FLORENCIA BELTRÁN
Magister en Familia
Inés, de 17 años, acaba de recomenzar el bachillerato. En el verano ha conocido a un chico que le atrae mucho. Se pasa el día esperando que sea la hora para verlo, habla mucho por teléfono y parece estar en las nubes.
Según ella es la primera vez que se siente así. Todavía no son novios, pero salen con frecuencia, chatean, se mandan mensajes de texto, etc. Pero aunque a Inés le atrae Juan, no sabe si ponerse de novia o no. Está muy insegura. A raíz de ello, ha tenido largas charlas con sus mejores amigas y con su madre. Gracias a la confianza que Inés le tiene a su madre, pudieron tener conversaciones cálidas e íntimas. Para empezar, no sabe si está o no enamorada.
Luego de escuchar a Inés atentamente, su madre intentó contarle en qué consiste el enamoramiento y el noviazgo.
Según Cristian Conen, director del Instituto de Ciencias para el Matrimonio y la Familia de la Universidad Austral, el enamoramiento puede ser algo gradual o puede adoptar una emoción muy fuerte conocida como el flechazo. El flechazo tiene por característica ser pasajero. Por ello, no hay que confundir el verdadero amor con esta emoción. Muchos piensan que cuando acaba esta explosión de emociones donde uno se siente como un volcán encendido, se acaba el amor. Por ello, cortan con la relación y buscan conocer a otra persona que le provoque este tipo de emociones. "En el fondo más que amar a una persona se ama la sensación de estar flechado y se busca a alguien que despierte otra vez ese estado afectivo, cambiando así de pareja o de cónyuge", afirma Conen. En suma, es una etapa de idealización, donde no se conoce bien al otro.
Superada esta etapa, viene el noviazgo. Su objetivo es conocer al otro tal cual es, con sus virtudes y defectos, para luego decidir, en base a datos reales, si es la persona con la que uno quiere casarse. En el noviazgo es primordial un diálogo sincero, mostrarse tal cual se es, y dejarse conocer a fondo. Otro aspecto a tener en cuenta es que el amor verdadero cuesta trabajo. No es algo pasivo, sino activo. No se trata de esperar que surjan emociones, de ponerse nervioso cada vez que se ve al novio/a, sino que se espera mucho de cada uno. A modo de ejemplo, el amor tiene un valor incalculable y por tanto, hay que cuidarlo, trabajarlo. Aquí es donde los detalles pequeños valen oro. Según Conen, "el amor hay que conservarlo, hay que desarrollarlo, y cuando se resquebraja cabe restaurarlo".
Construir un proyecto en común.
Para construirlo importa entablar un diálogo maduro que incluya diversos temas capitales: si se quieren casar por la Iglesia o sólo por civil, qué se espera del matrimonio, cómo educar a los hijos, y todos aquellos en los que el acuerdo de ambos resulta imprescindible.
El noviazgo, para conocerse y madurar.
Al comprar un departamento, no existe una instancia en que el propietario permite utilizarlo para ver si cumple con las expectativas de uno. En el noviazgo pasa lo mismo. No es un tiempo donde vale todo sino que se caracteriza por el conocimiento mutuo, la maduración del amor.
No es fácil decidir para siempre.
Tomar decisiones no es fácil y menos cuando se pone en juego el "para siempre". Por ello el noviazgo resulta un momento para descubrir un amor verdadero. Es tal la importancia de esta decisión que no debería tomarse sólo por sentimiento.