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Brasil, desgarrado por una guerra que no cesa

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La Guerra de Brasil - infográfico de Globo
Traibel, Florencia

VIOLENCIA NAO TEM FIN

En 15 años murieron más personas en forma violenta que en las guerras de Siria e Irak sumadas; el 70% por armas de fuego.

Con 800.000 muertos en los últimos quince años, en su mayoría jóvenes negros, Brasil es el país donde más se mata en el mundo en lo que va del siglo XXI, más que en la guerra de Siria o de Irak, con 143 víctimas por día, una cada diez minutos.

Así de contundentes son las cifras del informe "A guerra do Brasil", un documental del diario O Globo que desgrana los números de la violencia en el país desde 2001 y los compara con conflictos bélicos internacionales para situarlos en su auténtica dimensión.

Entre 2001 y 2015, de acuerdo con el documental, se registraron en Brasil 786.870 homicidios u2014a los que se suman otros 61.000 contabilizados por organismos de Seguridad en 2016u2014, el 70% provocados por armas de fuego y con víctimas que, mayoritariamente, fueron jóvenes negros.

Las cifras superan a los 330.000 muertos de la guerra de Siria y a los 268.000 del conflicto de Irak, y equivalen a la población de ciudades como Sevilla, Fráncfort o incluso a una Lisboa y media. Un ejemplo más cercano: es como si hubieran asesinado a la mitad de la población de Montevideo.

"Es como si Brasil sufriese un ataque de bomba atómica por año. No podemos convivir con ese nivel de violencia letal", alertó recientemente el director del Forum Brasileño de Seguridad Pública, Renato Sergio de Lima, cuando presentó las cifras de violencia del año pasado, que dejaron un saldo equivalente al provocado por la bomba nuclear lanzada sobre Nagasaki en 1945.

La violencia no da tregua y se ceba especialmente en los jóvenes negros u2014cerca de 450.000 en quince añosu2014, pero no perdona a los más indefensos, como los 1.300 menores de un año y los 28.400 ancianos fallecidos entre 2001 y 2015.

El informe critica la incapacidad de los sucesivos gobiernos para afrontar un problema que se ha convertido ya en crónico y que sacude con especial contundencia a los estados del norte y noreste del país y a Río de Janeiro.

Río es "el retrato triste de la violencia en el país", con 95.000 muertos en quince años, una media de 17 homicidios por día y donde tres de cada cuatro muertos han sido víctimas de armas de fuego. Esta escalada de violencia responde a muchos factores, desde la impunidad a la fragilidad de las investigaciones y la falta de implicación del Estado, explicó a EFE César Muñoz, de Human Rights Watch en Brasil.

La actuación de la policía, si se mantiene en los parámetros actuales, "en lugar de ser una solución se ha convertido en parte de un problema", lamentó.

"Es fundamental la cooperación de la comunidad, que las personas denuncien y que estén dispuestas a declarar como testigos, que hablen con la policía, pero la gente tiene miedo y es justificado porque hemos visto un aumento extraordinario de la letalidad policial", continúa.

Las instituciones tampoco están a la altura: "No hay una respuesta adecuada e inteligente de las autoridades", opina Muñoz, que considera que medidas aprobadas recientemente en el Congreso, como la que impide a la Justicia civil investigar la actuación de las Fuerzas Armadas cuando hay víctimas, constituyen "un gran retroceso, que viola los estándares de derecho internacional".

"Es una medida que en lugar de fomentar la Justicia, establece una justicia privilegiada para miembros de las Fuerzas Armadas", sostiene.

A su juicio, Brasil "necesita un gran debate a nivel nacional sobre seguridad pública" para tomar consciencia de la dimensión del problema.

Entre 2001 y 2015 el país tuvo cuatro presidentes "y ninguno enfrentó el problema de frente", denuncia también el informe "A Guerra do Brasil".

La conclusión es desgarradora. En un país con 143 asesinatos por día, es decir uno cada diez minutos, "alguien, en algún lugar del país fue asesinado ahora, mientras estás viendo este video", dice el documental de O Globo.

"En unos minutos más, la víctima será otra", concluye.

Balas perdidas.

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Así, cuando los tiroteos entre policías y narcotraficantes cesan en las favelas de Río, comienza el duelo por otras víctimas de esta guerra urbana, a menudo niños como Maria Eduarda, alcanzada por una ráfaga de "balas perdidas" dentro de su escuela.

Los enfrentamientos estallan súbitamente y nadie está a salvo de los disparos de fusiles Kalashnikov o de otras potentes armas que dejan sembradas de cartuchos a las barriadas pobres, intrincadas y densamente pobladas de la capital carioca.

La agencia AFP recogió historias de personas que quedaron atrapadas entre dos fuegos, en su informe multimedia "Balas perdidas, vidas rotas por la violencia en Río". La investigación muestra cómo esas balas que se "pierden" se han convertido en un símbolo que agrega crueldad a una gigantesca crisis de seguridad en la ciudad que el año pasado recibió los Juegos Olímpicos.

Maria Eduarda Alves, de 13 años, era una alumna dedicada, fanática de baloncesto. En una ciudad dura, se esforzaba por hacer sus cosas bien y lo conseguía. Pero el 30 de marzo todo se derrumbó, cuando la policía abrió fuego contra supuestos traficantes de drogas y una ráfaga pasó a través de una reja de su escuela, en la zona norte de la ciudad.

Los agentes con toda probabilidad no se percataron de lo ocurrido, pues estaban concluyendo su operación afuera. En el patio de la escuela, Maria Eduarda, que había ido a buscar agua durante su clase de gimnasia, ya estaba muerta.

"La besé, la besé, estaba calentita. La besé, la besé, había mucha sangre, mucha sangre... fueron dos tiros en la cabecita", contó su madre, Rosilene Alves Ferreira, de 53 años, recordando el momento en que llegó al lugar.

Ese tipo de incidentes, que serían portada de periódicos en otras partes del mundo, en Río rara vez salen de las páginas policiales. Los proyectiles pueden segar repentinamente una vida a la puerta de una iglesia, en un estacionamiento, en un restaurante. De día o de noche. Las frágiles construcciones de las favelas no siempre consiguen detener las balas y por eso, hasta quedarse en casa puede ser peligroso.

No existen registros oficiales de heridos o fallecidos por balas perdidas, pero los reportes alternativos son explícitos. El diario O Globo contó 632 casos en la primera mitad de este año en el Estado de Río, con 67 muertes.

VIOLENCIA

Víctimas atrapadas entre dos bandos

La ONG Río de Paz lleva desde 2007 un cuidadoso registro de los menores golpeados por la guerra contra los narcos. En poco más de una década fueron asesinados 42, contando bebés, niños y adolescentes. Algunos murieron dentro del auto familiar, otros jugando al fútbol o mientras dormían. Y el número crece rápidamente: diez niños perdieron la vida en 2016 y otros diez en lo que va del año. Ambos registros están por encima de los siete fallecidos en 2015 y representan un alarmante salto desde los 10 que murieron en los cinco años previos.

Antonio Carlos Costa, fundador de Río de Paz, afirma que la combinación de áreas densamente pobladas, armamento con alto poder de fuego y disputas entre bandas por el control del tráfico forman un cóctel letal. Pero Costa reserva sus críticas más ácidas para la policía que, según sostiene, considera a los barrios como zonas de guerra. u201cLas operaciones policiales siguen la lógica de la muerte, la lógica de disparar primero y preguntar despuésu201d, dijo Costa a AFP. u201cSe olvidaron de los riesgos que imponen a los civilesu201d, agregó.

Las autoridades responden que los narcotraficantes dominan vecindarios completos a punta de pistola. Y tienen razones para creer que están en una guerra: 126 policías fueron asesinados en Río de Janeiro este año. Gran parte de ellos fuera de servicio, al ser identificados como agentes durante robos.

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