El fantasma de Stavisky

LUCIANO ÁLVAREZ

Qué falta de respeto, qué atropello a la razón. ¡Cualquiera es un señor! ¡Cualquiera es un ladrón! Mezclao con Stavisky va Don Bosco y La Mignón, Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín..."

He aquí la célebre lista de los personajes del Cambalache discepoliano. Las sucesivas versiones, con la vana intención de "actualizar" la obra, o por mera ignorancia suelen cambiar los personajes. Julio Sosa y Roberto Goyeneche confunden el Stavisky de la letra original con Igor Stravinsky, el músico ruso, autor de la Consagración de la Primavera.

Quien conoce algo de la historia, sabe que a Enrique Discépolo los tangos no le salían como hongos, ni que los escribía en una servilleta de bar, después de tomarse un par de ginebras. Trabajaba sus letras y ninguna palabra es igual a otra, aunque se le parezca. Los cambios desvirtúan el propósito discepoliano de construir una gran alegoría de su tiempo, la década del 30 en la Argentina, la década infame signada por la miseria de las apariencias, las estafas, la corrupción y la decadencia de las virtudes.

Su retrato donde se mezclan Biblias y calefones alcanza dimensión clásica, permanencia a través de los tiempos. Vale la pena asomarse a la historia de los personajes.

El 9 de enero de 1934, la policía encontró el cadáver de Sergei Stavisky, financiero de profesión, en su chalet de la villa turística de Chamonix.

Tenía 47 años, había nacido en Ucrania en 1886, hijo de un dentista judío. Cuando Sergei tenía cuatro años la familia se radicó en Francia.

Su muerte se tipifica como suicidio, pero la opinión pública no lo cree.

Le Canard enchaîné -un semanario satírico que aún se publica- tituló: "Stavisky se ha suicidado con una bala disparada a tres metros. Eso sí que es tener el brazo largo."

Eran los años locos y "París era una fiesta". Allí confluían ricos y no tan ricos de todo el mundo sin otra pretensión que tirar manteca al techo. Había burgueses amables y de bolsillo fácil y ancianas crédulas y adineradas. Triunfa el tango, triunfa Gardel, triunfa Josephine Baker, triunfa Sacha le bel, seductor y hábil conversador, sedicente financista, estafador de profesión.

En 1926 algunas estafas menores, trampas en el juego y el robo de joyas, le costaron una condena de 18 meses de cárcel.

Pero a esa altura ya tenía amigos influyentes, compañeros de la noche: políticos, artistas y figuras del deporte que le ahorraron una condena mayor pero no evitaron la vergüenza del viejo Stavisky, el dentista judío. Conocido el arresto de su hijo, se pegó un tiro.

Sergei Stavisky recuperó la libertad, en 1928, aunque mantenía numerosas causas abiertas en la justicia. Pero sus redes de amigos influyentes postergaron la comparecencia ante los jueces al menos dieciocho veces. Sacha le Bel, volvió a sus escenarios habituales y a pavonearse por los salones del "Tout Paris" del brazo de su nueva mujer, Arlette Simon, una exmodelo de Coco Chanel.

Hombre emprendedor, si los hubo, tuvo la visión de un nuevo y espléndido negocio: se trataba de abrir una cadena de "Cajas de crédito comunal", con el apoyo de alcaldes amigos.

El directorio estaba integrado por políticos y miembros de la alta sociedad francesa. Stavisky figuraba bajo el seudónimo de Serge Alexander.

Inmediatamente el Credit communal emitió bonos por 235 millones de francos, respaldados apenas por 20 millones en joyas depositadas en garantía. Por si fuera poco la mayoría eran falsas y las otras habías sido sobrevaluadas.

El negocio fue impactante. Sus bonos se negociaban en la Bolsa al nivel de los valores más firmes, y además en Londres, New York y Berlín, lo que aumentaba la confianza de los depositantes.

Pero lo bueno dura poco.

El 23 de diciembre de 1933, el director la sucursal de Bayona, fue arrestado por fraude y pronto se descubrió que no era sino el hombre de paja detrás de quien estaba Stavisky junto con el diputado y alcalde de Bayona, Dominique-Joseph Garat.

El dinero depositado había desaparecido y miles de personas perdieron sus ahorros.

La investigación, llevada a cabo con bombos y platillos, permitió el descubrimiento de las numerosas relaciones del estafador en medios policiales, periodísticos y judiciales:

Stavisky se dio a la fuga, diría un cronista policial. La próxima noticia fue el hallazgo del cadáver.

El Affaire Stavisky liberó los demonios en una Francia seriamente afectada desde 1931 por la Gran Depresión, donde hay 340.000 desocupados.

La crisis económica y social afecta especialmente a las clases medias, que constituían el soporte tradicional de la República Francesa. Entre mayo de 1932 y enero de 1934 se habían sucedido cinco Gobiernos, y todo ello en su conjunto contribuía al descrédito del sistema parlamentarista.

El caso Stavisky era la gota que derramaba el vaso, el último de una larga sucesión de escándalos de tipo político y financiero.

Con el caso Stavisky la extrema derecha, encabezada por la Action Francaise explota sus temas tradicionales: antisemitismo, (Stavisky es judío), antiparlamentarismo y necesidad de gobiernos autoritarios. Al mismo tiempo la izquierda comunista denuncia la decadencia de la III República y al gobierno del Partido Radical Socialista.

Unos ponen como ejemplo el régimen fascista de Mussolini, los otros la Unión Soviética de Stalin.

Los socialistas y comunistas declararon la huelga general mientras que al anochecer del 6 de febrero de 1934, -no había transcurrido un mes de la muerte de Stavisky-, las ligas de derecha convergen hacia la plaza de la Concordia. Los disturbios duran hasta la madrugada. Finalmente, el balance de pérdidas humanas es de 17 muertos y 2.309 heridos, siendo los militantes de Action Francaise quienes pagan el tributo más elevado en vidas humanas.

La crisis se resuelve con la formación de un nuevo Gobierno, calificado de Gobierno de unidad nacional, presidido por el antiguo presidente de la República (1924-1931) Gaston Doumergue.

Francia había estado al borde de la guerra civil a causa de un estafador con buenos contactos

El gran cineasta Alain Resnais recreó el caso en una película de 1974. También hay referencias en Diario de una camarera (1964), de Luis Buñuel.

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