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El movimiento por la protección del medio ambiente en los Estados Unidos tiene antecedentes bastante antiguos y protagonistas inesperados. Incluyendo a los presidentes Teodoro Roosevelt, quien impulsó políticas para proteger los bosques y los cursos de agua y creó la Comisión Nacional para la Conservación en 1908; y Richard Nixon, quien estableció la Agencia de Protección Ambiental, en 1970.

El incremento de la población, el desarrollo industrial y la conformación de las grandes aglomeraciones urbanas planteó desafíos cada vez más importantes para el medio ambiente. Paralelamente se produjo un avance importante en las ciencias naturales. En un artículo publicado en 1935 el científico inglés Arthur George Tansley acuñó el término "ecosistema" para comprender tanto a los seres vivos como su entorno físico. Gradualmente, lo que nació como un concepto científico, que aplicaba a la naturaleza el concepto de sistema que estaba siendo desarrollada en otras ramas de la ciencia, se transformó en una idea fuerza que atrapó la imaginación de muchos. El libro "Primavera Silenciosa", escrito por Rachel Carson, una bióloga, apareció en 1962. Describió el impacto del uso indiscriminado de insecticidas sobre el medio ambiente, incluyendo el ser humano. Fue un éxito editorial y contribuyó a movilizar una opinión pública ansiosa de proteger no solamente a elementos específicos de su entorno (como los parques naturales) sino el propio equilibrio esencial de la naturaleza.

Esas nuevas ideas fueron recogidas por la Declaración que aprobara la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio humano, celebrada en Estocolmo, en 1972. En la Declaración los países proclamaron que los dos aspectos del medio ambiente humano, el natural y el creado por el ser humano "son esenciales para el bienestar del hombre y para el goce de los derechos humanos fundamentales, incluso el derecho a la vida misma". No eran ideas inocuas. Reconocer que existían límites al crecimiento económico y que la Humanidad estaba destruyendo el entorno del cual dependía su supervivencia, inmediatamente conducía a la pregunta de si acaso el modelo de desarrollo dominante no era una de las causas de aquel proceso.

A poco de asumir el cargo de Presidente de los Estados Unidos, Nixon estableció dentro de su gabinete el Consejo sobre Calidad Ambiental y un Comité Asesor de Ciudadanos sobre Calidad Ambiental que lo complementaba. A fines de ese año el Congreso aprobó la Ley sobre Política Ambiental Nacional (National Environmental Policy Act o NEPA) donde los legisladores reconocieron el profundo impacto que tenía la actividad humana sobre los componentes de su entorno y las relaciones entre los mismos. Lo que significaba incorporar el concepto de ecosistema en la norma jurídica. El Congreso declaró que era la política permanente del Gobierno Federal, "utilizar todos los medios y medidas practicables" para crear y mantener condiciones en las cuales el ser humano y la naturaleza puedan existir en una productiva armonía y cumplir con las necesidades sociales y económicas de las generaciones presentes y futuras.

Pero faltaba un elemento clave en el sistema: un organismo de alto nivel en la administración y con suficientes competencias como para traducir la norma en acciones concretas. Ello se logró el 2 de diciembre de 1970 cuando se estableció la actual Agencia para la Protección del Medio Ambiente.

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