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El retorno de las crisis bancarias globales

La actual crisis bancaria confirma que la resolución de estos episodios tiene costos reputacionales y económicos mayores a los contables, advierte Carlos Steneri.

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Crisis bancaria global
Crisis bancaria global
Getty Images

Carlos Steneri

El rescate de tres bancos regionales en Estados Unidos y la fusión forzada de Credit Suisse con UBS, conmocionaron al sistema financiero mundial por su magnitud, las fragilidades latentes en su operativa y las disyuntivas que le impone la preservación de la estabilidad bancaria a los bancos centrales, en su rol de combate a la inflación.

Para tener idea de lo que aconteció, el rescate en Estados Unidos de tres bancos “pequeños” equivale al salvataje de todo el sistema bancario de Chile, que tiene uno de los grados de penetración financiera respecto al PIB más altos de Latinoamérica. La fusión entre UBS y Credit Suisse creó el segundo banco privado a nivel mundial, después de Morgan Stanley, medido por el tamaño de los activos que va a administrar. (3.4 millones de millones de dólares). Aunque las razones de esa debacles, tan alejadas geográficamente, parecieran diferentes en su génesis, ambas tienen como denominador común el manejo irresponsable de riesgos asumidos en su operativa, confirmando los vacíos que presenta la regulación, a pesar del esfuerzo notable en su actualización después de la crisis del 2008. Una vez más la codicia superó a la prudencia descolocando al regulador, haciendo que una vez más salga junto a los gobiernos a correr los hechos desde atrás, comprometiendo fondos públicos.

Varias lecciones ya están sobre el tapete. Es así que el contagio como subproducto de la globalización financiera sigue presente, diseminando con velocidad vertiginosa un evento de pérdida de confianza localizado que desnuda las fragilidades del sistema sin importar el tamaño de las instituciones ni su ubicación geográfica. Surge entonces la necesidad de profundizar la regulación para evitar la asunción de riesgos desmedidos que facilitan crisis, sin ahogar la operatividad del regulado y la coordinación pendiente entre geografías diferentes para evitar al arbitraje regulatorio por parte de instituciones de alcance global.

La urgencia por resolver estas crisis siempre obliga, para evitar un mal mayor, a comprometer directa o indirectamente el hombro del contribuyente. También a forzar o desconocer las normas vigentes en cuanto al orden jerárquico de quien incurre en las pérdidas, tal como lo mostró la fusión entre UBS y CS. Ello confirma que la resolución de estos episodios tiene costos reputacionales y económicos mayores a los contables.

Los bancos centrales están entrampados entre la adopción de una postura agresiva en su combate a la inflación aún alta y persistente, o postergar aunque sea temporalmente ese objetivo en aras de la sostenibilidad de un sistema, que se tensiona excesivamente ante la contracción monetaria después de un periodo de liquidez extraordinario. La verdad es que estamos ante un intento inédito de contracción monetaria en momentos de recuperación económica incipiente y episodios de crisis bancarias, para lo cual no hay regla preestablecida de cómo mejor actuar. Todo ello aumenta la probabilidad de entrar a un escenario de alta inflación y escaso crecimiento, como contrapartida de alejar una crisis bancaria profunda cuyos resultados son a priori incuantificables.

Cuando los principales bancos centrales adoptaron a sabiendas su postura expansionista como forma de salida de la crisis del 2008 y la neutralización de los estragos del Covid 19, dejaron pendiente el cómo contraer la excesiva liquidez ante el surgimiento de un brote inflacionario significativo. Y mucho menos cómo hacerlo ante un escenario de crecimiento débil y aumento a la aversión al riesgo respecto al sector financiero.

Sobre este último aspecto, están flotando desde hace tiempo algunas ideas de reforma de la operativa bancaria para disipar las dudas sobre la liquidez disponible ante una corrida de sus depósitos. Hasta ahora, la forma de afrontar ese problema es un seguro de depósitos hasta cierto monto financiado por una tasa cobrada a la masa de depositantes. Pero el episodio del Silicon Valley Bank demostró que para estabilizar fue necesario cubrir la totalidad de los depósitos independiente del tope (US$ $250.000), hecho justificado de que la quiebra hubiera tenido consecuencias más onerosas para la sociedad. Es un ejemplo recurrente que confirma las limitaciones de la norma.

Los episodios recientes muestran que las regulaciones todavía son insuficientes para evitar su reiteración. El tema de la liquidez para afrontar retiros es un tema que la realidad muestra como no bien resuelto. El ex gobernador del Bank of England, Mervyn King, propuso una cobertura del 100% de los depósitos con activos líquidos, incluyendo en estos un preacuerdo de liquidez con el prestamista de última instancia. Es una línea que se debería explorar como sustituto de la garantía de depósitos, que cuando llega la crisis no tiene límites de cobertura y le impone un alto costo a la sociedad.

En un negocio donde el apalancamiento de su capital es su fuerza motriz, la confianza devenida en buenas prácticas es esencial. Penalizar a los responsables de incurrir en riesgos excesivos es un camino para fomentar la autorregulación que limite esas conductas. Como anécdota, el regulador suizo debía impedir el pago de compensaciones por gestión a los funcionarios de Credit Suisse.

Este episodio, que esperamos sea una alerta, muestra que todavía resta un largo camino por recorrer para fortalecer la estabilidad de un sistema que es inherentemente inestable por sus características operativas pero que es esencial para la mejora de las sociedades.

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