Juan Pedro Mir
El hombre al que el Frente Amplio le había encomendado la tarea de modificar el ADN de la educación, intenta provocar un cambio desde el colegio privado que dirige.
La combinación de tres letras M-I-R significa un movimiento revolucionario en Chile, una estación espacial en Rusia y la práctica que hacen los médicos en España antes de recibirse. En Uruguay, Mir es sinónimo del cambio del ADN de la educación. Así lo creyó el presidente Tabaré Vázquez cuando eligió a Juan Pedro Mir como director de Educación, en un experimento científico —siguiendo la metáfora— que acabó en menos de un año.
—¿Hay un método Mir de enseñanza?
—No. Mi formación, después de 25 años de docencia, apunta a mantenerme en algunos ejes. El valor del conocimiento, de la democracia, de la laicidad. A veces en Uruguay se asocia la laicidad a una falta de valores, pero es lo contrario: la laicidad es un proceso que hace que las personas acepten los debates. Las sociedades más educadas son las que pueden hacer más felices a sus actores. Son sociedades que distribuyen mejor la riqueza, en las que hay mayor desarrollo personal, mejor clima de convivencia…
—La democracia, a juzgar por las encuestas, padece cierto descreimiento. ¿Es un relato que quedó obsoleto?
—No es un tema nuevo. El dato más terrible es que la sociedad más educada de Europa, como lo era la alemana, terminó votando a Hitler. Ante la falta de democracia, más democracia. Ante los desbordes totalitarios, más educación. Eso sí, la educación tiene que tener presente que tenemos personas que van a vivir más años, que van a viajar más, que van a cambiar de religión e ideología más veces, que van a tener proyectos de vida que no son los de sus padres.
—Si como maestro tiene que evaluar cómo Uruguay está preparando para ese mundo cambiante, ¿cómo lo calificaría?
—"Puede y debe rendir más". El Plan Ceibal es la semilla de algo que está germinando. Pero tenemos una sociedad conservadora. En la educación se recae en relatos similares a los del fútbol con el Mundial del 50. Uruguay sigue pensando que el mejor modelo es aquel de las primeras décadas del siglo XX.
—La crítica que algunos docentes hacen a las pruebas estandarizadas (como PISA), ¿se justifica en el entendido de que la educación ya no se puede medir de la misma forma?
—No hay política pública si no hay capacidad de medir los impactos de esas políticas. Tengo una hija de 12 años que cuando va al médico le hace controles y la mide en base a algunos estándares. No me asusta cuando me dice que un valor está corrido, al contrario, me sirve para tomar acciones. Si eso está tan claro para la salud, ¿por qué en educación asusta?
—¿Por qué asusta?
—Hay una idea de control externo y de pérdida de la clase que responde a un viejo modelo. Hoy el mejor maestro no es el que trabaja en su clase aislado. ¿Qué se tiene que evaluar? Es discutible. Pero lo que no es discutible es que se evalúe.
—Dijo que el ser humano cambiará cada vez más de ideologías, ¿ya no es un hombre de izquierda?
—Las categorías derechas e izquierdas las estoy revisando, no me sirven para analizar el mundo de hoy.
—¿También está revisando si sigue siendo frenteamplista?
—No quiero hablar de política partidaria.
—¿Volvería a la política partidaria?
—No está en mis planes.
—¿Lo tentaron de algún partido?
—Sí, hablo con casi todos los actores. Pero estoy en proyectos profesionales, en el (colegio) Varela, terminando una maestría, colaboro con el sindicato de la bebida en la construcción pedagógica de sus centros educativos, sigo en Eduy21…
—El borrador del programa de educación del Frente Amplio, ¿lo representa?
—No. Yo había participado en el programa anterior que tenía mucho que ver con lo que hoy propone Eduy21. Tampoco quiere decir que me represente otro programa porque, de hecho, el Frente es el único que ha presentado uno.
—Este borrador parece defender más lo hecho que ofrecer un cambio, ¿por qué?
—Se piensa a partir de cada subsistema y no en qué aprenderá un niño desde los 3 a los 18 años. Prima lo administrativo y la gestión sobre lo pedagógico.
—¿No se logró el cambio del ADN de la educación porque el MPP no quiso?
—No, yo no lo asociaría a un sector concreto. Es un tema de cómo en Uruguay las reformas son más administrativas que pedagógicas.
—¿Es optimista de que habrá cambios educativos sea quien sea el gobierno?
—Creo que habrá innovaciones particulares, pero no veo que se traduzca en una mirada integral del sistema.
—¿En el MEC sí es posible el cambio y el fin de las irregularidades que usted denunció?
—Cuando vi irregularidades económicas hice los sumarios correspondientes y sin dudas fueron parte de mi cansancio en el cargo. Al Frente Amplio le llevó muy poco tiempo tomar unos hábitos que a otros partidos les llevó décadas. Tal vez es parte de la realidad humana hoy, no lo sé.
—¿Por eso fue corta su estadía como director de Educación?
—Mi experiencia muy corta como jerarca me demostró que no supe manejar los códigos políticos. No fui inteligente. Hay determinados acuerdos en el corpus político partidario que no los sostuve ni era mi interés sostenerlos.
—¿Es lo mismo que le ocurrió al director renunciante del Ineed?
—Hablo por mí.
—¿Y cómo hay que leer la crisis en el Ineed?
—Por un lado, como la clásica tensión entre lo técnico y lo político. En otro sentido, creo que hay concepciones educativas de fondo que son diferentes.
Del Elbio al Varela en menos de un semestre
A igual contexto socioeconómico, los liceos públicos y privados arrojan los mismos resultados académicos. Este hecho que evidenció las pruebas PISA cayó como un baldazo de agua fría en varios colegios. Por eso algunos, como el Elbio Fernández y ahora el José Pedro Varela, buscaron en figuras como Juan Pedro Mir una revolución educativa.
—¿Por qué estuvo menos de un semestre en el colegio Elbio Fernández?
—Fue un tema de diferencia de estilos para llevar adelante el cambio. Eso hizo que tome, o me hicieran tomar, otro camino para seguir con el proyecto.
—¿Qué significa el proyecto?
—Significa dónde poner los acentos en la gestión. Eso hace que la institución decida a qué personal quiere en su equipo y que el profesional opte por donde se siente más cómodo. No voy a entrar en más detalles.
—¿Qué es necesario para que un colegio haga la diferencia?
—Antes la diferencia era agregarle la hotelería. El desafío es cómo en una institución que está mejor desde la infraestructura, generás procesos que logren bienestar emocional (que los niños se sientan bien, lo que no significa que venga a pasear) y mejora en lo cognitivo y el desempeño académico.
—¿Cómo se logra?
—El clima institucional se define por cómo se sienten los docentes, cómo se los hace partícipes de un proyecto, cómo se los selecciona.