Publicidad

Políticas públicas para la etapa de normalización

Compartir esta noticia
Foto: Pixabay

OPINIÓN

El regreso de los primeros turistas a la Gran Muralla China es una imagen que da lugar a cierto optimismo sobre la evolución de la pandemia del COVID-19.

Otros países avanzados del hemisferio norte, donde la curva de contagios también se estabilizó, están flexibilizando las medidas de distanciamiento social y están retomado paulatinamente las actividades económicas.

En América Latina, los esfuerzos todavía se dedican principalmente a aplanar la curva y tener más tiempo para fortalecer la capacidad sanitaria y los procesos de vigilancia epidemiológica, pero es necesario comenzar a concretar una estrategia coherente para el día después. Esto es necesario desde el punto de vista sanitario, pero también desde la óptica social y económica. Muchos países cuentan con espacios fiscales limitados que dificultan mantener el ingreso de los hogares vulnerables en economías con alta informalidad.

A pesar de los considerables esfuerzos por proteger los ingresos de los más vulnerables, apoyar a las empresas y el empleo, y asegurar la liquidez en el sistema financiero, los países de la región enfrentan una profunda recesión. En promedio se estima que este año el PIB caerá entre un 4 y un 6%. Incluso si se tiene éxito en el levantamiento paulatino de las cuarentenas y se empiezan a liberar las restricciones de oferta que afectan a la economía a corto plazo, subsistirán limitaciones para recuperar la actividad económica.

Mas allá de la recuperación de la demanda externa, una parte importante de la actividad económica de los países depende también de los mercados domésticos. Las familias saldrán del confinamiento con ahorros y salarios más bajos y las empresas con menos liquidez y ventas, y quedará una alta incertidumbre, afectando negativamente al consumo y a la inversión. Esta es una situación típica keynesiana donde una capacidad productiva parcialmente recuperada no encuentra demanda y esto a su vez genera menos ingresos de familias y empresas que mantiene reducida la demanda.

Este círculo vicioso mantendrá una baja actividad económica, justificando políticas fiscales-monetarias expansivas para aumentar la actividad. A su vez, reformas que remuevan las barreras estructurales pueden complementar el estímulo de demanda agregada y acelerar la recuperación.

Una interrogante es si los países latinoamericanos tienen capacidad para implementar más medidas expansivas de la demanda agregada cuando las políticas de asistencia que ya se han tomado implican importantes incrementos en los déficits fiscales. A su vez, ¿qué instrumentos son los más idóneos para provocar esta recuperación de la demanda agregada?

Dado que gran parte del espacio fiscal en la región está siendo usado para apoyar a los hogares vulnerables y las empresas, en la medida de lo posible los países latinoamericanos deberían adoptar políticas monetarias más agresivas que incluyen no solo bajas en las tasas de política monetaria sino también expansiones cuantitativas o QE (por sus siglas en inglés), al estilo de las implementadas en los países desarrollados, especialmente en EE.UU. y la UE.

¿Qué requisitos deben cumplirse para que estas operaciones se puedan producir y qué instrumentos las pueden fomentar? Primero, se debe ampliar el conjunto de actores que participar en estas operaciones, abarcando no solamente a bancos comerciales, compañías de seguros y fondos de pensiones, sino también a empresas con operaciones de factoring, cooperativas bancarias y fondos especializados en microfinanzas, entre otros. Segundo, debe ampliarse el tipo de instrumentos que puedan ser objeto de estas operaciones permitiendo el intercambio de papeles de mayor riesgo como por ejemplo pagarés (IOUs). Tercero, los bancos pueden estar reticentes a expandir el crédito y tomar mayores riesgos además de que los bancos centrales requieran también avales para descontar dichos documentos, por lo que un amplio programa de garantías otorgadas por el fisco y manejadas por los bancos nacionales de desarrollo, en colaboración con la banca privada, puede jugar un papel relevante. Programas amplios de garantías ya se han lanzado en Uruguay, Perú, Colombia y Chile.

Estas medidas de QE son todavía incipientes en la región, aunque ya hay experiencias interesantes. Por ejemplo, el Banco Central de Chile está comprando bonos de bancos comerciales por hasta 5,500 millones de dólares, mientras que el Banco de la República de Colombia está comprando títulos de deuda pública y corporativa en el mercado local. No todos los países latinoamericanos pueden implementar estas medidas sin generar riesgos adicionales, pero aquellos con bancos centrales independientes y sistemas de metas de inflación establecidos claramente pueden avanzar más en esta dirección.

En paralelo a estas medidas, también es importante promover reformas estructurales que faciliten que estos estímulos generen mayor respuesta de la inversión y el empleo por parte de las empresas.

Aquí, un objetivo claro es mejorar las regulaciones del mercado de trabajo para que faciliten la creación de puestos de trabajo y la reasignación del empleo entre puestos y empresas. Esta flexibilidad será importante para que las empresas se adapten mejor al nuevo contexto post-crisis. Con estas medidas la región podría aprovechar el momento para incorporar más trabajadores informales al sector formal.

Otras medidas relevantes están vinculadas al clima de negocios, la competencia y la inserción internacional. Una mayor competencia y mejor regulación económica, especialmente en sectores que proveen insumos claves —como energía, transporte, telecomunicaciones— pueden generar encadenamientos virtuosos en las economías latinoamericanas. Mantener abiertas las economías y buscar nuevas formas de integración regional y con otras regiones del mundo es clave no solo para lograr un tamaño de mercado de destino mayor para la producción local, sino también para acceder a insumos de calidad a mejores precios.

En América Latina aún no llegamos a la etapa post-pandemia, pero es importante actuar para preparar el terreno de una recuperación lo más vigorosa posible. No es una tarea fácil, pero las crisis también son oportunidades para cambiar de rumbo en aquello que no funciona y es difícil de cambiar en tiempos normales.

(*) Vicepresidente de Conocimiento y Director de Investigaciones Socioeconómicas en CAF, Banco de Desarrollo de América Latina

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad