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¿Qué esta pasando con el mercado laboral? ¿Y la pobreza?

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

Si bien hay más ocupados que previo a la pandemia, la creación de empleo se detuvo a inicios de año.

Luego de recuperarse más rápido que lo previsto, el mercado laboral parece haberse estancado en los últimos meses. Controlando por efectos estacionales e irregulares, entre marzo y agosto de 2022 la tasa de empleo cayó de 57,4% a 57,0%, una pérdida de unos 7.000 empleos. Por su parte, el número de beneficiarios de subsidios por desempleo creció 13% en agosto y alcanzó su máximo nivel desde octubre 2021. De mantenerse esta tendencia, en el promedio de 2022 el número de ocupados sería superior en 35.000 al promedio de 2021.

Si bien todavía la información es limitada como para conocer fehacientemente las causas que hay detrás de este freno, es factible que los sectores expuestos a la economía argentina expliquen parte de este deterioro. El comercio mayorista y minorista, que emplea de forma directa a casi 300.000 personas, empleaba entre enero y marzo 5.000 personas más que en el mismo período de 2019, mientras que entre abril y junio empleó 6.000 personas menos que en 2019.

En el segundo trimestre, los argentinos gastaron US$ 122 millones en nuestro país, mientras que los uruguayos gastaron US$ 147 millones en Argentina. El “saldo turístico” con nuestro vecino fue negativo en US$ 25 millones, el peor dato desde al menos 2014. Este contexto, que no incluye el impacto del contrabando en el comercio formal, se habría repetido en el tercer trimestre y se repetirá seguramente durante 2023, reforzando en cierta forma la heterogeneidad que ha mostrado la recuperación del mercado laboral luego de la pandemia.

En el primer semestre, hubo 30.000 ocupados más que en el mismo período de 2019 (+2%), cifra alineada con el crecimiento agregado de la economía en dicho lapso. Sin embargo, cuando analizamos el desempeño entre sectores emergen diferencias. En el primer semestre de 2022 las actividades profesionales, administración pública, enseñanza, salud e información y comunicación sumaron unos 55.000 puestos de trabajo en relación a 2019, mientras que los ocupados en el servicio doméstico cayeron en 21.000, en actividades de alojamiento y entretenimiento casi 10.000 y en la construcción informal otros 7.000. La mejora del empleo está concentrada en sectores con mayores niveles relativos de capacitación e ingresos.

Esta recuperación asimétrica es uno de los factores que explica por qué si el promedio de la economía creció en el último año, la incidencia de la pobreza no mostró variaciones significativas y se mantuvo en niveles similares a 2021, unos dos puntos porcentuales por encima de 2019. En efecto, la población ocupada en los sectores de servicio doméstico, alojamiento y entretenimiento y construcción, con 38.000 ocupados menos frente a 2019, tenía niveles de informalidad y subempleo casi dos veces superiores a la media, y sus ingresos eran entre 30% y 50% inferiores al promedio.

Lo anterior plantea dos desafíos fundamentales para el mediano plazo. En primer lugar, la situación económica argentina no está cerca ni de comenzar a revertirse, por lo que el empleo no calificado continuará afectado. Por otra parte, la caída en el empleo vinculado al servicio doméstico podría ser estructural. La intensificación del trabajo a distancia puede haber reducido la demanda de empleo doméstico, y ello es un problema, ya que sus posibilidades de recapacitación y reinserción en otros sectores de la economía son más limitadas. El 91% de los trabajadores en situación de pobreza no contaba con enseñanza secundaria completa, e incluso, en el decil inmediatamente superior (no pobres) la cifra era de 85%.

La baja calificación de los trabajadores en situación de pobreza dificulta que estos accedan a mejores empleos y ello perpetúa los niveles de pobreza. Ya que esta se define a nivel de hogares, y si los ingresos que perciben los ocupados en el hogar son insuficientes, el hogar y todos sus integrantes serán pobres, ya que los menores de 14 años no trabajan y no tienen fuentes de ingreso propias. En efecto, casi la mitad de la población pobre es menor de 14 años o siendo mayor, estudia y no percibe ingresos. Un 40% está ocupado o busca trabajo, y solamente uno de cada nueve es inactivo y no estudia, potencialmente desalentado. En definitiva, la población bajo la línea de pobreza en edad de trabajar tiene o busca empleo, pero su capacitación es insuficiente como para generar ingresos que saquen al hogar de la pobreza.

En este contexto, es importante enfatizar la urgencia de mejorar la calidad de nuestro sistema educativo, que necesita lograr mayores niveles de egreso de la educación secundaria acompañados de habilidades que se adapten al mundo laboral. Es necesario destinar mayores recursos en la primera infancia y en la recapacitación de la fuerza laboral y evitar que los niños pobres de hoy (22%) sean los adultos pobres de mañana. Para ello, es imprescindible redireccionar el gasto público, hoy sumamente enfocado en la población mayor de 65 años, cuyas pasividades se pagan en buena medida con transferencias desde rentas generales.

De no reformarse el sistema de seguridad social, cada peso adicional que se destine a cubrir el creciente déficit del sistema será un peso que no se destinará a combatir los aspectos estructurales de la pobreza.

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