Vaivenes de la población mundial

| Cunas vacías: la amenaza del siglo no es el crecimiento de la población sino, por el contrario, la escasez de gente

Michael Meyer | NEWSWEEK

Se sabe bien que hay demasiada gente en el planeta. Vivamos en Los Angeles, San Pablo, Ciudad de México o Shangai, hay prueba de ello en nuestra vida cotidiana: sufrimos embotellamientos de tráfico, vemos crecer la mancha urbana y vemos la depredación ambiental. Las noticias vespertinas muestran diversas versiones de la situación en Ramallah o Darfur, imágenes de hambruna, pobreza, guerra, competencia por empleos y creciente escasez de recursos naturales.

Durante una conferencia en Londres, el Fondo para la Población de ONU presentó un informe desolador: si no se adoptan medidas radicales, los cincuenta países más pobres del mundo triplicarán su población para 2050, a un total de 1.700 millones de habitantes.

REVERSION. Pero eso no es todo. La tendencia más reciente es completamente opuesta. En todo el planeta empieza a observarse una cantidad de niños cada vez menor. La tasa de fecundidad se ha desplomado a la mitad desde 1972, de seis hijos por mujer a sólo 2,9, y según los demógrafos, la reducción se acelerará cada día más. La población mundial seguirá en aumento, del nivel actual de 6.400 millones a cerca de 9.000 millones en 2050; pero después habrá una marcada disminución. El fenómeno del que empezaremos a hablar con creciente frecuencia ¿la despoblación? se ha iniciado ya en varias naciones. Demos la bienvenida a la Nueva Demografía, que cambiará todo, desde el tamaño y absoluto poder de las superpotencias hasta el crecimiento económico global y la calidad de nuestras vidas.

PAISES DESARROLLADOS. Esta revolucionaria transformación será liderada no por las naciones desarrolladas, sino por las que están en desarrollo. La mayoría conocemos la tendencia demográfica de Europa, donde la tasa de natalidad está disminuyendo desde hace años. A fin de reproducirse, las mujeres de cualquier sociedad deben tener por los menos 2,1 hijos cada una y según el informe poblacional 2002 de ONU, la tasa de fertilidad europea está por debajo de ese nivel. Francia e Irlanda con 1,8 son los líderes en las tablas de fecundidad del Viejo Continente; Italia y España con 1,2, están en la retaguardia, y entre los extremos se encuentran países como Alemania, cuya tasa de natalidad es de 1,4. ¿Qué significa esto? Si las cifras de ONU son correctas, Alemania podría perder cerca de la quinta parte de su población de 83,5 millones en los próximos 40 años, más o menos el equivalente al total de la zona este de Alemania.

Y lo mismo ocurre en todo el continente. Bulgaria disminuirá su población en un treinta y ocho por ciento, Rumania en un veintisiete y Estonia en un veinticinco por ciento. "Algunas regiones de Europa Oriental, de por si poco pobladas, se van a quedar vacías", pronostica Reiner Klingholz, director del Instituto Berlinés de Población y Desarrollo. En estos momentos, la población rusa se reduce en setecientos cincuenta mil personas cada año y más o menos lo mismo sucede en Europa Occidental, donde la cifra podría elevarse a tres millones anuales o más para mediados del presente siglo.

PAISES EN DESARROLLO. Lo sorprendente es que el mundo menos desarrollado esté siguiendo la misma trayectoria. En Asia es bien sabido que Japón muy pronto caerá en la pérdida poblacional, si es que no lo ha hecho ya. Con una tasa de fecundidad de 1,3 hijos por mujer, la nación insular podría perder la cuarta parte de sus 127 millones de habitantes en las próximas cuatro décadas, según proyecciones de ONU. No obstante, mientras que el envejecimiento de Japón (edad promedio 42,3 años) ha sido el tema de noticias durante mucho tiempo, ¿cómo explicar lo que sucede en China, donde la tasa de fecundidad ha caído de 5,8 en 1970 a 1,8 hoy día? Sumado a la creciente expectativa de vida, esto significa que la población china envejecerá con tanta rapidez en una generación como ha venido ocurriendo en Europa desde hace un siglo, informa el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington. Con una media de edad de 44 años en 2015, China será mayor en edad promedio que Estados Unidos y para 2019, aproximadamente, la población alcanzará el clímax de 1.500 millones, para luego desplomarse. A mediados del siglo, China podría perder entre el 20 y el 30 por ciento de su población en cada generación.

El panorama es igual para otras regiones asiáticas, donde la tasa de natalidad ha caído incluso sin los estrictos programas de control poblacional de China. De hecho, el fenómeno ya es manifiesto a pesar de los generosos incentivos oficiales para la procreación. Naciones industrializadas como Singapur, Hong Kong, Taiwan y Corea del Sur han publicado tasas de fecundidad inferiores al nivel de reemplazo, asegura Nicholas Eberstadt, demógrafo del Instituto Empresarial de Estados Unidos, en Washington. A la lista debemos sumar a Tailandia, Birmania, Australia y Sri Lanka, junto con Cuba y muchas naciones caribeñas, además de Uruguay y Brasil. México envejece con tal celeridad que en unas cuantas décadas no sólo dejará de crecer, sino que tendrá una población más envejecida que la de Estados Unidos. Adiós al mito de los jóvenes mexicanos que se arremolinan al otro lado del Río Grande. "Si las cifras son precisas", agrega Eberstadt, "cerca de la mitad de la población mundial vive en países en los que el nivel de reemplazo es deficiente (en los que la tasa de mortalidad es mayor a la tasa de natalidad)".

Por supuesto, hay notables excepciones. Albania y la provincia de Kosovo se reproducen con singular energía, igual que algunas partes de Asia como Mongolia, Pakistán y Filipinas. Naciones Unidas calcula que Oriente Medio duplicará su población en los próximos 20 años, pasando del promedio actual de 326 millones, a 649 millones para 2050. Arabia Saudita tiene una de las tasas de fecundidad más altas del mundo (5,7), precedida por los territorios palestinos (5,9) y Yemen (7,2). Sin embargo, también en la región hay sorpresas. Túnez está por debajo del nivel de reemplazo, mientras que Líbano e Irán están en el límite inferior. Y aunque la población total de la región sigue en aumento, este se debe principalmente a una menor mortalidad infantil, ya que las tasas de fecundidad caen incluso más aceleradamente que en los países desarrollados, sugiriendo que, en las próximas décadas, Oriente Medio envejecerá con mucha mayor rapidez que otras regiones del planeta. La tasa de natalidad en Africa es muy alta, y a pesar de la epidemia de sida, se espera que la población continúe en aumento, al igual que la población de Estados Unidos.

LAS CAUSAS. Volvamos al excepcionalismo estadounidense y lo que éste podría presagiar. Pero antes, analicemos las causas de la escasez de nacimientos, según lo propuesto en dos nuevos libros sobre el tema. "Nunca, en los últimos 650 años, desde la Peste Negra, se ha observado una caída tan extrema, rápida, pronunciada y prolongada como lo que ocurre actualmente en muchas partes del mundo", escribe el sociólogo Ben Wattenberg. ¿Por qué? Watterberg sugiere que diversas tendencias, antes independientes, se han conjuntado para producir un tsunami demográfico. Como informara recientemente ONU , en todos lados la gente empieza a abandonar los campos para migrar a las ciudades que, para 2007, albergarán a más de la mitad de la población mundial. Una vez allí, los hijos se convierten en costos más que en ventajas. Entre 1970 y 2000, la población urbana de Nigeria se elevó de un catorce a un cuarenta y cuatro por ciento. Corea del Sur experimentó una explosión urbana de un veintiocho a un ochenta y cuatro por ciento. Las llamadas "megalópolis", desde Lagos hasta Ciudad de México, han crecido casi de la noche a la mañana, mientras que las tasas de natalidad han caído en correlación inversa.

Hay otros factores en la ecuación. La creciente educación y escolaridad femenina han conducido a una menor fecundidad, igual que el divorcio, el aborto y la tendencia global al matrimonio en edad madura. El uso de anticonceptivos ha aumentado marcadamente durante la última década. Según informes de ONU, el sesenta y dos por ciento de las mujeres casadas o sexualmente activas y en edad reproductiva, utilizan actualmente alguna forma de control anticonceptivo no natural. En países como India, la actual capital global del VIH, la enfermedad se ha convertido en un factor determinante. En Rusia, los culpables del desplome en las tasas de fecundidad y natalidad, incluyen al alcoholismo, las malas condiciones de salud pública y la contaminación industrial, que acaban con la cuenta espermática masculina. La riqueza desalienta la procreación, como se ha observado desde hace tiempo en Europa y actualmente en Asia. En palabras de Wattenberg: "El capitalismo es el mejor anticonceptivo".

LAS CONSECUENCIAS. Las consecuencias potenciales para la implosión demográfica son enormes. Tomemos el caso de la economía global, como sugiere Phillip Longman en su libro "La cuna vacía: Cómo las decrecientes tasas de natalidad amenazan la prosperidad mundial y qué hacer al respecto". Este experto en población, percibe señales de alarma para la prosperidad mundial. Trátese de bienes raíces o gastos de consumo, el crecimiento económico y la población siempre han estado estrechamente vinculados. "Hay quienes se aferran a la esperanza de tener una economía pujante sin crecimiento poblacional, pero los economistas se muestran muy pesimistas en este sentido", explica Longman. "Y sólo hay que echar un vistazo a Japón o Europa para vislumbrar lo que nos depara el futuro", agrega. Los demógrafos pronostican una caída del cuarenta por ciento en la población italiana en edad productiva durante las próximas cuatro décadas acompañada de una decadencia proporcional en el crecimiento de todo el continente, según la Comisión Europea. ¿Qué sucederá cuando los cohortes de la generación de la posguerra europeas empiecen a retirarse alrededor del año 2020? Las recientes huelgas y manifestaciones en Alemania, Italia, Francia y Austria en torno de las escasas reformas a las pensiones, son sólo el principio de lo que promete convertirse en una batalla sociológica entre los ancianos y jóvenes de Europa.

CHINA EN PROBLEMAS. Sin embargo, eso será una simple escaramuza comparada con el conflicto que se avecina en China, donde las reformas de mercado han eliminado los beneficios vitalicios de la economía planificada y el Partido Comunista no logra desarrollar una red de seguridad social adecuada para suplirlos. Menos de una cuarta parte de la población está amparada con pensiones de retiro, según el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales. Esto deja la carga de la atención de los ancianos casi completamente en manos de la actual generación compuesta exclusivamente de niños. La política del hijo único ha generado un problema llamado 4-2-1, en el que cada niño será potencialmente responsable de atender a seis ancianos: dos progenitores y cuatro abuelos.

El ingreso en China no se incrementa con la rapidez suficiente para compensar esta carga. En algunas aldeas rurales, son tantos los jóvenes que han escapado a las ciudades, que ya casi no hay gente que se haga cargo de los ancianos. Y la población que envejece con rapidez, comenzará a menoscabar la ventaja competitiva de China, que depende de una interminable fuente de mano de obra barata. Después de 2015, las reservas de mano de obra empezarán a agotarse, señala el economista Hu Angang, y China no tendrá más remedio que adoptar una solución muy al estilo occidental: elevar el nivel educativo de su fuerza de trabajo para volverla más productiva.

TAMBIEN JAPON. Consideraciones igualmente perturbadoras se han hecho evidentes en Japón. Akiniko Matsutani, economista y autor de un nuevo best seller titulado "The economy of a shrinking population" ("La economía de una población que disminuye"), vaticina que para 2009, la economía japonesa iniciará un período de crecimiento negativo y para 2030, el ingreso nacional habría disminuido en un quince por ciento. Especular sobre el futuro siempre ha sido arriesgado, pero los economistas plantean perturbadoras interrogantes.

El cambio demográfico amplifica los problemas de un país, ya sean sociales o bien, económicos. ¿Un estado de beneficencia abrumado? El envejecimiento lo hará colapsarse. ¿Tensiones inmigratorias? La diferencia en las tasas de natalidad acentúa los temores a la vez que aumenta la necesidad de importar mano de obra, tema que tal vez sea crítico para la Europa del mañana. ¿Un sistema educativo mediocre con excesiva población estudiantil rezagada? Mejor corregirlo, porque una fuerza de trabajo cada vez más reducida requiere de mayor productividad y flexibilidad, mejor capacitación, opciones para cambiar de carreras y mejor atención médica para prolongar la edad de jubilación. En un mundo perfecto, la creciente separación entre los países más ricos y cada vez más reducidos en su población, y las naciones más pobres y en desarrollo, podría crear grandes oportunidades, pues la mano de obra se desviaría del sur superpoblado y de escasos recursos, al despoblado norte donde abundaría el empleo. Capitales y envíos de dinero de las naciones ricas seguirían una ruta inversa que beneficiaría a todos. ¿Será posible? Tal vez, mas eso presupone una movilidad laboral mucho mayor, y si tomamos como ejemplo la resistencia europea a la inmigración en gran escala de Africa del Norte o la política inmigratoria "casi cero" de Japón, no hay motivos para ser optimistas. Las actitudes empiezan a cambiar. Hace sólo una década, por ejemplo, los europeos hablaban de cero inmigraciones y ahora que reconocen la necesidad, poco a poco empiezan a modificar su postura. Pero, ¿sucederá esto en la magnitud requerida?

MIGRACIONES. Lo más probable es que intensifiquen las tensiones existentes entre pueblos decididos a proteger identidad nacional y por otra parte, los grupos de inmigrantes que tratan de escapar de la sobrepoblación y de la escasez de oportunidades en su país. En naciones como Filipinas (cuya fuerza de trabajo capacitada parece a punto de abandonar empleos de bajo nivel para cotizar en el mercado profesional global), este problema es tal vez poco importante, pero será más grave para las decenas de millones de jóvenes árabes que componen la mayoría poblacional de Oriente Medio y Africa del Norte, donde por lo menos la mitad sigue desempleada.

Estados Unidos es la incógnita en esta baraja global. Mientras Europa y gran parte de Asia pierden habitantes, la población de Estados Unidos parece relativamente estable con una tasa de fecundidad situada en el nivel de reemplazo. Sume a esto una gran inmigración y verá que Estados Unidos es la única nación moderna que seguirá creciendo: en los próximos cuarenta y cinco años aumentará en 100 millones de habitantes, según Wattenberg, en tanto que Europa perderá cerca de la misma cantidad.

Esto no significa que los estadounidenses hayan escapado a la inminente prueba demográfica, pues también encaran el problema de una fuerza de trabajo que envejece y la carga resultante (el costo de Medicare y el Seguro Social aumentará de un 4,3 por ciento de PIB del año 2000 a un 11,5 por ciento en 2030 y un 21 por ciento en 2050, según la Oficina de Presupuesto del Congreso). Asimismo, enfrentarán crecientes tensiones étnicas, en que la estática población blanca y la menguante demografía negra estarán cada vez más diluidas en un creciente mar multicultural, de modo que en esta era de interdependencia, las dificultades de los principales socios comerciales de Estados Unidos (Europa y Japón) rápidamente se volverán problemas internos. Por citar un ejemplo, ¿qué sucederá con el mercado chino, en el cual las empresas estadounidenses han hecho grandes inversiones, si para 2050 ese país pierde cerca del treinta y cinco por ciento de sus obreros y la población anciana consume una porción cada vez más grande del ingreso?

La singularidad demográfica de Estados Unidos también tiene profundas implicaciones de seguridad. Washington mantiene la mira en el terrorismo y los estados débiles, pero el caos de la fragmentación mundial moderna será nada en comparación con lo que podría ocurrir. En "The empty cradle", Longman describe una perspectiva muy perturbadora para los líderes estadounidenses. Aunque el país tenga pocos contrincantes militares, las tecnologías a las que recurre para proyectar su poderío geopolítico podrían volverse cada vez más costosas para un país que encara enormes y crecientes costos sociales en una era de lento crecimiento económico global. Longman prevé que si la guerra contra el terrorismo se convierte en la "lucha generacional" que ha descrito la asesora de seguridad nacional de Estados Unidos, Condoleezza Rice, este país podría tener serias dificultades para costearla.

¿SOLUCIONES? Por supuesto, nada está prescrito y los gobiernos ilustrados podrían poner el ejemplo. Francia y Holanda han instituido políticas para la promoción familiar que ayudan a las mujeres a combinar el trabajo con la maternidad y abarcan desde créditos fiscales para los hijos hasta guarderías subsidiadas.

Las naciones escandinavas han mantenido elevadas sus tasas de natalidad con generosas disposiciones, como permisos para ausencia parental, atención médica y empleos de medio tiempo. Sin embargo, programas parecidos que ofrece la cada vez más reducida ciudad-estado de Singapur (incluido un servicio de citas administrado por el gobierno), poco han hecho para invertir la mengua de natalidad. Recordemos también que semejantes pronósticos estuvieron errados en el pasado. Durante el apogeo de la generación de la posguerra, los demógrafos predijeron una marcada caída en las tasas de fecundidad y en la natalidad global. Pero aun cuando esta generación de videntes tenga razón, como parece, no todo se habrá perdido. En términos ambientales, un mundo más pequeño sin duda será mejor en muchos aspectos, como la calidad del aire o la reintroducción de lobos y plantas raras en la abandonada campiña alemana, por ejemplo. Y aunque las personas vivan más tiempo, también lo harán en mejores condiciones, al menos en el mundo desarrollado. Esto tal vez signifique que puedan (y tal vez deban) trabajar una mayor cantidad de años antes de jubilarse.

Sí, una generación más joven tendrá que costear a sus mayores. Pero habrá compensaciones. Al reducirse la población, explica Matsutani, es posible que el ingreso nacional disminuya, pero no necesariamente el ingreso per cápita. Y en ese ámbito de incertidumbre, un elemento mundano seguramente caerá: el precio de los bienes raíces. Sin duda afectará a los ancianos que han puesto todos los huevos en la canasta de sus hogares, pero también beneficiará a los jóvenes del futuro. ¿Quién sabe? Quizá el espacio adicional y el bajo costo de la vida sirvan de inspiración para, digamos, hacer lo que sea necesario para tener más bebés. De esa forma, el ciclo de la vida continuará.

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