Por Luis Custodio
La mejor noticia del mercado laboral en 2022 fue “una baja genuina de la informalidad”, asegura el economista Matías Brum, investigador de UdelaR. En un contexto de tasas de actividad, empleo y desempleo “prácticamente estables en relación con el año anterior”, la comparación con el período prepandemia muestra ajustes en el mercado laboral que pueden considerarse “irreversibles”. Para el especialista, “el vaso medio lleno refleja menos gente trabajando sin registro”, pero el vaso medio vacío representa “más gente fuera del mercado de trabajo y mayor pobreza”, apuntó. Brum duda, además, que volver al mercado anterior a la pandemia sea “un objetivo posible”. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Cómo calificaría la evolución del mercado laboral en 2022?
—Si hacemos la comparación el año cerrado en diciembre 2022 contra diciembre 2021, e incluso haciendo los promedios anuales, tanto en actividad, como empleo y desempleo estamos prácticamente iguales.
Por otra parte, es claro que la actividad económica se recuperó, la cantidad de personas ocupadas también; tenemos más personas trabajando. En cuanto a tasas, ahí la situación es algo diferente. A nivel de actividad, está aún un poquito por debajo, y en un mercado tan chico como el que tenemos, cuánta gente entra o sale del mercado de trabajo termina explicando las variaciones. El punto más importante se da en la baja de la informalidad: sube la tasa de personas sin problemas de registro, bajan los no registrados, aumentan los cotizantes en el BPS. Ahora, ¿dónde está esa gente cuando la tasa de empleo es más o menos la misma que antes? Buena parte de ellos son inactivos.
—¿Entre los inactivos está parte de la explicación de los cambios en el mercado de trabajo actual?
—Cuando tengamos la última Encuesta Continua de Hogares que saldrá en marzo, vamos a poder comparar el segundo semestre 2022 contra el segundo semestre 2019 y sacar mayores conclusiones. En definitiva, la pandemia desplazó gente a la inactividad, sobre todo informales y por eso la informalidad cae; después, cuando la economía rebota, hay gente que nunca vuelve a su situación anterior. Y también hay gente que entró, por circunstancias especiales que se dieron en el mercado. Con una baja en el salario real y un aumento en la demanda de trabajo por parte de las empresas, es probable que se hayan generado oportunidades. Pero la contracara de eso es que, seguramente, haya gente que con esos salarios bajos no esté dispuesta a volver al mercado de trabajo. ¿Cuánta gente descubrió que no le valía la pena volver a trabajar, una vez que evalúa cuánto rinde en la economía familiar? Por tanto, son inactivos. Y curiosamente, muchos serían trabajadores informales si los salarios fueran otros…
—¿Por qué?
—Hay empleos que por sus características generalmente se desarrollan en un plano informal. Pensemos en una actividad en una feria, o la provisión de un determinado servicio. Hoy las condiciones del mercado laboral los pueden tener fuera, pero si aparece la posibilidad volverían a esa actividad sin registro. Pueden ser personas que hoy están en la casa de sus padres, por ejemplo. O personas de la tercera edad que hacían actividades informales, que luego de un tiempo de inactividad fuerte durante el aislamiento, no volvieron a trabajar. Por tanto, una consecuencia es que son más pobres.
Estamos en una situación donde suben los pobres, bajan los informales y aumentan los inactivos. El vaso medio lleno es que tenemos menos informalidad que antes. ¿Cuál es el vaso medio vacío? Hay más gente fuera del mercado de trabajo y la pobreza subió.
Un dato nada menor: volvamos a la tasa de actividad, si ese punto porcentual de inactivos que nos falta recuperar respecto a pre—pandemia retomara su actividad como informales, igual hay una baja en la informalidad, que no está asociada a este fenómeno. O sea, es una reducción genuina de la informalidad que efectivamente es creación de empleo.
—Usted trabajó sobre este tema para el Ministerio de Trabajo en 2022, donde confirmó esa tendencia. Un año después, ¿se confirma?
—Efectivamente. Y hay varios elementos a tener en cuenta: uno es el cambio de personas de puestos de trabajo en ciertos sectores de actividad; por ejemplo, la persona que era doméstica o trabajador de la construcción —sectores donde la informalidad es muy alta—, en la pandemia quedó sin trabajo y cuando volvió, consiguió empleo como cajera o reponedor de supermercado, un sector que es preferentemente formal.
El otro fenómeno, es que hay cambios hacia dentro de algunos sectores, por ejemplo, en las empresas entre 20 a 49 empleados hay mayor formalidad ahora que antes. Y también hay mayores tasas de formalización dentro de determinadas categorías de ocupación. Concretamente, cuentapropistas con inversión o local, están más formalizados que antes. Tengamos en cuenta que hay muchas actividades que podemos definir como cuentapropistas, que es tan amplio como un marroquinero, un joyero, un docente o un sicólogo.
—¿A qué responde ese comportamiento?
—No tengo una respuesta en base a la evidencia. Una hipótesis puede ser que la pandemia nos mostró la importancia de ser formal. Cuando el COVID-19 nos pegó, el gobierno utilizó la red de seguridad social para minimizar el impacto, por ejemplo, flexibilizando el acceso al subsidio por desempleo, entre otras medidas. Esta situación extrema dejó en evidencia los incentivos de estar registrado en la seguridad social, de ser formal. Después de la pandemia vino la guerra hay mucha incertidumbre, entonces podemos pensar que hay cuentapropistas que, ante esa situación, optaron por ser formales.
Y más allá de los cuentapropistas, en relación de dependencia también puede ser que la situación se modificara, tanto en los casos en que había trabajadores que entendían conveniente ser informales o mantener parte de su actividad en la informalidad, como en el caso de los patrones que se movieron en la informalidad.
—La buena noticia que nos deja el mercado laboral 2022, ¿es la baja de la informalidad?
—Sin dudas. Bajó en forma importante y eso es buena noticia. Pero dentro tiene varias lecturas, como decíamos antes. Gente que dio el salto a un empleo formal, otros que decidieron personalmente que trabajar con aportes era una buena opción, pero después están los que dejaron de hacer changas y hoy están, inactivos, en una situación muy vulnerable. Es positivo que sean más los primeros que los últimos, o sea que haya una reducción genuina…
—¿Qué incidencia tienen iniciativas como los jornales solidarios?
—Elementos como los 15 mil empleos precarios de los jornales solidarios o los 4 mil del plan ABC de Montevideo no son los que explican este fenómeno. En concreto, si todos los inactivos que faltan volvieran hoy a la informalidad, igual deberíamos hablar de una caída.
—En plena pandemia, en una entrevista anterior (junio 2021), usted advirtió que la recuperación del empleo iba a ser con “asimetrías”; eso se confirmó…
—La composición del empleo cambió, sin dudas. Por lo pronto, hoy tenemos 30 mil empleas domésticas menos, aunque haya más puestos de trabajo que en prepandemia, a nivel general. Por tanto, se destruyó empleo en unos sectores y se creó en otro.
La industria manufacturera, por ejemplo, es otro sector que no recuperó todos los puestos de trabajo, el comercio tampoco, aunque vale decir que es un sector muy amplio y heterogéneo, en el sector restaurantes y hoteles tuvo un impulso al cierre del año de cara a la temporada, hay una recuperación en el agro aunque es menos representativo en la cantidad de puestos de trabajo, también hay un repunte en la construcción, entre los movimientos más significativos.
—¿Son cambios que llegaron para quedarse?
—En realidad, todavía no sabemos el efecto la pandemia; puede ser que hayamos tenido cambios irreversibles en el mercado de trabajo a partir de nuevos patrones de comportamiento de las personas. Puede haber muchos ejemplos, desde el uso más intensivo de servicios online, hasta preferir las plataformas en casa en lugar de ir al cine o el delivery en lugar de comer afuera. Todo eso influye luego en el empleo.
Una cosa es el efecto neto sobre el empleo y otro los cambios hacia el interior del mercado de trabajo. No necesariamente podemos pensar en un retorno al período pre pandemia, pensar en aquella estructura del mercado que se vio fuertemente sacudida. Hay un vaso medio lleno y uno medio vacío, como decía antes. El vaso cambió…
—¿Y esa nueva conformación del “vaso” representa un cambio estructural, entonces?
—Ha habido un cambio estructural, claro, nos falta ver cómo se consolida. Yo estoy cada vez más convencido que hay un componente de irreversibilidad importante, o sea que efectivamente se destruyeron empleos que no van a volver, y en cierta medida eso es lógico. Es más, ¿deberíamos pensar en que volver al mercado anterior a la pandemia es un objetivo posible?
Pongamos un ejemplo: los turistas suecos y noruegos a los que les gustaba venir al Polonio. No lo pudieron hacer durante la pandemia. Quizás descubrieron otros lugares y sus preferencias ya no apuntan a la costa de Rocha. Hay un mercado que, quizás, desapareció. Son muchos los ejemplos que podrían utilizarse.
Cuando hablamos de recuperación salarial, del objetivo de volver a los niveles prepandemia, me pregunto: ¿puede volver, en todos los casos? Si tenías 60 mil mozos de bar y hoy hay empleo para 30 mil, ¿es posible pensar en una recuperación de aquellos niveles con un mercado tan diferente? Lógicamente los trabajadores y los sindicatos lo reclaman, el gobierno se lo pone como meta, ¿es posible? Me parece que es una pregunta que está faltando en el debate público.
—¿Es un error tomar como referencia “la foto” previa a la pandemia?
—No es que sea un error, pero ante los profundos cambios ocurridos, no sé si se trata de un objetivo que se pueda perseguir.
Otra pregunta en esa línea es, sin la pandemia, ¿qué habría pasado con el empleo?, porque en realidad, la tendencia de los últimos años era a la baja. A la hora de analizar el actual mercado de trabajo, debemos tener en cuenta esas cosas.
Volviendo a los salarios. Una persona que tenía un empleo determinado, en un lugar donde trabajó por muchos años. Al cambiar forzosamente de empleo, y a veces hasta de actividad, la prima por antigüedad la perdió. Va a entrar a ganar menos. Es poco factible que recupere aquel nivel previo.
—¿Qué pasará con el empleo en 2023?
—El tema es que van desapareciendo grandes obras generadoras de empleo, como son UPM o el ferrocarril central. Necesitamos inversión, pero es muy difícil compensar esos niveles. Por otra parte, lo que está intentando hacer el gobierno en busca de mejorar las condiciones de acceso a mercados, seguramente no dé sus frutos a corto plazo. ¿Qué nos puede salvar? La expansión del gasto público asociado al último año de gobierno, como es tradición en este país. En esa línea, podríamos ubicar os anuncios de rebaja del IASS e IRPF. Pero se me ocurre que cualquier decisión que vaya en contra de cuidar el resultado fiscal puede ser leída negativamente por los empresarios. De hecho, las expectativas empresariales que se han divulgado últimamente son muy cautas respecto a la actividad económica, y más aún respecto del empleo. No creo que haya un efecto positivo sobre la inversión, pero sí va a reaccionar la demanda interna, aunque tampoco será de gran magnitud.
—Volviendo a la entrevista que hacíamos en 2020, usted era más pesimista respecto a la forma en que iba a evolucionar el mercado de trabajo…
—Pensé que íbamos a demorar mucho más en rebotar, y eso lo pensé asociado a dos cosas, pensé que la rigidez del mercado laboral uruguayo era mayor y sin embargo, las medidas que tomó el ministerio de Trabajo convalidaron una flexibilidad que permitió sobrellevar la crisis en mejores condiciones. Por otro lado, las crisis siempre van asociadas a mayor informalidad y este no fue el caso. Es que la actividad informal era notoriamente pandémica y el cierre de actividades la redujo a su mínima expresión.