impulsaban desde que se decidió consultar a la Facultad de Derecho sobre la interpretación correcta. Ahora parece que van a reglamentar la reforma, pero los informes de la Facultad, si existen, mejor no conocerlos. El Sindicato de OSE festejará cuando compruebe que los concesionarios privados del servicio, salvo los incumplidores, seguirán trabajando.
Del PES lo que sabemos es que por un tiempo se va a asistir a determinadas familias con una cantidad mensual de $ 1.363,oo y que los beneficiados deben cumplir con algunas condiciones para cobrarla. Por ejemplo, que el núcleo no tenga ingresos que superen un tope —lo que va a crear un problema de la masita con los que cobran en negro—, un estudio de las características de la vivienda, el régimen alimentario a que está sometida cada familia, en fin, un conjunto de circunstancias que va a demandar —es de suponer— permanentes inspecciones para evitar que alguno se pase de vivo (lo que será harto difícil) y demás gastos. Como la extensión del PES es a escala nacional, todas estas necesidades, si la cosa se lleva adelante en serio —habrá que verlo—, la erogación puede ser de montos siderales.
Además, y eso sí se ha publicitado, para el que está acuciado por emergencias que justifican ayuda es condición también para ser considerado, que mande sus hijos a la escuela. La finalidad es más que loable, pero lo interesante es que de acuerdo a un dato que aporta nuestro colega "El Observador" en su edición del 2 de abril, por aquí se pueden crear problemas. Es que los chicos que andan por las calles de la patria y se paran en los semáforos a pegar lampazos a los vidrios de los autos so pretexto de limpiarlos —con el consentimiento del conductor, es claro— y aquellos que de espaldas a la luz roja prendida les ofrecen a los automovilistas que están enfrente esos espectáculos de malabarismo con pelotas que hacen circular por el aire sin que se les caiga ninguna (con suerte dispar) o monumentos humanos haciendo escaleras en donde uno de abajo aguanta a tres o cuatro que se le trepan encima sin que se caiga nadie (también con suerte dispar) o venden curitas o lisa y llanamente manguean, suelen recaudar un promedio de alrededor de $ 2.000 mensuales, en algunas zonas menos y en otras más. Y entonces a sus familias les resulta mucho más negocio esta mezcla de mendicidad con suertes circenses, que mandarlos a la escuela, porque que sepamos y salvo cálculo en contra de algún iluminado, 2.000 son hasta ahora más que 1.363. En la opción, no deberían dudar, porque para llegar a lo que se dice que recaudan deben invertir casi todo el día y no tienen tiempo para ir a las aulas.
Lo malo es que todo esto se va a prestar a cualquier cosa. La gente no es tonta, y por todos los medios va a intentar cobrar lo que le corresponde y lo que no. Por respetable que sea la intención, nos tememos que tanto el Plan, como el Ministerio creado especialmente para llevarlo a cabo, terminen en un fiasco y en un fraude.
Por supuesto, como pasó con el subsidio al boleto, serán pocos los que lo sepan.