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"Hombre gato" fue expulsado de sala por no dejar de maullar en juicio en su contra

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Gil Pereg. Foto: La Nación (GDA)

ARGENTINA

“Gil Pereg. Escúcheme, por favor, lo que le voy a decir. Estamos por iniciar el juicio en su contra. Para permanecer en sala de debates debe permanecer en silencio y respetuosamente", dijo la jueza.

Gil Pereg. Foto: La Nación (GDA)

Había mucha expectativa en los tribunales de Mendoza (Argentina) por la forma en que se comportaría en la sala de debates Gil Pereg, el hombre que, desde que está detenido por el asesinato de su madre y de su tía, actúa como si fuese un “hombre gato”. Y había una advertencia: si no se comportaba con decoro, si no mantenía silencio, si molestaba a los abogados, los jurados y los testigos, lo sacarían de inmediato. Y el israelí que en Guaymallén se hacía llamar Nicolás y que, a su llegada a la provincia, hace más de una década, dijo ser noruego y se presentó con el curioso nombre de Floda Reltih —que no es otra cosa que Adolf Hitler escrito al revés— hizo precisamente todo lo que se suponía que iba a hacer. Y, obviamente, lo echaron.

Solo duró en la sala cuatro minutos, que quedaron registrados en el video de la audiencia. En todo ese tiempo no dejó de maullar. Un “miau” persistente, firme, monocorde, pero a viva voz, que emitió sin pausa, con la cabeza algo gacha que realizaba leves giros a derecha e izquierda, con su vista escudriñando lo que pasaba a su alrededor.

Se mantuvo sentado cuando desde la secretaria del tribunal anunció: “Buenos días, todos de pie, ingresa la doctora María Laura Guajardo”, la jueza técnica que conduce el debate y deberá acompañar a los 12 ciudadanos mendocinos que, como integrantes del jurado, deberán decidir el futuro del hombre que mató a su madre, Phyria Saroussy, y a su tía, Lily Pereg, en enero de 2019.

“Señor Gil Pereg. Escúcheme, por favor, lo que le voy a decir. Estamos por iniciar el juicio en su contra. Para permanecer en la sala de debates usted debe permanecer en silencio y respetuosamente. Si usted no hace silencio, lo voy a tener que sacar de la sala”, le advirtió la magistrada. Él nunca cesó en su pertinaz maullido.

Continuó Guajardo con su advertencia —a todas luces, en vano— para el caso de que Pereg continuara con su contestatario “miau”: “En ese caso usted va a ser custodiado en una celda cercana al tribunal, desde la cual va a poder seguir todo el juicio, va a poder ver y oír todo lo que pase en la sala, y en caso de que usted desee en algún momento intervenir, se lo hace saber al personal que lo custodia y va a ser traído nuevamente a la sala. Pero si usted insiste con esta actitud lo voy a tener que desalojar de la sala”.

Después de eso ingresó el “honorable jurado”. Pereg —el único que en ese momento siguió sentado en toda la sala— amagó una pausa, pero reanudó con más ímpetu.

Algo azorada, la jueza Guajardo declaró formalmente abierto el debate en la causa 4145/19, y comenzó con el acto formal de identificación del acusado: “Señor Gil Pereg, ¿es ese su nombre correcto? ¿Su DNI es 94.618.393?”, preguntó, mientras que la única respuesta que recibía era el taladrante “miau”.

“Señor Gil Pereg, antes del ingreso del jurado yo la advertí que si quería permanecer en esta sala debía hacerlo en silencio, con respeto y con decoro. De lo contrario, usted va a tener que ser trasladado a una sala contigua… Pero no puede continuar gritando en la sala de debate…”, le dijo, antes de la pausa final.

En dos segundos, el gesto en el rostro de la jueza Guajardo denotó lo que su mente ya había resuelto. “Bueno, señor Gil Pereg”, dijo, al tiempo que tomó el martillo de madera con su mano izquierda y lo bajó en un solo golpe que decretó la cosa juzgada. “Basta… Por favor, trasládenlo y que permanezca en la sala todo lo que ocurra aquí”, ordenó.

Pereg se levantó dócilmente y fue escoltado por policías hasta la sala contigua a la del tribunal. Y entonces, sí, el juicio pudo efectivamente comenzar. El video de la audiencia no lo muestra, por lo tanto, no se sabe si allí, en la otra sala, el “Hombre gato” hizo silencio o continuó con su queja felina.

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