Las economías se benefician cuando la gente empieza a tener familias más pequeñas. Al caer la fertilidad, la proporción de adultos en edad de trabajar en la población aumenta, sentando las bases para el llamado "dividendo demográfico". Con menos niños, los padres invierten más en la educación de cada hijo, aumentando el capital humano. La gente tiende a ahorrar más para su retiro, por lo que más dinero está disponible para inversiones. Y las mujeres toman empleos remunerados, impulsando el tamaño de la fuerza laboral. Todo esto es bueno para el crecimiento económico y los ingresos de los hogares. Un estudio reciente del NBER (National Bureau of Economic Research) estimó que una caída de la tasa de fertilidad de Nigeria de un hijo por mujer impulsaría el PIB per cápita un 13% en 20 años. Pero no todas las consecuencias de una fertilidad menor son buenas. Un estudio reciente de investigadores de la Harvard School of Public Health identifica otro efecto sorprendente: una desigualdad mayor en el corto plazo.
Países con una fertilidad muy alta son en general extremadamente pobres, los campesinos valoran manos extras, aunque sean pequeñas, para ayudar en el campo. (En Níger, que tiene un PIB per cápita de 700 dólares, la mujer promedio tiene más de siete hijos.) Los países con fertilidad baja (con excepciones significativas, como China) tienden a ser ricos. El estudio de Harvard confirma que este patrón se replica dentro de los países: como regla, los pobres tienden a tener familias más numerosas. Los autores usan Encuestas Demográficas y de Salud (DHS por su sigla en inglés), que contienen una cantidad de detalles sobre la estructura de las familias y los bienes de los hogares. Información de DHS de 60 países en desarrollo les permite dividir los hogares en cinco grupos de ingresos para mostrar que en cada continente, el "ratio de dependencia juvenil (el número de niños menores de 15 años comparado con la población en edad de trabajar) es más bajo en los grupos más ricos, el siguiente más bajo es el del siguiente grupo más rico, etcétera. El grupo más pobre tiene el ratio de dependencia juvenil más alto. La brecha entre el grupo superior y el inferior es marcada. Los ratios en los hogares más ricos están un tercio por debajo de aquellos en los más pobres.
A lo largo del tiempo las diferencias en la fertilidad entre los ricos y los pobres debería reducirse al tener todos menos hijos. Por lo que la fertilidad eventualmente va a caer más entre los pobres, donde es mayor para empezar. Debería esperarse que la gente pobre liderara este proceso de transición porque ellos tienen más margen. Sin embargo, ellos bajan las tasas de fertilidad más lentamente que los ricos. De acuerdo al estudio de Harvard, durante los últimos 20 años el número promedio de niños cayó aproximadamente un 50% más en los hogares ricos que en los pobres. En Costa de Marfil, por ejemplo, la tasa de dependencia infantil en el grupo más pobre cayó un 13% entre 1994 y 2005. Entre los ricos, cayó un 32%.
Este descubrimiento no aparece de la nada. Un estudio de 2008 en países africanos encontró que, mientras la fertilidad total cae, la diferencia en fertilidad por grupo educativo (ajustada por sus tamaños cambiantes) aumenta. Investigaciones anteriores en América Latina encontraron que el cambio demográfico aumentó la brecha de ingresos entre ricos y pobres. La desigualdad tiende a aumentar a medida que las tasas de fertilidad empiezan a caer.
¿Por qué pasa esto? Las familias pobres parecen enfrentar una trampa de demografía e ingreso: la pobreza en la generación de los padres promueve una fertilidad alta, la que es luego asociada a pobreza en la generación siguiente. Una tendencia a tener familias pobres y numerosas parece ser transmitida de madre a hija. A la inversa, los ricos tienen más probabilidades de educar a sus hijas y no tener problemas en obtener anticonceptivos, por lo que familias educadas más pequeñas también pasan de madre a hija. Estas tendencias reducen la fertilidad entre los ricos a la vez que la mantienen más alta entre los pobres.
Sin embargo, las cosas cambian cuando el ingreso aumenta. Los tres países en el estudio de Harvard que vieron los mayores descensos en la dependencia infantil fueron Costa de Marfil (con un PIB per cápita en 2011 de 1.800 dólares), Namibia (6.800 dólares) y Perú (10.300 dólares). El patrón de su cambio demográfico muestra una progresión clara. Un Costa de Marfil pobre vio caer más sus ratios de dependencia infantil entre los ricos y menos entre los pobres. En Namibia la dependencia infantil cayó mayormente en la mitad del rango de ingresos; el descenso en el segundo grupo más pobre fue el mayor de todos. En el Perú de ingresos medios, el patrón nuevamente fue diferente. Allí, la dependencia infantil cayó en todos los grupos más o menos en la misma magnitud. Lo que parece ocurrir es que el descenso de la fertilidad amplía las diferencias demográficas en países con un PIB per cápita cercano a los 2.000 dólares; que las fuerzas de la desigualdad y la convergencia están equilibradas en países donde el PIB per cápita es 5.000 dólares; y que, cuando esta cifra llega a los 10.000 dólares per cápita, las fuerzas de la convergencia son dominantes. Para ponerlo de otro modo, los ricos lideran el descenso de la fertilidad, produciendo un aumento de corto plazo en la desigualdad de ingresos ya que son los primeros en capturar los beneficios del cambio demográfico. Luego los del medio los alcanzan al educar a sus hijas y planificar las familias, seguidos por los pobres, por lo que eventualmente la fertilidad es menor en todos lados y los beneficios económicos de los dividendos demográficos se distribuyen más uniformemente.
IMPLICANCIAS. Eso tiene dos implicancias. Primero, la caída de la fertilidad ayuda a explicar por qué la desigualdad en el ingreso es cada vez mayor en los países en desarrollo. Un trabajo del Banco Mundial del 2008 estima que dos tercios de los países pobres y de ingresos medios experimentarían un aumento de la desigualdad antes del 2030, con los cambios demográficos contribuyendo a la desigualdad en cuatro quintos de todos los casos. Segundo, para contrarrestar esta aceleración inicial en la desigualdad, hay motivos para hacer cosas que reduzcan la fertilidad entre los pobres, por ejemplo hacer que la anticoncepción esté más disponible e incentivar a las niñas a ir a la escuela. Esto no solamente reduce el ratio de dependencia juvenil más rápidamente sino que también haría más feliz a la gente ya que la mayoría de los pobres dice que quiere familias más chicas. El descenso de la fertilidad beneficia mucho a los países pobres, pero no puede hacer todo solo.