Por Gastón Pérgola - gpergola@elpais.com.uy
¿El frigorífico Schneck comenzó siendo un boliche de barrio?
Sí. Todo empezó con mi abuelo, Carlos Schneck, cuando en 1932 puso un restaurante en Aparicio Saravia e Instrucciones. En aquel entonces la zona estaba bastante llena de alemanes, era un barrio alemán, y el boliche se llenaba de gente que venía a tomar cerveza, a comer algo y jugar a las cartas. Pero, como se sabe, los alemanes son fanáticos de las salchichas, el paté, y todo tipo de productos chacinados. Entonces mi abuelo compraba variedad de chacinados para atenderlos. Al principio eran cinco kilos todos los viernes, después vio que le demandaban mucho más y aumentó la compra. Hasta que un día pensó que podía resultarle mejor si él mismo mataba a un cerdo y algún que otro ternero, para abastecer la demanda del boliche. Y así empezó. A muy pequeña escala.
¿Y gustaron sus chacinados?
Sí. La gente, sin saber que era producción de mi abuelo, decía "qué rica que es esta carne de cerdo, es distinta a la que comemos siempre". Además de comer en el lugar los clientes le empezaron a encargar a mi abuelo y ahí fue cuando decidió potenciar el crecimiento. Él era muy emprendedor. De hecho, tenía otros negocios, de venta de leña, un almacén y el boliche, y cuando le empezó a ir bien con los chacinados tuvo que dejarlos.
¿Usted representa a la tercera generación de Schneck al frente de la empresa?
Mi abuelo falleció en 1972 y es ahí cuando mi padre queda al frente del negocio junto con mis dos tíos, que son los actuales directores. Ahora estamos en una etapa de transición de la segunda a la tercera generación. Estamos mi hermana y yo en el frigorífico y en la fábrica de chacinados están otros tres primos míos. Actualmente somos cinco de la tercera generación y tres de la segunda.
¿Es más difícil cuando se trabaja en familia?
Tiene ventajas y contras. "Los hermanos sean unidos, esa es la ley primera", decía mi abuelo. Siempre supimos que para que nos vaya bien teníamos que estar unidos. Tuvimos muchas diferencias pero tratamos de superarlas en pro de otra cosa, que era el bienestar de la empresa.
Actualmente, ¿cuáles son las unidades de negocio que manejan?
Está la faena, que una parte va para la exportación y otra para el mercado local. Lo que es para el consumo interno se divide en hamburguesas y chacinados mientras para el exterior sólo exportamos cortes de carne sin hueso. Por lo general, un 60% de nuestra producción está destinada a la exportación y el restante 40% al mercado local. Sin embargo, hoy en día nuestra exportación está un poco deprimida y apenas alcanza el 45%.
¿Cuál es la facturación anual?
De exportaciones facturamos casi US$ 34 millones durante el año pasado. A eso hay que sumarle las ventas en el mercado interno.
¿Y de producción mensual?
Un mes bueno de ventas llegamos a producir, entre chacinados y hamburguesas, unas 1.200 toneladas. Pero en promedio la producción nuestra varía entre las 1.000 y 1.300 toneladas.
¿A cuántas personas emplean?
Entre las dos unidades físicas hay un total de 500 personas empleadas.
¿Cómo evalúa las últimas negociaciones en los consejos de salarios con el panorama de incertidumbre que reina?
Los consejos de salarios se discutieron en una situación económica diferente a la actual. Cuando se discutió y se trató estábamos mucho mejor. Hoy el ganado vale la mitad, el precio de la carne bajó, la rentabilidad es menor, pero el acuerdo ya está firme y hay que respetarlo. Por ahí pueden venir problemas, son costos que aumentaron mucho.
Además, creo que hoy en día el patrón tiene menos poder de negociación frente al obrero. Está muy vulnerado. A veces resulta muy difícil llegar a un acuerdo. Es una lucha de poderes. Hay que ser claro, también ha habido mucho abuso por parte de empresarios. Pero ahora está al revés la situación. El problema es cuando hay abuso, no importa de qué lado se ocasiona, es abuso y punto. Es lógico y está bien que los obreros busquen equilibrar pero es malo que concentren tanta fuerza para terminar pidiendo cosas que son imposibles de cumplir. Hay plataformas que presentan que uno las lee y más vale cerrar la empresa e irse.
¿Cuál es la relación que mantienen con los supermercados?
La relación está bien, normal.
Hace unos años tuvieron problemas...
Sí. Lo que pasa es que algunos supermercados en una época pedían un valor "llave" para poder vender. Te decían, si querés tanto frente de góndola haceme un descuento, si querés ingresar un producto no hay problema pero te pago en plazos muchos más largos. Pero llegó un momento en que nosotros no aceptamos más esas condiciones y se cortó. Porque la negociación ya era un manoseo. Se acordaba una cosa y después no se respetaba. Al final conseguían ventaja frente a otros comerciantes. En su momento perdieron mucha fuerza en la pulseada porque la gente iba al supermercado y pedía los productos de nuestra marca. Pero ahora está normalizada la situación.
¿Cuál es el día a la semana donde no faltan los panchos en su cena?
Siempre están en mi heladera, a disposición, junto con las hamburguesas. Nunca me faltan (se ríe).
La crisis generó una necesidad y no una oportunidad
¿Cuál es el producto estrella de la empresa?
Nuestro fuerte siempre fueron los frankfurter. Sin embargo, en el último tiempo la hamburguesa le arrebató el primer lugar, con un crecimiento del 15% anual. Arrancamos en 2002 con 40.000 kilos mensuales de hamburguesas, y ahora llegamos a 400.000 kilos. Justo cuando inauguramos la planta de hamburguesas explotó la crisis y nos dimos cuenta que teníamos que hacer una categoría económica. Fuimos los primeros en ofrecer la línea económica y eso nos hizo tener un impacto grande de ventas. Nuestros productos siempre fueron todos premium, pero con la crisis la gente no podía acceder. Así fue que largamos la marcas económicas Burghy, y La Guillermina. La crisis no nos abrió una oportunidad, sino una necesidad. No teníamos otra opción que implementar productos económicos.
Frankfurter sí, pero panchos no
En ningún momento de la entrevista nombró al frankfurter como pancho...
Es que nosotros producimos frankfurter, no panchos.
¿Es que no le gusta el término?
Es que el frankfurter es el nombre original del producto, proviene de Alemania. y mi abuelo lo impuso en Uruguay. El pancho es un término porteño, un contagio que viene de Argentina, y que sin duda es más fácil de pronunciar. Por eso se le dice así.
¿Cuántos panchos o frankfurter consumen los uruguayos?
Se consumen unos 550.000 kilos por mes. En promedio, 20 panchos representan un kilo, lo que indica que se comen 11 millones por mes.