El consumo de pasta base cambia composición química del cerebro

Investigación. Dejar la adicción no alcanza con la voluntad, dice experto

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La pasta base modifica la estructura y la composición química del cerebro. Tanto, que drogarse o dejar de hacerlo deja de ser un tema de voluntad. Así lo enfatizó Cecilia Scorza, en el marco de la Semana del Conocimiento del Cerebro.

Scorza no da entrevistas personalmente para evitar ser reconocida. "Es por seguridad", comenta telefónicamente desde el Instituto de Ciencias Biológicas Clemente Estable. Allí lleva adelante investigaciones con muestras de pasta base que son incautadas por las autoridades.

Poner en marcha un sistema de trabajo fluido y hacerlo operativo le demandó meses de aclaraciones y fundamentaciones teóricas. Hoy trabaja de forma coordinada con el Instituto Técnico Forense y analiza distintos tipos de pasta base, probando su efecto en ratones.

Las formas de almacenamiento y el que haya conocimiento de quién manipula las sustancias es un tema delicado, consideró. Por eso prefiere que su rostro no sea divulgado de forma masiva.

Sí presentó las últimas conclusiones de su trabajo en la Intendencia de Montevideo en el marco de la Semana del Conocimiento del Cerebro, iniciativa mundial que promueve, en el mes de marzo, la divulgación de investigaciones sobre las distintas funcionalidades del órgano que identifica por excelencia a la especie humana.

Y si se habla de las regiones del cerebro que identifican a la especie y la distinguen de otros animales, "la corteza prefrontal" es una de ellas. Una investigación liderada por Rodolfo Ferrando, profesor adjunto de Medicina Nuclear de la Facultad de Medicina, obtuvo que las personas adictas tienen una menor irrigación en esta zona, entre otras alteraciones.

"Esa región nos hace ser humanos", enfatizó Scorza. Actúa sobre el control del comportamiento e incide en las tareas de planificación y ejecución de las acciones. El hecho de que esté alterada "explica por qué (los adictos) no pueden autocontrolarse; tienen una disfunción en la corteza que les impide controlar el consumo y planificar otras tareas que no sean" el hecho de consumir, subrayó la investigadora.

Su máxima es clara y concreta: "hay alteraciones funcionales y estructurales en el cerebro del adicto que explican el comportamiento". Según ella, cuando se instalan estas alteraciones, aunque la persona quiera, no puede evitar consumir.

Los cambios desatados van más allá de un problema de irrigación, afectan un circuito completo de conexiones de neuronas, neutransmisores y receptores que integran, al menos, tres zonas vinculadas al placer.

Esa red de interacciones es conocida como "circuito motivacional". "Detrás de ese circuito hay un neurotrasmisor (molécula que transmite información de una neurona a otra) que se llama dopamina", explica la investigadora.

Cuando una persona consume droga, se segrega más dopamina y los sectores del cerebro vinculados al placer se potencian. Sin embargo, cuando el consumo se prolonga durante meses y años, la cantidad de sustancias generadas resulta imposible de asimilar para el cerebro. Entonces, genera mecanismos para que desaparezcan receptores y la sustancia no pueda seguirlo estimulando.

De esa forma, el adicto necesita aumentar el consumo, no solamente para poder alcanzar el placer que sentía sino para tener niveles de sensación "normales". La dopamina está involucrada con sensaciones cotidianas que la persona, teniendo menos receptores, tampoco puede sentir.

Para hablar de este tema el científico uruguayo Pablo Castillo, profesor en la Facultad de Medicina Albert Einstein de Nueva York, ofrecerá hoy a la hora 18 en la Plaza Líber Seregni una charla abierta al público. Esta actividad servirá de cierre de la Semana del Cerebro.

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