Las próximas elecciones las va a ganar la Coalición Republicana, liderada hoy por el Partido Nacional. Y este vaticinio emana de algunas reflexiones objetivas y otras profundamente subjetivas. Son un intento de interpretación del sentir uruguayo y su lectura de la política.
La próxima elección será un plebiscito al gobierno, un gobierno que cuenta con una fuerte aprobación y los uruguayos así lo expresan en las encuestas, en el almacén, en una cancha de fútbol o en las charlas de asado.
Según la última encuesta de Equipos, al terminar julio casi la mitad de los uruguayos (49%) dijo aprobar el desempeño del presidente Luis Lacalle Pou, mientras que un 32% la desaprueba y el 18% tiene un juicio intermedio.
La gran interrogante es cómo se materializan esas opiniones en el campo electoral cuando además el presidente no es candidato. Sin temor a equivocarme (no es infalibilidad sino que a la equivocación inevitable no le tengo miedo) creo que el uruguayo respaldará en las urnas al gobierno. Y lo hará “a la uruguaya”, de forma silenciosa, apática casi, sin aspavientos o grandilocuencias.
El uruguayo es así, y tal vez ese sea el motivo de la baja votación de la interna. Porque la desaprobación se expresa votando en contra del gobierno y la aprobación eligiendo no votar en contra (que no es lo mismo que votar a favor, es pasiva y silenciosa). El típico “no tengo nada de qué quejarme” y se queda de brazos cruzados.
La última encuesta de la Consultora Cifra comparte números interesantes. El Frente Amplio con 44%, el Partido Nacional con 28%, el Partido Colorado con 11%, Cabildo Abierto con un 3%, el Partido Independiente e Identidad Soberana un 1% cada uno. El porcentaje de indecisos es de un 11%. La pregunta del millón es qué piensa y qué vota ese conglomerado de uruguayos que van a definir el partido.
Bueno, yo creo que son los que apoyan a la uruguaya. No se manifiestan, no pertenecen a un partido de la Coalición de gobierno pero tampoco a la oposición. Son voto crítico, que con razón se habrán indignado con hechos acaecidos en esta Administración, pero que saben que no son adjudicables ni al presidente, ni al gobierno y menos aún a quienes pretenden serlo a futuro por la continuidad. Son uruguayos a los que les cierra la ecuación de la situación actual, donde la triada del bolsillo está bien. ¿Cuál es esta? Sencilo: empleo, salario real e inflación. Ese combo está en un estado para que no haya “calentura con la economía”.
Hablemos de empleo, el primer eslabón de la cadena de desarrollo. En julio del 2024 para el total país la tasa de actividad se situó en 64,2%, la tasa de empleo en 58,8% y la tasa de desempleo en 8,3%.
Se generaron casi 100.000 fuentes de empleo desde que se asumió el gobierno en 2020, y eso se nota en la economía familiar. No hay relato que pueda desdibujar los datos reales.
El salario real volvió a crecer. El índice que mide el INE demostró un alza promedio del 8% anual, contra una inflación del 3,8% en igual período. Ese era un debe del gobierno y se puso a tiro. Hoy la plata rinde más.
Y en tercer lugar, lo que es determinante para la estabilidad financiera del país y que el bolsillo lo sienta: la inflación. En julio de 2024 el promedio de las expectativas de inflación se ubicó en 5,92%, marcando una reducción de 0,15% respecto al registro anterior y logrando un nuevo mínimo desde el comienzo de la serie (julio de 2021). En buen latín, el paquete de yerba y azúcar costará lo mismo ahora que el mes que viene. Hay previsibilidad, certeza y confianza en la economía.
Esas condiciones generan clima. Un clima de conformidad. Ojo que conformidad no es embanderarse con los colores del gobierno, es aprobar de forma crítica y discreta una gestión. Esos son los que van a definir el partido, a ellos hay que hablarles. El que no quiere al gobierno ya lo sabe y el que lo quiere también, porque lo hacen desde la subjetividad (absolutamente válida) de quien toma partido. Pero ese 11%, que son muchos uruguayos, quiere escuchar cómo continúa el rumbo del gobierno, quiere escuchar hablar de temas reales como el costo de vida altísimo que hay en Uruguay y que hoy afortunadamente forma parte de los temas de campaña.
Hay ciudadanos en la sociedad moderna que toman postura de forma individual, es decir en función de lo que les sucede a ellos y a sus círculos más cercanos. Prescindiendo así de definiciones colectivas más abstractas. No se dejan influir por condicionamientos de colectivos, no se involucran en grupos de presión o de interés. Es una decisión “egoísta” y objetiva. Creen que los políticos son todos iguales, pero no desde la expresión peyorativa sino desde la objetividad, porque lo son. Son actores en el esquema social, cumpliendo roles de gobierno y oposición.
Y para quien no tiene partido, las fuerzas políticas le dan lo mismo, por lo tanto son todos iguales. No tienen mayor interés por la política (al menos en términos partidarios) y el debate electoral les es ajeno. Ese ciudadano se enfrentará a la urna sin prejuicios ni predeterminaciones y juzgará. Probablemente no haya ido en las internas, porque no le importa la política, pero en una instancia de voto obligatorio es tan crítico como determinante. Ese ciudadano sabe que está bien, que está mejor, que no le debe nada a nadie y votará casi de forma apática en función de cómo está y cómo se siente hoy. Y hoy está mejor
Las próximas elecciones las ganará la realidad. Por eso ganará la continuidad del actual gobierno. Ganará esa realidad que no se puede tapar con relatos, que es mérito de un gobierno y un contexto regional.
Y el uruguayo laudará, a su forma, sin estruendos, a la uruguaya.